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Leopoldo Benitez Vinueza

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LEOPOLDO BENITES VINUEZA
ESCRITOR Y DIPLOMATICO.- Nació en Guayaquil el 17 de octubre de 1.905, hijo legítimo del Dr. Leonidas Benítes Torres, médico fundador del Instituto de Vacuna, Cirujano de los ejércitos liberales, escritor, Diputado y Gobernador del Chimborazo en 1.910 y de segunda esposa Angelina Vinueza Rodríguez, Guayaquileños. El Dr. Benítes Torres fue un filántropo pues acostumbraba vacunar gratuitamente al pueblo.

Fue el segundo de tres hermanos recibió las primeras letras con las monjas de la Caridad de Riobamba, asistió a la Preparatoria Inferior del San Felipe Neri, estudió la secundaria en el Colegio Maldonado y en 1.917 regresó a Guayaquil por muerte de su padre y entró al Vicente Rocafuerte, donde tuvo profesores excepcionales como los Dres. José Vicente Trujillo y Pedro José Huerta, quien acostumbraba obsequiar libros a sus alumnos, para motivarlos, aun más, hacia la historia. La lectura de “Las ruinas de Palmira” del Conde de Fourney y la desaparición de su padre decidieron su agnosticismo.

De esta época son sus comienzo literarios en el grupo de los Hermes inicialmente formado por el periodista de “El Guante” Rubén Irigoyen, con jóvenes idealistas amantes de las bellas letras, que se reunían a leer y a recitar en casa de la poetisa Aurora Estrada y Ayala, comentando toda novedad. Los Hermes gustaban del Modernismo y admiraban a Darío, pero la mayor influencia les venía de Rodó y de Herrera Reisig, pues, en el Ecuador, el Arielismo llegó paralelo al modernismo y alcanzar al ángel Ariel, símbolo de la espiritualidad hispanoamericana, era sinónimo de dignidad y honestidad.

En 1.922 fue testigo de la matanza del 15 de Noviembre y desempeñó la secretaría de la redacción de la revista mensual de letras y artes “Síngulus”, órgano del grupo de los Hermes, donde aparecieron varios de sus poemas simbolistas. Ese año Heleodoro Avilés Minuche le llevó a colaborar en “EL Guante” con versos juveniles y cuentos fantásticos de tipo parabólicos muy a lo Oscar Wilde, que no constituyeron simples escarseos literarios porque dejaron un surco hondo.

En 1.923 ganó el primer Premio en un Concurso del Colegio Vicente Rocafuerte con dos relatos cortos, muy influidos por la lectura de los cuentos del escritor argentino Horacio Quiroga, de gran reciedumbre y audaz fuerza expresiva, titulados “La Mala Hora” y “’El Enemigo”, que aparecieron recién cuatro años después en un folleto de escasa circulación. No obstante, por ellos, está considerado el precursor del grupo de Guayaquil, que dio la tónica a la literatura nacional que vendría después.

Tenía escasamente dieciocho años y acostumbrada reunirse con varios compañeros en los bajos del Chalet de su madre ubicado en Rocafuerte entre Urdaneta y Mendiburo y se iban a remar al Salado o boxeaban amistosamente. Era alto y fornido, leía sin descanso, amaba la cultura y comenzó a estudiar medicina, carrera que abandonó a instancias de su madre para entrar a la Facultad de Jurisprudencia de La Universidad de Guayaquil, aunque su verdadera vocación era la Medicina, pero el ambiente le llevó estudiar Derecho.

En 1.921 ingresó de Bedel al Rocafuerte con S/. 150 de sueldo y pudo ayudar a cubrir los gastos de su casa. Después ascendió a Profesor titular de las cátedras de Historia de la Literatura castellana y de Etica con S/. 350 mensuales. En 1.926 rindió su grado de Licenciado en Ciencia Sociales y comenzó a escribir para la revista “Savia”. El 27 colaboró en la revista “Voluntad”, el 28 contrajo matrimonio con Margarita Sierra Escalante y egresó, sin que jamás le interesara graduarse. El 30 integró el equipo de Universitarios ecuatorianos que se impuso en un debate frente a los estudiantes de la U. de Yale con vibrante oratoria.

En 1.932 fue secretario Municipal en la administración de Alberto Guerrero Martínez y colaboró en “Semana Gráfica” con algunos de sus poemas. La revista era de propiedad del Diario El Telégrafo. Allí salió “la Canción del Guayas”. Fragmento: //el Poema de mi río es rudo y es bravío/ como los troncos recios que se hunden en sus aguas/ tejiendo la frescura del remanso sombrío/ para el idilio casto de canoas y piraguas…/ el 33 fue Subsecretario de Obras Públicas en el ministerio de Alberto Ordeñana Cortes. El 35 trabajó para los ferrocarriles del Estado en Quito.

En su poema “Canto de nostalgia al Ecuador” en versos profundos y de gran fuerza, se refiere a los elementos históricos que identifican al país como una nación rica y grande por sus recursos naturales y por sus bellezas de orden geográfico. Allí dice: Fragmento:

En el café sofisticado
Me viene una entrañable confidencia de aromas
Que conocí en su virginidad de flor y fruto.
Los rubios cigarrillos con humo de farmacia
me traen el recuerdo de mis verdes humaredas de selva
y de vegas sombreadas de tabaco
en ríos ilustrados de iguanas y de garzas.
Ríos con hombres de siete siglos
en lenguas que han olvidado de pronunciar los hombres:
el Guayas de mangles pescadores,
el Babahoyo turbio de cacaotales,
el Yaguachi crecido de arroz y de bananos
y el Taura con su sol tatuado de caimanes.
Palpo en la sombra nubes de cemento
buscando cómo abrirle ventanas al recuerdo.
Para ver como crece la alfalfa y la cebada,
la amarilla gravidez del maíz,
la vida subterránea de la papa,
en mis laderas que conocen de la paciente sabiduría de los bueyes.
¡Oh, mi Ecuador distante!
Mis páramos de anchos vientos ilimitados,
que andan sobre la arena con sandalias de nieve.
Mis volcanes que editan decálogos de lava.
Mis torrenteras crinadas de helechos.
Mis ríos que conocen el ovalo secreto del níspero.
Mis playas en que tiende su desnudez la espuma.
¡Oh, mi Ecuador distante!

En 1.936 aparecieron sus primeros artículos en el Diario “El Universo” bajo el pseudónimo de “Alsino”, personaje -especie de Icaro- tomado de una novela poco conocida del escritor chileno Pedro Prado. Pronto su columna “Hombres, cosas y hechos” se hizo famosa porque apuntaba soluciones económicas y sociales, sirviendo estos artículos de base para su futuro libro “Ecuador, drama y paradoja”, pero la dictadura del Ing. Federico Páez clausuró “El Universo” y cuando, a los pocos meses, se reabrió el diario, formó parte de la redacción y empezó a firmar directamente con su nombre.

En 1.940 publicó en la revista del Vicente Rocafuerte un ensayo crítico titulado “Perfil del coloniaje” en 6 pags. y habiéndose motivado por la vida de Espejo, agudo pensador y precursor de nuestra independencia, aprovechó la biblioteca del colegio para escribir, tras consultar a varios autores, “El Zapador” de la colonia, la vida y obra de Francisco Javier Eugenio Espejo; también apareció en esa revista en 1.944 en 60 pags. el primero de sus ensayos magistrales donde hizo crítica.

