Archivo de requinteros

Entrevista con Ney Moreira

Posted in entrevistas, músicos ecuatorianos with tags on septiembre 6, 2008 by edmolin657

Sencillo, con amplios conocimientos en la música, emocionado de ver después de 26 años a su natal Portoviejo, regresó Ney Edelberto Moreira Moreira, oriundo de Andrés de Vera, sector que para él es el más hermoso de la ciudad y del que guarda los mejores recuerdos.

Hijo de José Eladio y María Hortensia de los Ángeles Moreira, un día partió a Colombia a tocar en el “Tequendama” donde conoció a Hugo Salomón Cobos quien lo invitó a Venezuela a colaborar en la grabación de dos discos, él le presentó a su hija Tania Cobos, quien al poco tiempo se convirtió en su esposa y la madre de sus hijos Natalie y Ney.

ED.-¿Cómo empieza su amor por la música?

NM.-En mi casa todos tocaban algún instrumento. Así que no fue difícil aficionarme por la música.

¿Conoció a J. Jaramillo?

Era una de las voces más hermosas que haya escuchado. En aquella época él era un fenómeno. Su fama lo llevó a muchos lugares y a tener muchos hijos también, a muchos de ellos los conozco a otros nunca los he visto. Yo tuve la oportunidad de compartir escenario con Julio y en sus dos últimos discos hice los arreglos de requinto, lamentablemente la muerte lo sorprendió y la gira de promoción nunca se hizo, eso fue en 1977.

¿Por qué el requinto?

Cuando era un niño yo admiraba al trío Los Panchos. Cuando era un jovencito traté de ser como Alfredo Gil que fue el inventor del requinto…¿Qué es?… Es un instrumento especial que produce un sonido más agudo, lo que quería Gil es que cuando la guitarra tocara en Re pudiera también hacerlo en La, por eso entre esas dos notas musicales hay una quinta y le pusieron requinto.

¿Dicen que usted es el requinto de oro de América?

Dicen que soy el mejor, pero no me creo el mejor, soy un poquito de Rosalindo Quintero, Guillermo Rodríguez, Bolívar Lara, Víctor Galarza, Abilio Bermúdez, Pepe Dresner y Naldo Compas, solo que con mi propio estilo.

¿Es muy exigente?

Soy perfeccionista, no admito fallas y no estoy conforme conmigo mismo. La calidad de un trabajo es primordial para mí.

¿Hizo otras cosas?

Mire tuve una discoteca y dos restaurantes pero fracasé en los negocios como empresario. Me quedó claro que no se puede hacer dos cosas a la vez.

¿Qué temas son difíciles?

Los temas de Alma Llanera de Pedro Elías Gutiérrez, La negrita y el pasillo Reír Llorando, son muy difíciles, creo que los más trabajosos, pero los he tocado todos.

¿Sus hijos siguen sus pasos?

Ninguno. Mi hijo dice que no puede superar al papá. Ellos se han dedicado a los estudios, mi hija está comprometida y se casa el próximo año.

¿Y sus padres?

Mi papá ya falleció y mi madre esta delicada y es por ella que estoy aquí. Pero quiero decirle que me considero un buen hijo, aunque haya estado ausente muchos años. Yo hablaba todos los días de mi vida con mi madre.

¿Considera que las máquinas reemplazan al músico?

El ecuasonido en el mundo se ha hecho muy común, muchos artistas utilizan estas mezclas, pero es una música sin alma que solo le quita el pan a los músicos. El músico que toca en vivo le pone el sentimiento que la máquina no tiene.

ALGO DE SU TRAYECTORIA

En 1971 formó la primera rondalla del país llamada Ney Moreira con Tito del Salto, fue miembro del trío Los Brillantes , compartió con Julio Jaramillo, los hermanos Miño Naranjo, Hnos. Villamar, Lilian Suárez, Miguel Vélez, Pepe Jaramillo, Roberto Zumba, Noé Morales entre otros artistas de renombre.

Recientemente grabo con Oscar D´León y Kiara, trabaja en la producción musical de artistas como Asdrúbal Colina, Óscar Santana, Jhonny Albino y Danny Rivera.