Al poco tiempo el régimen arroyista reorganizo dicho plantel y como retaliación por sus artículos en “El Universo” fue excluido del profesorado.

Una noche la pesquisa visitó su chalet pero no pudieron encontrarle. Puesto sobre alerta, tuvo que viajar a la hacienda de un amigo en Taura y permaneció cuatro días escondido en ese rincón de la selva tropical ecuatoriana, hasta que fue avisado de que ya no existía la orden de prisión emanada en su contra.

Durante la invasión peruana de 1.914 ocupó la secretaría de la Junta guayaquileña de Defensa que presidió el Dr. Darío Rogelio Astudillo Morales y Guayaquil fue declarada ciudad abierta para impedir su bombardeo por la aviación y armada peruanas. También se preparó la defensa militar, rechazando el Informe de la Misión Militar Italiana que aconsejaba defender únicamente la sierra y colaboró desde la Secretaría de la Cruz Roja Provincial del Guayas.

A fines de año fue invitado por “Trie National Press Club of Washington” a visitar los Estados Unidos y a dictar varias conferencias.

Fueron tiempos difíciles por la constante vigilancia de la pesquisa, que sumado al subempleo lo mantenía en absoluta pobreza, pero aprovechaba cada minuto libre en fructíferas lecturas, estudios y meditaciones y así nació el sociólogo brillante y erudito, que dedicábase a reflexionar acerca de la realidad del País. Por eso sus escritos reflejan el hondo drama de una Patria dividida y atropellada y a la par de ello aumentaba su recia oposición al gobierno a través de su columna periodística.

En 1.942 los Estados Unidos envió una Misión reconstructora a la provincia de El Oro y fue invitado a conocer esos trabajos. Estando en Machala en Marzo del 43, fue sorpresivamente apresado y conducido por mar a la cárcel de Esmeraldas, donde permaneció diez meses detenido sin fórmula de juicio, mientras se investigaban los cargos de conspiración contra el régimen. Durante ese tiempo escribió la odisea del descubrimiento del río Amazonas por Francisco de Orellana que tituló “Los Argonautas de la selva” hermosísima defensa de los derechos ecuatorianos sobre el gran río. Para ello se fundamentó en los documentos encontrados por Toribio Medina en España y muy principalmente en la Relación del Descubrimiento del Amazonas por Fray Gaspar de Carvajal, que incluyó Medina en su obra. Igualmente siguió enviando artículos a “El Universo” y al recobrar su libertad ingresó a “Acción Democrática Ecuatoriana” ADE. En sus páginas de lucha contra el arroyismo hay una gran pasión por la vida, por los derechos políticos y sociales, por las conquistas históricas del pueblo, por la democracia y por la cultura de los ecuatorianos.

Al triunfar la revolución del 28 de Mayo de 1.944 el Comando de ADE., le designó Diputado funcional por el periodismo de la costa a la Asamblea Nacional Constituyente que se reunió en Quito y dictó la nueva Constitución del 45 y al fundarse la Casa de la Cultura Ecuatoriana fue electo Miembro Nacional.

Mientras tanto había arribado al país el historiador y periodista mexicano Daniel Cosío Villegas en busca de material para el “Fondo de Cultura Económica” que editaba en México la Colección Tierra Firme y se entusiasmó a leer los originales de “Argonautas de la Selva” que consideró una aventura cósmica por las selvas del Amazonas, se los llevó y salieron editados en el No. 8 de la citada Colección, en 306 pags. De esta novela histórica, biográfica y telúrica porque la selva está pintada en todo su realismo, dijo José Vicente Trujillo que era “uno de los más grandes poemas vegetales de América”.

En marzo del 46 advino sorpresivamente la dictadura del Presidente Velasco Ibarra que Benítes combatió por ser militantes de la Izquierda moderada ecuatoriana y entre Octubre y Noviembre escribió por encargo del mismo “Fondo de Cultura Económica” que le pagó mil dólares, su ensayo crítico “Ecuador, drama y paradoja”, trabajo medular editado en 1.950 en México, en 282 pags. y ensayo de libre interpretación sobre el proceso de formación histórica, todavía vivo, que es el Ecuador; situándose en la línea de una tradición rica en sociólogos eminentes. Esta obra es lo mejor y más denso de lo suyo, es obra capital para el estudio y conocimiento del devenir de nuestra Patria en el tiempo porque es un desbrozar de su historia, donde destruye muchos mitos y abre amplios panoramas sobre sucesos minimizados y hasta olvidados, de suerte que contiene claves esenciales que permiten comprender. Por esta obra se le ha comparado con Pío Jaramillo Alvarado, ese otro gran ecuatoriano de todos los tiempos llamado no sin razón “Doctor en Ecuatorianidades” y con Angel Felicísimo Rojas, que en “la Novela Ecuatoriana” hizo trabajo parecido en intensidad, profundidad y belleza que el de Benítes, esfuerzo grande de su parte pues se propuso alcanzar el mismo fin, es decir, una visión global y amplia de nuestro pequeño gran país.

Esta nueva obra se basó en su mayor parte en sus artículos aparecidos en “El Universo”, que contenían sus criterios socioeconómicos y demás antecedentes, pero el libro casi no circuló en el Ecuador; en cambio, tuvo amplísima acogida en el exterior, sobre todo en el campo de la sociología, que estaba creciendo y poniéndose de actualidad.

Ese año 46 también apareció en la revista de la CCE. sus ensayos “Don Juan, el antiamor” y “Sociología del arte”.

En 1.947 fue invitado por la Universidad de Bogotá a dictar conferencias sobre diversos aspectos sociológicos y una tarde ocurrió que el taxi en que iba se salió de la carretera, chocó y sufrió la fractura de una pierna, siendo hospitalizado varias semanas. En tan críticas circunstancias el Ministro de Educación, Dr. José Miguel García Moreno, le llamó a Quito a nombre del Presidente Carlos Julio Arosemena Tola para que aceptara permanecer en Bogotá como Consejero de la Embajada, ayudando en los trabajos preparatorios de la Conferencia Panamericana, empleo provisional dada su situación de apremio, pero regresó a Guayaquil a los tres meses.

Entonces el gobierno insistió para que escogiera la plenipotencia en Cuba o en Uruguay y siendo un convencido arielista prefirió esta última y viajó a Montevideo en 1.948 con el rango de Enviado Extraordinario y Ministro, donde vivió por espacio de cinco años en dinámica acción cultural, la Universidad de esa capital le premió entonces con el titulo de Doctor Honoris Causa, conferido solo seis veces en cincuenta años.

En 1.951 había estrenado en Montevideo una pieza teatral, aun no publicada, titulada “Cuzunza o aguas turbias”, cuyo argumento trata sobre un europeo llagado a América en busca de tesoros, sus penalidades y muerte por falta de adaptación al aspecto selvático de nuestra región oriental ecuatoriana.

En 1.953, Velasco Ibarra, ya amistado con Benítes, le trajo para designarlo Embajador en Guatemala, pasaron varios meses y por no estar reunido el Congreso, decidieron sus amigos dentro del gabinete Dres. Teodoro Alvarado Garaycoa y Roberto Nevares Vásquez, que más le convenía ir de Ministro Alterno ante las Naciones Unidas, funciones secundarias que no requerían de aprobación alguna y aceptado por el representante Principal Dr. José Vicente Trujillo, viajó el 54 a la sede en Nuew York, teniendo sus primeras experiencias en este campo hasta el 58 que pasó de Embajador en Bolivia, país que vivía los cambios propios de una revolución total.

En 1.959 aparecieron publicados sus estudios sobre Espejo y Mejía en 56 y 54 pags. respectivamente, como ensayos de Introducción al volumen “Precursores” de la Biblioteca Mínima Ecuatoriana editada con motivo de la Undécima Conferencia Panamericana. Ambos trabajos y otros más sobre Juan Montalvo volverían a aparecer bajo el título de “El vigilante de la noche” en un libro impreso por la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Ese año 59 fue traslada a la Argentina y afrontó la gravísima situación planteada por el asilo de varios políticos en la sede de la embajada ecuatoriana y luego de varias semanas de papeleo pudo enviarlos a salvo a Montevideo. Poco después siguió a esta ciudad con el rango de Embajador y casi enseguida, en 1.960, Velasco le pasó urgentemente a New York, como representante principal del Ecuador ente la ONU en reemplazo de José Correa, reiniciando sus actividades en ese organismo.

En 1.966 fue Presidente del Consejo de Seguridad durante la Vigésima Octava sesión reunida en New York. El 73 presidió, por votación unánime de sus miembros, las sesiones de la Asamblea General, cargo el más alto de la diplomacia internacional y especie de presidencia mundial, honor nunca antes ni después conferido a un latinoamericano, de suerte que se dijo que era la voz del tercer mundo; luego presidió la Comisión encargada de elaborar la Ley internacional del Derecho del Mar. En Noviembre de 1.974 fue invitado a dictar un ciclo de Conferencias en Ambato y habló por primera vez en el Ecuador de la defensa del medio ambiente cuando solamente en Europa los llamados Partidos verdes o ecologistas se preocupaban de la defensa mundial de nuestro ecosistema. De esta época es su doctorado Honoris Cansa en la Setton Hall. University de New Jersey y tras trece años de triunfal carrera en la ONU, volvió a Guayaquil en la nefasta dictadura del General Guillermo Rodríguez Lara. Su labor como internacionalistas había sido en extremo provechosa pues al haber aceptado a 17 países africanos nuevos en la ONU, abrió las puertas de ese organismos al conglomerado mundial e inició el proceso de descolonización; además, su participación en la Convención de Jamaica que trató sobre los derechos del mar y en el tratado de Tlatelolco en México basado en la proliferación de la armas nucleares, le hizo un funcionario de visión universal.

Poco después sus amigos diplomáticos de New York le consiguieron que representara al Ecuador ante la Comisión de Derechos Humanos con sede en Ginebra, presidiéndola en 1.976, años en que fue contratado por la ONU para formar la Comisión de Investigación sobre la Violación de los Derechos Humanos en Chile y para que se respeten los Derechos Humanos trabajó con exiliados en México, Venezuela y Suiza hasta 1.980 en que concluyó sus labores y regresó a Guayaquil, retomando su columna en “’El Universo” para orientar a la opinión como en otros tiempos y hasta criticó al gobierno de ese entonces con su magistral estilo de siempre. La Universidad de Guayaquil le otorgó el Doctorado Honoris Causas y fue electo Miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores.

En 1.981, con motivo de los enfrentamientos armados fronterizos en Paquisha, fue enviado a conferenciar en Washington con otros delegados ecuatorianos, gesto que le acercó al Presidente Jaime Roldós.

La Casa de la Cultura de Guayaquil habíale editado en 1.977 una selección de su poesía con el título de “Poemas en tres tiempos” en 110 pags. en el No. 44 de la Colección “Letras del Ecuador”, con sonetos y cantos que incluyen “Monetario al amor sin orillas”, “Cantos al amor unívoco”, “Poemas Newyorkinos” y “La voz sin eco”.

En 1.982 el Presidente Oswaldo Hurtado le envió de Embajador del Ecuador en México para reemplazar a Demetrio Aguilera Malta y apareció en la revista de la Sociedad Jurídico Literaria de Quito su ensayo “Tiempo y Presencia de la Generación Decapitada” en 54 pags. el 85 enfermó gravemente en New York uno de sus hijos con cáncer y al ocurrir su deceso el 86, Benítes se retiró de la vida diplomática, justo a los 80 años de edad.

Recluido a su villa ubicada en el corazón de Urdesa, entre música, familiares y libros, le entrevisté y me declaró que tenía bastante avanzado una obra sobre el Libertador Bolívar romántico y otra sobre el formidable polemista que fue Juan Montalvo, pero que quizá no podría terminarlas, pues parecía que los años de diplomacia habían atemperado su necesidad de escribir como suele suceder a menudo.

Poco después una lenta enfermedad le ocasionó una especie de sopor del que no salió a pesar de los años y la atención médica recibida y falleció en Guayaquil, de 89 de edad, el 7 de marzo de 1.995, dejando un vacío que difícilmente se llenará en el campo de la crítica histórica y sociológica, aparte de que como periodista fue irónico y contundente y como escritor tuvo estilo magistral.

El ensayista argentino Carlos Piñeiros en su obra “Pensamiento equinoccial” le dedica un capítulo especial a su vida y obra.

Antonio Sacoto ha escrito “en Benítes se dan la mano el poeta y el historiador, manteniendo una armonía, un equilibrio, en una de las prosas más bellas de su período”.

Juan Bautista Aguirre Carbo

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Fuente: Biblioteca Rodolfo Pérez Pimentel

POETA.- Nació en una casa de Hacienda de la región de Daule el 11 de Abril de 1.725 y fue bautizado como Tomás Carlos en la Iglesia Matriz de Guayaquil el 2 de Julio siguiente. Hijo legítimo del Capitán Carlos de Aguirre y Ponce de Solís propietario agrícola en Daule y de Teresa Carbo y Cerezo, viuda del Capitán Alonso Fernández Caballero, todos ellos guayaquileños de la primera distinción social.

No se tiene mayores noticias de su infancia que debió transcurrir entre Daule y Guayaquil donde fue alumno del Colegio San Ignacio de los Jesuítas. Muy joven viajó a Quito a fin de estudiar en el Seminario de San Luis y el 11 de Abril de 1.740, al cumplir quince años, ingresó al Noviciado que mantenía la Compañía de Jesús en Latacunga, estudiando luego en la Universidad de San Gregorio Magno de Quito, fue discípulo del Padre Pedro Tovar, S. J. y descolló por su fino humor e inteligencia abstracta.