Entrevista con Rosalino Quintero

Posted in entrevistas, músicos ecuatorianos, notas periodísticas with tags , on septiembre 6, 2008 by edmolin657

Rosalino Quintero no parece que tuviera 76 años. Parece  el niño entusiasta a quien  le fascinó la guitarra y nunca la dejó.  Ya lleva más de medio siglo en la música y acompañó a las grandes figuras como Julio Jaramillo, los  Miño Naranjo, el dúo Benítez y Valencia y otros.

Jovial y tranquilo, Rosalino, uno de los mejores exponentes del requinto de Ecuador y América, está feliz en su oficio: dirigir la Rondalla de la Espol, ayudar a que los jóvenes amen nuestros ritmos y guiarlos con la sapiencia de los años.  “Para qué soy bueno”, dice.

¿Cómo llegó a la guitarra?

Soy cuencano. A la edad de seis años ya tuve afición por la guitarra. A los 12    trabajaba como profesional, con mi hermano cantaba  música nacional. Desde niño me fascinaba la guitarra. A mi padre, Eloy Quintero, no le gustaba, pero yo insistí y aceptó.

Mi tesis
“Difundir la música nacional siempre.  Quiero pasar muchos años en la música y enseñar a los jóvenes”.

Mi lugar
“Me encantan los paisajes  de la  Sierra, Cuenca. Disfruto mucho en Quito y, claro, en Guayaquil”.

Mi credo
“Enseñar a los jóvenes a que amen nuestra música. Con los chicos de la Espol ya grabamos un CD.  ”

Mi pasión
“La música. Me siento varias horas a tocar mi requinto y  a escuchar música; soy feliz interpretando”.

Su vida en 15 líneas
Tiene 76 años.    Conoció a Julio Jaramillo en 1955 y lo acompañó hasta su muerte, en 1978. Toda una vida dedicada al requinto y a la guitarra. Ha grabado cientos de discos junto a reconocidos artistas. No olvida que en los restaurantes Costa, de Nilo Blacio, y Flamingo se reunían los artistas a charlar y a firmar contratos. Allá iban: Walter Calero, Pepe Salcedo, JJ, Toño Cajamarca. Con la Rondalla de la Espol grabó un disco.

Decía que era una profesión de bohemios. No era eso, a mí me gustaba mucho la guitarra.

¿Por qué le picó el gusto a los seis años?

Bueno, mi padre tocaba guitarra, piano, bandoneón y acordeón. Había una raíz musical. Mi hermano de madre, Joel Alvarado, ya tocaba y cantaba. A los 12 años me arrimé a él para seguir dando mis pasos profesionales.

¿Joel tenía un grupo?

Sí, nos dirigía un alemán, de apellido Lichtenstein. Con los dos trabajé tres años. Ahí me inicié.

¿No pasó por ninguna  academia o escuela de música?

No. Solo miraba al uno y al otro. Ahí aprendí.

¿Qué música interpretaba en 1942?

Los boleros, las congas, las guarachas, la música americana y brasileña. A los 14 años me incorporé a un trío, Los Campiranos, de Cuenca. Uno de los más animados era Luis Chalco, quien aún canta en los Locos del ritmo. Y con José Molina, quien falleció. En 1946 y 1947 imitábamos a Los Panchos y a los Tres Calaveras.

¿Cuándo desembarcó en Guayaquil?

Al Puerto llegué en 1 950. Yo tenía 20 años. Fue mi destino. Aquí vivía mi suegro, Enrique Sanmartín. Me ayudó durante tres meses.

No conseguía trabajo. Por fin encontré a un amigo, Fernando Maridueña, quien me hizo contactos con músicos.  Maridueña era la primera voz del trío Del Caribe de Guayaquil. Nos conocimos en 1949, cuando se inauguró la fiesta de la fruta en Ambato. Yo actuaba con Los Campiranos.

Aprendió joyería, ¿por qué dejó el oficio?

Así es. En Cuenca trabajé cuatro años de joyero. Mi madre, Dolores Castro, dijo que aprendiera un oficio; “de la música no vas a vivir”, aconsejaba.