Desde muy niño había sentido una vehemente inclinación a versificar y componía fácilmente. En 1.756 dedicó una Elegía a la muerte de Felipe V y otra fue motivada por el terremoto de Lima. Su “Caída de Luzbel” y “La Concepción de María” son consideradas otras muestras felices de su estro, pero la mayor de todas es la “Carta a Lizardo” de alta grandeza y acabado despliegue técnico para persuadir que todo lo nacido muere dos veces. Todo ser creado muere dos veces, empezar a vivir es empezar a morir. Idea que satura a su obra de la tristeza metafísica de vivir muriendo. Angustia universal que el poeta incrusta dramáticamente en la galería ascendente de siete criaturas dulces, en otros tantos símiles que con igual angustia bajan al mismo sepulcro, según criterio de Hernán Rodríguez Castelo.

Sin embargo también puede considerarse a ésta muerte doble, tomada posiblemente de la Filosofía hermética de los antiguos alquimistas, como una comparación del experimento que mata al mercurio licuándole en un matraz y luego volverlo a matar con la piedra filosofal para que renazca tramutado o convertido en oro a la nueva vida. ¿Fue Aguirre alquimista, o solo conocería esta Filosofía?

Mas su poesía no solamente fue triste y desesperanzada, también cantó a los hermosos ojos de las niñas bellas y a una dama imaginaria solo por diversión. Requiebros inocentes de don Quijote a la inalcanzable Dulcinea que no poesía erótica propiamente dicha y en un certamen convocado por la Academia Pichinchense, por el nacimiento del niño Jesús, triunfó cantando el arrepentimiento de la especie humana.

En materia de burlas abundó varias veces al tratar de un tonto que al ver sus poesías creyó que eran de otro y así nació el epigrama “Carta a Zoilo” y luego “A un Zoilo” y estractadas de una epístola dirigida a su cuñado Jerónimo de Mendiola y Obregón la célebre composición “Breves diseños de las ciudades de Guayaquil y Quito”. Espejo escribiría que su maestro Aguirre tentó un poema heroico sobre San Ignacio de Loloya pero que le había faltado deseos de concluirlo y quedó como simple fragmento con el título de “Monserrate”.

I a la par que nacía el poeta se formaba el sabio en la Universidad jesuita donde tuvo la oportunidad de usar aparatos tan modernos como el microscopio de Luff, modelo fabricado en Londres por Pyefinch en 1.750 y recién adquirido en Europa, con el que realizó importantes experimentos científicos que le probaron hasta la saciedad que la Filosofía nada tenía que hacer con el mundo experimental de la ciencias naturales. Por eso fue el primero en afirmar en la Audiencia de Quito que las enfermedades eran producidas por animalitos y hasta llegó a dibujar bacilos, estreptococos y espiroquetas, siendo el introductor de la anatomía microscópica en nuestra Patria.

En 1.754 su condiscípulo en el Colegio de San Luis de Quito, Juan Nieto y Polo del Aguila, nombrado obispo de Quito, le confirió el orden sacerdotal.

Igualmente negó la teoría de la generación espontánea que se venía sosteniendo desde los tiempos de su inventor Aristóteles y desde 1.756 hasta el 58 desempeñó con singular esmero la cátedra de Filosofía en la mencionada Universidad, y luego la de la Teología Moral, pues “su fantasía estática y elegante, talento perpicaz y memoria admirable” le sirvieron para aficionarse a toda novedad científica y a toda experimentación, intentando una renovación en los métodos empleados para instruir y enseñar, aceptando el valor de la razón, el espíritu científico, la intención crítica y las ciencias experimentales como únicas vías lógicas para llegar a la verdad, desechando por falsas y anticuadas el peripatismo aristotélico y la escolástica decadente; sin embargo, ésta posición no era enteramente nueva, pues obedecía a un cambio de dinastía en España, que abrió las fronteras con Francia y permitió el libre ingreso de la Ilustración cuyo fin máximo era alcanzar la libertad y felicidad del hombre y el progreso científico y material de la sociedad.

Por otra parte, desde las épocas del inglés Sir Francis Bacon, quien había recomendado la observación, la experiencia y la inducción como instrumentos válidos y únicos para la investigación y del francés René Descartes que preconizó la duda metódica y el análisis que favorece la independencia del pensamiento y la libre investigación, el pensamiento europeo y luego el americano, había comenzado a cambiar.

Por ello Aguirre no trepidó en desechar las sutilezas que solo conducía a la confusión de los ingenios y expuso temas tan novedosos como los principios intrínsecos del ser natural, polémica en que se habían vistos envueltos grandes pensadores como Descartes, Maignan. Gassendi, el Padre Feijoó. Otros asuntos trató de manera singular, expuso los sistemas astronómicos de Ptolomeo, Ticho Brahe y Nicolás Copérnico. escogiendo el segundo porque no iba en contra de las observaciones astronómicas como el de Ptolomeo ni contra las escrituras como el de Copérnico, sabia solución que no debe llamar la atención si se considera el medio arrasado en que vivía y la falta de apoyo de los demás profesores; mas, su esfuerzo por modernizar los métodos de enseñanza y las concepciones universales y filosóficas fueron válidas y se debieron primordialmente a “su natural impaciencia, gusto por toda novedad, imaginación fogosa, ingenio pronto y sutil y temperamento guayaquileño”.

De sus cursos han quedado tres tratados de Lógica, Física y Matemática en latín que conociera Pablo Herrera en el siglo pasado, pero hoy solo existe el de Física, traducido al español por el Lic. Federico Yépes y publicado en 632 págs. en 1.982 por la Universidad Católica de Quito, cuyo original manuscrito se conserva en la Biblioteca de los Padre Jesuitas de Cotocollao, donde se aprecia sus dibujos explicativos, el tratamiento de novedosas cuestiones científicas como las manchas solares, los cometas, el fuego, la gravedad y ligereza de los elementos, la elasticidad del aire, la distancia entre la tierra y la luna…lo cual pone de manifiesto la erudicción y el nivel alcanzado por la Universidad, donde posiblemente se conservaban copias de los experimentos realizados por los Geodésicos franceses.

Por eso se ha dicho que fue Aguirre quien más cosas nuevas divulgó en la Audiencia y que sus Cursos eran verdaderas enciclopedias abiertas a los alumnos desde lo fundamental de su postura católica tratando de dar razón del mundo de la naturaleza, donde el hombre se ha encontrado finalmente a si mismo. Mas no todo eran triunfos del espíritu, porque muchas personas pacatas, la mayor parte religiosos antiguos, se asustaban y aturdían al oír tales desenfados y hasta se divertían, constituyendo sus clases verdaderas fiestas del espíritu, pues aplicaba la regla de oro de la divina eutrapelia griega, que consiste en enseñar y divertir.

En Marzo de 1.757 un terremoto asoló Latacunga y remeció Quito y con tal motivo compuso por mandato de su amigo el Obispo Juan Nieto y Polo del Águila, la Carta Pastoral que se leyó en todas las Iglesia.

El 15 de Agosto de 1.758, de 33 años, hizo profesión del Cuarto Voto jesuita y adoptó los nombres de Juan Bautista, que él mismo escogió. Desde entonces pasó a ser considerado entre los padres superiores con derecho a dirigir las Fundaciones, colegios, universidades y misiones de la Compañía de Jesús.

El 17 de Marzo de 1.760 predicó en la catedral la oración fúnebre por la muerte del Obispo Polo, que salió publicada.

En 1.763 fue electo Prefecto de la Congregación de San Javier y desde el 65 Socio Consultor del Padre Miguel Manosalvas, Provincial en Quito, “brillando en todos esos puestos por su ciencia tanto por su virtud”.

 

 

(1) Correspondió a su inmediato sucesor en la cátedra de Filosofía, Padre Juan Hospital, S. J. en 1.759 y el 62, introducir abiertamente los planteamientos de la astronomía de Isaac Newton y Nicolás Copérnico, como años después lo haría el Doctor José Celestino Mutis en la Universidad de Bogotá. En cuanto a la difusión del sistema Cartesiano (René Descartes) en Quito, le antecedieron a Aguirre los Padres Magnin en 1.736 y luego Tomás Larraín y Francisco Javier Aguilar, quienes trataron en lo posible de conciliar lo nuevo con lo antiguo, dándose el triste caso de oposición de la fé a la ciencia. Efectivamente, la posición irreductible de la Iglesia hizo que España se quedara rezagada en los siglos XVI y XVII, en relación a las naciones protestantes de Europa. Aguirre aceptaba el sistema de Brahe no por convicción sino por conveniencia, para evitarse conflictos religiosos como el suscitado en Italia a Galileo Galilei y esto ocurría veinte años después del arribo de la Misión Geodésica, en cuyo tiempo se la ignoró completamente en las Universidades, terminando por aceptarse sus experimentos y mediciones cuando ya los sabios franceses habían partido del país.
En 1.765 calmó los ánimos del populacho quiteño amotinado contra las nuevas modalidades de aduana y el precio del aguardiente que subía constantemente por el Monopolio de la Audiencia. Para el 20 de Agosto de 1.767 hallábase accidentalmente en Ambato cuando fue notificado con la orden de Extrañamiento junto a 67 jesuítas más fue llevado a Guayaquil donde debió entregar a su cuñado Jerónimo de Mendiola y Obregón el cuadernillo de poesías titulado “Versos castellanos, obras juveniles”, miscelánea que ha llegado hasta nosotros. Aquí valdría la pena preguntar ¿Qué se hicieron sus versos en latín? (2)

De Guayaquil siguió a Panamá casi enseguida, allí falleció el Padre Manosalvas y como no lo quisieron tocar a muerte, Aguirre escribió al Gobernador una carta muy discreta. Entonces los jesuítas de Quito eligieron nuevo provincial al Padre Tomás Nieto Polo del Águila y siguieron por Cartagena de Indias a Jamaica, donde soportaron recibieron un recio temporal que los arrojó a Batavanó en la isla de Cuba. Aguirre iba enfermo y se alojó en el palacio del Marqués de San Felipe hasta que pudo seguir a la Habana. (3)

A fines de Abril de 1.768 y luego de una larga espera, emprendieron la travesía del Atlántico con rumbo a Cádiz y a Faenza en los Estados Pontificios, donde finalmente pudieron encontrar descanso, atenciones y reposo. Allí quedaron algunos y entre ellos el Padre Juan de Velasco, pero Aguirre prefirió seguir a Ravena y a Ferraza, ciudad en la que el Padre Ricci le nombró Superior del convento jesuíta y el Arzobispo le llamó a Examinador Sinodal y como sol luciente se manifestó a todos su incomparable doctrina pues diariamente era buscado por las personas doctas, así eclesiásticas como seculares, para oír su dictamen sobre las

(2) El cuadernillo en castellano fue prestado en 1.843 por José María Avilés al crítico argentino Juan María Gutiérrez, exilado en Guayaquil de la dictadura del General Juan Manuel de Rosas. Años después, en 1.865, Gutiérrez lo publicó en Buenos Aires, aunque incompleto, en “ESTUDIOS BIOGRÁFICOS Y CRÍTICOS”, con un elogioso prólogo. Así se inició la fama de Aguirre como poeta.
dudas que existían en materias filosóficas, dogmáticas y morales pero al extinguir la Orden en 1.773 el Papa Clemente XIV con la Bula “Dominus ac Redentor” continuó su perenigraje por varias ciudades italianas hasta fijar su residencia en 1.776 en Roma bajo el Pontificado de Pío VI.

(3) La expulsión de los jesuitas se originó en el reino de Portugal gobernado por José I (1.750 – 1.773). Su Ministro el Marqués de Pombal quiso aplicar las nuevas ideas de la Enciclopedia con las medidas necesarias para modernizar tan atrasado país evitando la continuación de la decadencia. Los jesuítas detentaban casi todo el poder político y se opusieron a cualquier cambio por razones de simple egoísmo. Como mantenían a cinco confesores en la familia real intrigaron a través de ellos ante el monarca. Entonces Pombal eliminó a los jesuítas de la lista de predicadores en las Catedrales dejándoles sin esas tribunas públicas. Al poco tiempo estalló una revuelta campesina en el alto Duero y los jesuítas tomaron partido a favor de los campesinos para debilitar al gobierno, pero estos fueron derrotados. Otro asunto fue la llamada rebelión de los guardianíes, ya que por el Tratado de 1.754 entre España y Portugal, algunos de los territorios ocupados por las misiones jesuítas en el Paraguay pasarían a poder de los portugueses pero los indios fueron azuzados por los jesuítas que veían disminuir sus misiones y se rebelaron practicando la política de tierra quemada. Pombal recurrió a Benedicto XIV, quien designó al Cardenal Saldanha, Patriarca de Lisboa, para que realice una investigación de la que resultaron pruebas muy graves contra el comportamiento de los miembros de la Compañía de Jesús, que más que una Orden religiosa era una empresa comercial de descomunales proporciones que competía hasta con el Estado. El 19 de Enero de 1.759 el Rey firmó el decreto de incautación de sus cuantiosos bienes y el arresto de todos los individuos de la Orden, aduciéndose para el efecto, el haber participado en la conjura del Paraguay contra los intereses del monarca. El 1 de Diciembre de 1.764 el rey Luis XV de Francia disolvía a la Compañía de Jesús en su reino, permitiéndole a sus miembros permanecer en sus territorios como simples sacerdotes seglares, pero la mayor parte de ellos marchó al destierro. En España también existía un clima contrario a la Compañía de Jesús, sobre todo de parte de los Agustinos. El Conde de Campomanes consiguió el 29 de Febrero de 1.767 el decreto de expulsión de los jesuítas de todos los dominios españoles y la incautación de sus inmensos bienes representados por haciendas, colegios, telares, tiendas de comercio, etc. El Rey Carlos III confió la ejecución del decreto a su Ministro el Conde de Aranda. La orden llegó a la presidencia de Quito y fue cumplida por José Diguja. Los jesuítas tenían personalidad pero se habían convertido en el poder mayor de estos territorios, saliéndose de su misión específica que era netamente religiosa y compitiendo en asuntos mercantiles, agrícolas y hacendarios hasta con las autoridades, de suerte que su expulsión fue más bien una medida de corte político que religioso.
En la ciudad Eterna era buscado por los Cardenales que se servían de sus opiniones teológicas en las Congregaciones del Santo Oficio y de Propaganda Fide y para satisfacer a todos jamás salía de su casa por las mañanas.

Cinco años después enfermó y le aconsejaron cambiar de aires, viajando al Castillo de San Gregorio cercano a Tívoli. El Obispo de esa localidad Julián Mateu Natali lo tuvo por consultor afirmando que más aprendía discurriendo una hora con Aguirre que estudiando un mes.