¿La guitarra pudo más?

La joyería me gustaba, seguía la tradición de Cuenca, pero la música fue mi pasión, me cautivó.

¿Guayaquil se convirtió en su otra pasión?

Sí. Aquí formé el trío Los Latinos con Jorge González, quien trabajaba en el Agua Potable, y Eduardo Elizalde, ex empleado del Banco Central. Fernando Maridueña me llevó a ellos. El primer día que toqué aquí me aplaudieron mucho. Fue en Radio Atalaya. Es un recuerdo muy lindo. Pensé: esta es mi casa. La gente me  trata con mucho cariño. Me siento feliz aquí.

¿Cuáles son los secretos para dominar al requinto?

La persona que quiere interpretar requinto, primero debe aprender guitarra.

¿Por qué?

Porque si domina los acordes de la guitarra domina el requinto y saca melodías. El requinto tiene dos tonos y medio más altos que la guitarra. Por eso el sonido es más agudo. Es un instrumento más pequeño. Suena distinto a la guitarra (es grave), el requinto es agudo. Ahí se complementan los dos.

¿Cuáles son sus  referentes?

Mantuve una gran amistad con Alfredo Gil del trío Los Panchos. Trabajamos juntos en el teatro Olmedo. Saulo Sedano del trío Los Diamantes es un gran requintista. Sí lo conocí. Del país: Homero Hidrovo, fantástico; Guillermo Rodríguez es otro gran requintista, lo admiré siempre. A Segundo Bautista también.

¿Con quiénes empezó a grabar en 1951?

En los comienzos con el dúo Bowen-Villafuerte, el dúo de Olimpo Cárdenas – Carlos Rubira Infante; con Fresia Saavedra; Las Ecuatorianitas –Máxima Mejía y Blanca Palomeque -, las hermanas Mendoza- Sangurima; de Quito llegaron las hermanas Mendoza-Suasti.

¿Dónde grababan?

En Ifesa. El señor Feraud de la casa Ónix me llamó. Tuve suerte porque en 1955 me nombró director artístico de Ónix. Y mi vida dio un ritmo más interesante. Ya podía ayudar a mis colegas desde un estudio de grabación.

¿Recuerda la primera grabación?

Fue el pasillo Esposa que también cantaban Julio Jaramillo y Carlos Rubira Infante.

¿Y el primero que grabó con Julio Jaramillo?

El vals Fatalidad. En 1955 nació mi vinculación con Julio; el año siguiente se consolidó la amistad y el profesionalismo. Nombro a otros artistas que nos acompañaban: Sergio Bedoya, guitarrista; Juan Ruiz, guitarra, y Carlos Silva Pareja, contrabajo; continuó el paraguayo Ramón Alarcón.

¿Cómo  conoció a Julio Jaramillo?

En Radio Cóndor, la cual tenía el programa ‘Cantantes ecuatorianos’, de 13:00 a 15:00. Julio tenía 16 años, yo 22.

¿Cómo fue esa amistad?

Muy bonita. En 1956 comenzó como solista.

¿Desde un principio Julio era bohemio?

No, más bien era tranquilo. Eso sí, siempre fue pegado a la música, hasta que llegó  su hora. Primero grabó Esposa con Rubira. Luego se inició como solista (Fatalidad). Siguieron los éxitos: Náufrago de amor, Amada mía, Carnaval de la vida, Nuestro Juramento, Rondando tu esquina, Miedo de hablarte, Pasión, Para ti madrecita.

¿Cuántos temas grabó con Jaramillo?

Más de 100.

¿A usted también le sedujo la bohemia?

A mí no. No había tiempo. Las grabaciones llevaban mucho tiempo. Julio tenía muchos contratos (Uruguay, Colombia, Argentina, Nicaragua, Venezuela, EE.UU.). Cuando volvía, él siempre grababa.

¿Las mujeres fueron la debilidad de Julio?

Bueno, esa fue la debilidad más fuerte. El amor de su vida fue Blanca Garzón. La conocimos cuando actuábamos en el teatro Guayas. Ella tenía 14 años. Él, 20.

¿Se casó con Blanquita?