Los jesuítas de otras naciones le miraban como a uno de los más doctos miembros de la Compañía de Jesús y en las disputas cedían a su parecer, pues resolvía los casos morales tan fácilmente que todos quedaban sorprendidos y maravillados.

Muerto el Obispo de Tivoli fue sucedido por Gregorio Barnaba Chiaramonti que luego reinó como Pío VII, quien le nombró su Teólogo Consultor, reteniéndole a menudo en su estancia y conversando ambos largamente, admirándole tanto que cuando hablaba Aguirre se dedicada a escucharlo. Años después, cuando ascendió a Cardenal, su sucesor en Tívoli Monseñor Manny le dio la cátedra de Moral en el Colegio Público, de suerte que Aguirre volvió en su vejez a enseñar y para uso de sus nuevos alumnos compuso un “Tratado Polémico Dogmático” hoy perdido.

Nuevamente famoso por su abierta conversación dispensadora de conocimientos, se le veía rodeado de alumnos, hermanos de Comunidad y hasta de gente curiosa que le llevaba consultas e inquietudes y pedía sus sabias orientaciones.
Cuando cumplió 60 años comenzó a aquejarle una dolencia que lo mantuvo seis meses en estado de postración y falleció en la Octava de Corpus Cristi, víspera de la fiesta del Corazón de Jesús, el 15 de Junio de 1.786; y aunque había expresado su deseo de ser enterrado sin pompa alguna, fue llevado por sus alumnos a la iglesia de los jesuítas. “Un tenaz cilicio se le encontró metido en su carne anciana”.

No fue un genio anticipador ni tampoco un creador pero viviendo permanentemente en ambigua tensión entre lo barroco y la ilustración, trató de llegar a la verdad.

Gonzalo Zaldumbide le ha calificado de desenfadado y ameno, audaz, feliz y brillante, que desplegaba con sagacidad el tesoro de su erudicción y conquistaba con su abundante facilidad a sus ilustres interlocutores, por la briosa naturaleza de aquella personal irradiación de convencimiento y simpatía, que en todas partes le hizo de los primeros.

Sus poesías aparecieron como ya se dijo en Buenos Aires pero correspondió a Zaldumbide la gloria de haberle restaurado su fama de poeta continental en hermoso y completo estudio que publicó en 1.917 en París, reproducido el 42 en el Volumen segundo de la Colección Clásicos Ecuatorianos del Ministerio de Educación. Posteriormente el Padre Julián Bravo S.A., descubrió en la Biblioteca de los Padres Carmelitas de Cuenca cinco poemas más de Aguirre que como sus anteriores revelan la inspiración gloriosa, el genio metafísico, el nervio saltante e imprevisto de la imagen de su poesía, así como en prosa escribiera piezas de singular estilo y aliento.

En cuanto a su aspecto pedagógico el Padre Aurelio Espinosa Pólit S.J. ha dicho que más inclinado se hallaba Aguirre al estudio de las cuestiones de Física que para la especulación, habiendo estudiado tan solo por simple curiosidad y gusto algo de Medicina, aunque llegó a saber tanto en esa materia, que el médico de Clemente XIV le consultaba a menudo.

 


A ZOILO
que viendo una poesía del autor,
dijo que eran ajenas
Liras.

Miraste mis poesías,
Y tu envidia mortal de ardores llena
dijo que no eran mías,
sino parto feliz de pluma ajena;
así lo dijo, pero no me admira
que la envidia dé cuerpo a la mentira.

Con ocultos esfuerzos
a algunos simples persuadir previenes
que han tenido mis versos
catorce padres como tú los tienen;
mas sabe que es, aunque tu poesía ladre,
mas honrada mi musa que tu madre.
¿Acaso no has sabido
de mis instrumentos la dulzura? Acaso
ignoras que yo he sido
de los aires dulcísimo embarazo,
adorando mis sienes oficiosa
de bella Dama la esquivez frondosa?

Numa Pompilio Llona Echeverri

Posted in Author's name, poemas, poetas ecuatorianos with tags , , on septiembre 21, 2008 by edmolin657

NUMA POMPILIO LLONA Y ECHEVERRI
POETA.- Nació en Guayaquil el 5 de Marzo de 1.832 y fué bautizado con los nombres de Manuel Pompilio que luego cambiará por Numa Pompilio, más acorde con sus aspiraciones de grandeza. Hijo del Dr. Manuel Leocadio de Llona y Rivera, notable abogado, perseguido en 1.818 por el Gobernador Mendiburo por sus ideas, expresiones y actitudes patrióticas. Prócer de la Independencia y firmante del Acta del 9 de Octubre de 1.820, Síndico Municipal de Guayaquil y activista bolivariano en 1.822, hizo arriar el pabellón bicolor de Guayaquil Independiente del malecón de la ciudad para izar el tricolor colombiano, acción que le atrajo el odio eterno de los elementos tradicionales de la ciudad que jamás le perdonaron dicha ofensa; y de Mercedes Echeverri Llados, de la nobleza de Cali en Colombia, hija del prócer Echeverri, flagelado por los españoles por ocultar en su casa a su amigo y compadre Darío Micolta, uno de los más valerosos caudillos revolucionarios de ese país.

El Dr. Manuel Leocadio de Llona y Rivera después de 1.822 sufrió el abandono social a causa de su acción política, lo que influyó para que en 1.828 se distanciara de su cónyuge Antonia de Marcos y Crespo con quien había casado ese año y de su tierno hijo Antonio, refugiándose en el amor de la hermosísima Mercedes, de paso por Guayaquil, acompañando a su padre, militar de los ejércitos de Colombia. Con ella vivió en su quinta de la esquina suroeste de las calles Chile y Luque donde les nacieron varios hijos y entre ellos Numa Pompilio. Como el escándalo social era grande, la familia Llona y Echeverri viajó a Cali en 1.836 y radicó en el valle del Salado, donde los Echeverri eran dueños de una finca que el poeta recordó con cariño llamándola mi Arcadia en su Odisea del Alma y allí transcurrió su adolescencia. Aguirre Abad, en su «Bosquejo Histórico», al referirse al Dr. Manuel Leocadio de Llona y Rivera le dice: «Célebre por sus talentos y más que por ellos, por su conducta traviesa e inmoral» expresión que constituye una exageración sin lugar a dudas.
El joven Numa Pompilio realizó sus primeros estudios en el Colegio de Santa Librada de Cali, donde a los once años compuso un poemita en honor de Asunción Delgado, niña de catorce que le inspiró ternura. Su padre también escribía mucho y bien y un primo lejano Juan Abel Echeverría y Llona resultó poeta en Ambato, de donde se concluye que la vena poética les venía por Llona.

En 1.846 viajó a Lima con sus padres y hermanos. Allí pasó por el dolor de perder a dos hermanos y a una hermana menores, muertos en la infancia; ingresó al Colegio de San Carlos y se graduó de abogado en 1.852. En su etapa estudiantil participó de la bohemia literaria de Lima y por un poemita erótico que publicó en un diario bajo el título de «Libertinaje», fue acusado, se recogieron los ejemplares del impreso y su nombre se hizo conocido en todo el Perú.