No. Primero se casó con Maruja Rivera, yo fui padrino de matrimonio, cuatro meses antes de que saliera Fatalidad, un disco que causó mucho furor.

Rosalino Quintero, considerado uno de los mejores  requintistas del país, confiesa en este diálogo su intensa  travesía musical.

Rosalino Quintero no parece que tuviera 76 años. Parece  el niño entusiasta a quien  le fascinó la guitarra y nunca la dejó.  Ya lleva más de medio siglo en la música y acompañó a las grandes figuras como Julio Jaramillo, los  Miño Naranjo, el dúo Benítez y Valencia y otros.

Jovial y tranquilo, Rosalino, uno de los mejores exponentes del requinto de Ecuador y América, está feliz en su oficio: dirigir la Rondalla de la Espol, ayudar a que los jóvenes amen nuestros ritmos y guiarlos con la sapiencia de los años.  “Para qué soy bueno”, dice.

¿Cómo llegó a la guitarra?

Soy cuencano. A la edad de seis años ya tuve afición por la guitarra. A los 12    trabajaba como profesional, con mi hermano cantaba  música nacional. Desde niño me fascinaba la guitarra. A mi padre, Eloy Quintero, no le gustaba, pero yo insistí y aceptó.

Mi tesis
“Difundir la música nacional siempre.  Quiero pasar muchos años en la música y enseñar a los jóvenes”.

Mi lugar
“Me encantan los paisajes  de la  Sierra, Cuenca. Disfruto mucho en Quito y, claro, en Guayaquil”.

Mi credo
“Enseñar a los jóvenes a que amen nuestra música. Con los chicos de la Espol ya grabamos un CD.  ”

Mi pasión
“La música. Me siento varias horas a tocar mi requinto y  a escuchar música; soy feliz interpretando”.

Su vida en 15 líneas
Tiene 76 años.    Conoció a Julio Jaramillo en 1955 y lo acompañó hasta su muerte, en 1978. Toda una vida dedicada al requinto y a la guitarra. Ha grabado cientos de discos junto a reconocidos artistas. No olvida que en los restaurantes Costa, de Nilo Blacio, y Flamingo se reunían los artistas a charlar y a firmar contratos. Allá iban: Walter Calero, Pepe Salcedo, JJ, Toño Cajamarca. Con la Rondalla de la Espol grabó un disco.

Decía que era una profesión de bohemios. No era eso, a mí me gustaba mucho la guitarra.

¿Por qué le picó el gusto a los seis años?

Bueno, mi padre tocaba guitarra, piano, bandoneón y acordeón. Había una raíz musical. Mi hermano de madre, Joel Alvarado, ya tocaba y cantaba. A los 12 años me arrimé a él para seguir dando mis pasos profesionales.

¿Joel tenía un grupo?

Sí, nos dirigía un alemán, de apellido Lichtenstein. Con los dos trabajé tres años. Ahí me inicié.

¿No pasó por ninguna  academia o escuela de música?

No. Solo miraba al uno y al otro. Ahí aprendí.

¿Qué música interpretaba en 1942?

Los boleros, las congas, las guarachas, la música americana y brasileña. A los 14 años me incorporé a un trío, Los Campiranos, de Cuenca. Uno de los más animados era Luis Chalco, quien aún canta en los Locos del ritmo. Y con José Molina, quien falleció. En 1946 y 1947 imitábamos a Los Panchos y a los Tres Calaveras.

¿Cuándo desembarcó en Guayaquil?

Al Puerto llegué en 1 950. Yo tenía 20 años. Fue mi destino. Aquí vivía mi suegro, Enrique Sanmartín. Me ayudó durante tres meses.

No conseguía trabajo. Por fin encontré a un amigo, Fernando Maridueña, quien me hizo contactos con músicos.  Maridueña era la primera voz del trío Del Caribe de Guayaquil. Nos conocimos en 1949, cuando se inauguró la fiesta de la fruta en Ambato. Yo actuaba con Los Campiranos.

Aprendió joyería, ¿por qué dejó el oficio?

Así es. En Cuenca trabajé cuatro años de joyero. Mi madre, Dolores Castro, dijo que aprendiera un oficio; “de la música no vas a vivir”, aconsejaba.

¿La guitarra pudo más?

La joyería me gustaba, seguía la tradición de Cuenca, pero la música fue mi pasión, me cautivó.

¿Guayaquil se convirtió en su otra pasión?

Sí. Aquí formé el trío Los Latinos con Jorge González, quien trabajaba en el Agua Potable, y Eduardo Elizalde, ex empleado del Banco Central. Fernando Maridueña me llevó a ellos. El primer día que toqué aquí me aplaudieron mucho. Fue en Radio Atalaya. Es un recuerdo muy lindo. Pensé: esta es mi casa. La gente me  trata con mucho cariño. Me siento feliz aquí.

¿Cuáles son los secretos para dominar al requinto?

La persona que quiere interpretar requinto, primero debe aprender guitarra.

¿Por qué?

Porque si domina los acordes de la guitarra domina el requinto y saca melodías. El requinto tiene dos tonos y medio más altos que la guitarra. Por eso el sonido es más agudo. Es un instrumento más pequeño. Suena distinto a la guitarra (es grave), el requinto es agudo. Ahí se complementan los dos.

¿Cuáles son sus  referentes?

Mantuve una gran amistad con Alfredo Gil del trío Los Panchos. Trabajamos juntos en el teatro Olmedo. Saulo Sedano del trío Los Diamantes es un gran requintista. Sí lo conocí. Del país: Homero Hidrovo, fantástico; Guillermo Rodríguez es otro gran requintista, lo admiré siempre. A Segundo Bautista también.

¿Con quiénes empezó a grabar en 1951?

En los comienzos con el dúo Bowen-Villafuerte, el dúo de Olimpo Cárdenas – Carlos Rubira Infante; con Fresia Saavedra; Las Ecuatorianitas –Máxima Mejía y Blanca Palomeque -, las hermanas Mendoza- Sangurima; de Quito llegaron las hermanas Mendoza-Suasti.

¿Dónde grababan?

En Ifesa. El señor Feraud de la casa Ónix me llamó. Tuve suerte porque en 1955 me nombró director artístico de Ónix. Y mi vida dio un ritmo más interesante. Ya podía ayudar a mis colegas desde un estudio de grabación.

¿Recuerda la primera grabación?

Fue el pasillo Esposa que también cantaban Julio Jaramillo y Carlos Rubira Infante.

¿Y el primero que grabó con Julio Jaramillo?

El vals Fatalidad. En 1955 nació mi vinculación con Julio; el año siguiente se consolidó la amistad y el profesionalismo. Nombro a otros artistas que nos acompañaban: Sergio Bedoya, guitarrista; Juan Ruiz, guitarra, y Carlos Silva Pareja, contrabajo; continuó el paraguayo Ramón Alarcón.

¿Cómo  conoció a Julio Jaramillo?

En Radio Cóndor, la cual tenía el programa ‘Cantantes ecuatorianos’, de 13:00 a 15:00. Julio tenía 16 años, yo 22.

¿Cómo fue esa amistad?

Muy bonita. En 1956 comenzó como solista.

¿Desde un principio Julio era bohemio?

No, más bien era tranquilo. Eso sí, siempre fue pegado a la música, hasta que llegó  su hora. Primero grabó Esposa con Rubira. Luego se inició como solista (Fatalidad). Siguieron los éxitos: Náufrago de amor, Amada mía, Carnaval de la vida, Nuestro Juramento, Rondando tu esquina, Miedo de hablarte, Pasión, Para ti madrecita.

¿Cuántos temas grabó con Jaramillo?

Más de 100.

¿A usted también le sedujo la bohemia?

A mí no. No había tiempo. Las grabaciones llevaban mucho tiempo. Julio tenía muchos contratos (Uruguay, Colombia, Argentina, Nicaragua, Venezuela, EE.UU.). Cuando volvía, él siempre grababa.

¿Las mujeres fueron la debilidad de Julio?

Bueno, esa fue la debilidad más fuerte. El amor de su vida fue Blanca Garzón. La conocimos cuando actuábamos en el teatro Guayas. Ella tenía 14 años. Él, 20.