Por esos días falleció su madre y el poeta escribió después: // en la flor de su edad y su hermosura/ Mi santa madre, emblema de ternura/ nos dio su dulce vida en holocausto. // Por sus hijos luchando valerosa// en tierra extraña contra adversa suerte/ cayó sin fuerzas en la helada fosa/ y hace ya cinco lustros que reposa / en el inmóvil sueño de la muerte!//. Su padre también murió en el Perú //I mi Padre proscrito, triste, anciano/ bajo el brazo durísimo, de hierro/ de su destino, reluchando en vano,/ su vida en el suelo terminó lejano/ En las perpetuas ansias del destierro!//. De donde se desprende que el Dr. Llona y Rivera quiso regresar a Guayaquil pero no pudo y eso le causaba una intensa pena. Su hijo, poeta y sensible como el que más, ante tantas desgracias y muertes familiares entornó su carácter alegre y juvenil, maduró antes de tiempo y comenzó a amar el sufrimiento como buen romántico que era.

En 1.853 ocupó la cátedra de Estética y Literatura General de la Universidad de San Marcos demostrando amplios conocimientos sobre los clásicos griegos y latinos y sobre las principales figuras del cristianismo. Por esos años alternaba con el periodismo, desde 1.854 hasta el 59 fue redactor principal y literario del diario «El Comercio» de Lima, decano de la prensa peruana, escribiendo con esa brillantísima generación poética formada por Fernando Velarde, Luis y José Arnaldo Márquez y Manuel Adolfo García, a la que se unieron Clemente Althaus y Juan de Arona, el venezolano José Vicente Camacho, Luis Benjamín Cisneros, Ricardo Palma, Carlos Augusto Salaverry. De esa época es su afamada «Oda al General Necochea y a América».

Entre 1.860 y el 62 ejerció el Consulado General del Perú en Madrid y tuvo la oportunidad de tratar a los principales literatos de la península. En 1.864 fué designado Secretario del Congreso Americano reunido en Lima con el objeto de repeler la agresión española a las costas peruanas y compuso el poema lírico «La toma de las islas de Chincha» que después incluyó en «Los Clamores de Occidente», donde se vislumbra un poderoso estro poético, rotundo en sus estrofas, robusto en su versos, aunque de cadencia irregular «por el excesivo raudal de ideas y de imágenes que se ofrecen en tropel a su fantasía» según frase de Marcelino Menéndez y Pelayo.

Ese año contrajo matrimonio con la bellísima Enriqueta Marchena y Bentín, natural de Loja y residente en Lima, sobrina nieta del literato y poeta ecuatoriano Miguel Riofrío, exiliado del régimen garciano por sus ideas liberales. Ella también cultivaba las bellas letras, hacía poemas y recitaba con su hermosa voz.

Entre 1.864 y el 66 desempeñó el Consulado General del Perú en Roma y fue comisionado para presidir en Francia e Italia la construcción del monumento conmemorativo a los heroicos defensores del Callao, cuando el aleve ataque de la escuadra española del Almirante Casto Méndez Núñez. En 1.865 aprovechó su estancia en París para publicar «Cantos Americanos» en la imprenta de A. Bouidier y Cia. En esos menesteres agotó su herencia materna y parte del dinero que generosamente le proporcionara su hermano Emiliano, acaudalado minero y miembro del comercio y la banca limeña.
Inaugurado e! monumento en el Callao, se le consideró el más notable en América y el Congreso del Perú premió su esfuerzo de siete años entregándole una medalla, el título de ciudadano peruano de nacimiento, que se le considere diplomático de carrera y treinta mil soles en calidad de pago por sus gestiones en Europa, puesto que solo había recibido mil novecientos veinte soles anuales desde 1.863; pero dada la alteración política que atravesaba dicha nación, el proyecto se archivó en lo concerniente al dinero, que jamás recibió.

En 1.870 había publicado en Ginebra «Nuevas poesías y escritos en prosa» y fué electo miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. En 1.872 publicó en Pisa «Noche de dolor en las montañas». En 1.873 falleció prematuramente su esposa. El 74 regresó con sus hijos a Lima.

El 30 de Marzo de 1.876 y con motivo de la visita de la notable literata española Baronesa de Wilson, leyó en el Club Literario de Lima su última creación que tituló «La Odisea del alma», poema lírico que despertó furor entusiasta, poniéndose el numeroso auditorio varias veces de pie y prorrumpiendo en repetidas salvas de aplauso. Al final, el cantor fue conducido en triunfo a su casa y al día siguiente los diarios insertaron su composición, que fué copiada en los más acreditados periódicos del continente como modelo de buen decir y con ardientes elogios, en menos de un año aparecieron tres ediciones y hasta se llegó a decir: «Antes que Olmedo y Llona, nadie».

Hernán Rodríguez Castelo ha escrito «La Odisea del alma está a medio camino entre el neoclasicismo de Olmedo y el romanticismo ecuatoriano. Sus estrofas bien hechas, con riqueza descriptiva y sonoridad verbal que recuerdan las de Olmedo. Es la vuelta del alma a las grandes cosas a las que se siente llamada. Esa vuelta, esa ascención, está presidida por la imagen de los carros que compiten en el circo, primera imagen bella y vibrante, pindárica o mejor homérica, ya que abre el canto. Llona, al inaugurar su carrera poética, la concibe como una lid con los grandes poetas de su hora. Grave equivocación es querer adecuarlo a un gusto que ha cambiado tanto».

En 1.880 volvió a contraer matrimonio, en esta ocasión lo hizo con la notabilísima poetisa peruana Lastenia La Riva y Negrón, también viuda, en quien no tendrá descendencia. El gobierno peruano lo nombró miembro del Consejo de Instrucción Superior y Director del Instituto de Bellas Artes, Letras y Monumentos, pero la guerra con Chile le había causado graves perjuicios económicos y quiza por eso decidió regresar a Guayaquil, su tierra natal. También es verdad que a raíz de la ocupación chilena, su hermano Emiliano se había establecido en Cali y cuidaba de la herencia materna. Numa Pompilio se hallaba escaso de dinero pues había gastado sus últimos capitales en dar a la luz pública las primera parte de los «Clamores de Occidente» en 171 págs. y Apéndice en XXVII págs. Notas y Variantes, índice y Erratas en XVI págs con más de cien sonetos llamados «De la penumbra a la luz» y varias poesías amatorias diversas, y en publicar en 1.881 la segunda parte, en dos tomos, con Interrogaciones en 140 págs. conteniendo Poemas íntimos y Filosóficos y en 1.882 la tercera parte con «Himnos, Dianas y Elegías» en 127 págs. con sonetos varios, poesías patrióticas y religiosas que dedicó al Perú.