¿Se casó con Blanquita?

No. Primero se casó con Maruja Rivera, yo fui padrino de matrimonio, cuatro meses antes de que saliera Fatalidad, un disco que causó mucho furor.

Rosalino Quintero, considerado uno de los mejores  requintistas del país, confiesa en este diálogo su intensa  travesía musical.

Rosalino Quintero (biografía)

Posted in historia, músicos ecuatorianos with tags , , on septiembre 6, 2008 by edmolin657

Texto: Gabriela Jiménez

78 años de vida y 66 de carrera profesional forman una historia de logros y anécdotas, siempre con la guitarra de testigo.  Rosalino no para de crear y compartir su música y su vitalidad.

Una guitarra rota no fue obstáculo para un niño de 6 años al que su padre le prohibía entonarla por la fama de bohemios que tienen los artistas; fue el reto de crear sus primeros acordes a escondidas y con precaución.

Así empezó una carrera que continúa escribiéndose, la historia de Rosalino Quintero, cuencano de 78 años que desde los 12 ejerce profesionalmente la música.

Pero no solo es un buen requintista, también es joyero y se desempeñaba como tal en su tierra natal, hacía anillos de oro, aretes y cubiertos de plata. Él comenta que le gustaba su actividad, pero la música siempre ha sido su pasión.

Sus primeros pasos los dio de la mano de su hermano materno Joel Alvarado, con quien formó un dúo que dio inicio a su carrera profesional. A los 14 años ya era parte del trío Los Campiranos.

A los  20 se casó con Bertha Sanmartín, con quien lleva 58 años de matrimonio,  y se trasladaron a Guayaquil; los tres primeros meses buscó empleo en joyerías, pero no lo consiguió.

Lo que encontró fue un buen amigo, Fernando Maridueña, quien guió su camino hacia la música, el arte que domina sus deseos, explica con un aire de nostalgia.

Rosalino ha recorrido diferentes caminos, pero todos con una música de fondo, pasillos, albazos e incluso guarachas. Recuerda que con apenas 16 años empezó su coqueteo con la fama, pues nació el nombre de Julio Jaramillo con Rosalino Quintero y su conjunto, con clásicos  como Fatalidad, Al otro lado, Náufrago de amor, Para ti madrecita y más de cien temas que grabaron juntos y que se escucharon dentro y fuera del país.

Ya en 1956 continuó como solista y arreglista de otros artistas o grupos como Marino Álvarez, los hermanos Miño Naranjo, con quienes viajó entre diez y doce años, puliendo sus voces, buscando canciones  en letras antiguas, creando los arreglos musicales y compartiendo como gran maestro sus logros, a la par que sus actuaciones con Los hermanos Villamar, el trío Los Indianos, Los Brillantes, Los Zafiros y más.

Comenta que tuvo suerte, porque en aquel tiempo escribir arreglos y vender discos era un negocio, sin ocultar  la picardía de su mirada, como quien acusa un delito al cual ya se resignó. Sin embargo, no es impedimento alguno para continuar  entonando al menos una hora diaria su guitarra.

Ese entusiasmo lo llevó a crear un ambiente de antaño al que llamó  La Peña de Rosalino, donde por el incumplimiento de los artistas y las peticiones del público formó dúo con su hijo, Jimmy Quintero.

Y aunque el negocio ya dejó de funcionar, Rosalino no descansa, pues desde hace cinco años dirige el grupo musical La Rondalla, de la escuela de Turismo de la Escuela Superior Politécnica del Litoral.

“El trabajar con jóvenes universitarios es un reto, pero me siento feliz cuando me piden pasillos, albazos, boleros, porque siento que he logrado que aprecien estos ritmos”, dice, mientras observa los reconocimientos que ha obtenido y que mantiene en la pared de su sala.

El último disco de La Rondalla, Dejando huellas, para un amigo y maestro, es su gran satisfacción y motivación, así como sus hijas, nietos e incluso un bisnieto de 17 años que también entona la guitarra. Una vida a la que él llama “mi mundo” y con la que contribuye a la música nacional.