La mayor parte de estos tomos se agotaron enseguida y más ediciones reemplazaron a las anteriores al punto que se ha llegado a afirmar que ningún poeta americano publicó tanto en su tiempo. Llona alcanzó el pináculo de su fama literaria en América, de todas las repúblicas le enviaban felicitaciones y los principales poetas le dedicaban versos. El argentino Rafael Obligado le rindió ardiente tributo de gloria: //Resuena el magnífico concierto/ de tu espléndida tierra ecuatoriana,/ allí donde al ceñir el Chimborazo/ baja el sol de los Incas en guirnalda. // Salve, cóndor, audaz del pensamiento!/ Dígnate descender hasta mi estancia: /¡Que yo toque contigo las estrellas. /aunque ruede después bajo tus alas!//

En 1.881 también fue la tercera edición de la Odisea del alma en 27 págs. comentada por el literato alemán Robert Marlon. I en esas andanzas literarias gastó tres años de su vida hasta que a fines de 1.883 logró realizar su proyectado viaje a Guayaquil tras la toma de la ciudad por los Restauradores y Regeneradores. Venía al Ecuador «para que otros poetas asumieran la enseñanza del ideal que por largo tiempo y por ardua senda han conducido hasta aquí mis débiles manos».

El país entero y la intelectualidad en especial se conmovieron. Luis Cordero desde Cuenca le reprochó su larga ausencia. ¡Ha regresado al fin el gran poeta nacional! El Jefe Supremo del Guayas, Pedro Carbo, le extendió enseguida el nombramiento de Rector en la Universidad de Guayaquil, que Llona aceptó, rechazando el rectorado de la Universidad de Popayán y la Subsecretaría del Ministerio de Interior y Relaciones Exteriores del Ecuador que le llegaron al mismo tiempo.

Ese año editó en Guayaquil once sonetos titulados «Páginas de la Restauración» en 13 págs. y fue designado Director Nacional de la Escuela de Artes y Oficios de Quito pues el rectorado de la Universidad de Guayaquil, dada su reciente creación, era más bien honorario. También sacó por la prensa su discurso «Ante la estatua de Rocafuerte» y varios sonetos en 11 págs. así como su pequeño volumen de sonetos dedicados al II Centenario de la muerte de Pedro Calderón de la Barca, en 11 págs. que ofreció a su amigo Manuel Tamayo y Baus.

Igualmente, a fines del 83, se hizo cargo de la dirección del diario «Los principios», fundado por Angel Polibio Chávez a raíz de la toma de Quito. Llona le dió carácter eminentemente literario pero dejó de aparecer el 21 de Mayo de 1.884 por falta de imprenta; pues, la que los cobijaba, tenía que publicar la colección de leyes sancionadas en 1.883.

A los pocos meses presidió la legación del Ecuador a Colombia, hacia donde viajó con su esposa y secretarios. Primero visitó a su querida Arcadia cerca de Cali. Allí fue recibido en triunfo por amigos y parientes y encontró que sus obras eran leídas y estudiadas con fruicción. Fué quiza, el momento más grato de su vida, pues todos sus trabajos y desvelos quedaron ampliamente compensados por tan hermosa acogida. Después residió en Bogotá y en 1.886 estuvo de vuelta en Guayaquil y asumió el rectorado del Colegio San Vicente del Guayas por cuatro años.

Entre 1.887 y el 88 arrendó y dirigió el periódico trisemanal «Los Andes» dándole un carácter literario. El 88 editó «El amor Supremo» en 50 págs. El 89 se distinguió por sus ataques a los conservadores. Escribió varios sonetos políticos bajo el pseudónimo de «Regulo» y colaboró en «El Nacional» y «El Globo». Entonces los católicos se llamaban «Católicos Republicanos». En 1.891 autorizó a la Editorial Garnier Hnos. de París, la edición de una colección de sus poemas líricos en la «Biblioteca Poética» de enorme circulación en España y América Latina. El volumen apareció en 1.893 bajo el título de «La Estela de una Vida» en 274 págs. con hermosísima litografía de su rostro, Nota biográfica, Juicios e índice. La obra constituyó un éxito editorial y sirvió para cimentar aún más su fama internacional. En 1.894 sacó a la luz «En la muerte de mi ilustre amigo el gran repúblico y filósofo poeta Dr. Rafael Núñez» en 14 págs. con poesías e índices. Para el Incendio Grande en 1.896 emigró de Guayaquil perdiendo sus bienes.

A fines del siglo vivía en Lima y escribió uno de los tres tomos de que se compuso la colección que el gobierno del Perú publicó sobre la Guerra del Pacífico». En 1.900 volvió a Guayaquil y desempeñó la Dirección de Estadísticas de la Aduana, luego pasó a Portoviejo como rector del Colegio Olmedo y Juez de Cuentas en Manta. Entonces contrajo matrimonio su hijastra Lastenia de la Jara Larriva con Ulises Cevallos Bowen en hermosísima fiesta campestre amenizada por numerosos brindis en verso.

En 1.904 vivía nuevamente en Guayaquil, colaboraba en el diario «La Nación» y atravesaba una aguda pobreza. Su amigo Juan Antonio Alminate le cedió la dirección de la Biblioteca Municipal para ayudarle. El Concejo Cantonal le rebajó el sueldo de 200 sucres mensuales a solo 150 y eran diez de familia.

En 1.905 el gobierno del Presidente Lizardo García le otorgó una pensión de docientos sucres mensuales. Moraba en una casita de un piso, de madera, en la calle Colón entre Chimborazo y Boyacá. Allí se reunían varios poetas jóvenes a charlar: Joaquín y Emilio Gallegos del Campo, Tomás Ampuero, Luis Vernaza, Miguel Lima, Vicente Paz Ayora, Flavio Ortiz Navarro, León Benigno Palacios, Modesto Chávez Franco, atendidos por su hijo Alvaro Llona Marchena que también era poeta. Los redactores del «Diario del Pueblo» lanzaron la idea de su coronación, apoteosis que se realizó con las solemnidades de esta clase de acontecimientos en los salones de la Sociedad Filantrópica el 10 de Octubre de 1.907 por manos de la poetisa Dolores Sucre y Lavayen, prima lejana de su esposa.

Meses después, perseguido por alguna necesidad imperiosa, empeñó su corona de oro y ésta se perdió, reapareciendo en la década de los años 30 cuando el señor Leonardo Hernández Mogner la obsequió a la Universidad de Guayaquil.

En sus últimos tiempos fué mantenedor de los Juegos Florales. «Era un anciano de patriarcal aspecto, de imponencia venerable, de contextura fuerte que debió haber sido prócera en sus años plenos, de mirada penetrante y viva, barbado de plata hasta la pechera, cabellera platina, abundante y recia, encorvado ya con esa jibosidad inicial senil, esguinzado el busto a la izquierda, pero todavía de andar menudo y ágil con ayuda de un grueso bastón de gancho en la diestra. Un grueso capote gris era su característica visible y abrigaba el frío de su ancianidad. Falleció el 5 de Abril de 1.907 en Guayaquil.

«Su poesía fué dolorosa como correspondía a un romántico, llena de amarguras, de reminiscencias de un pasado añorado y feliz, de un presente pesimista y de un horror al futuro que quiza avisoraba pobre y gris. Creía en una divinidad terrible y vengadora, su sentimiento teísta era amplio y vago, siendo metafísicos sus dolores, lo cual confirió a su poesía cierta grandeza. ¡Confió en el destino del hombre, amó a la naturaleza y se angustió frente a Dios».

También se ha dicho de él «que tuvo un florecimiento continuo, fruto de una alma excepcional, pictórica en decires y sentires» y de grandiosa inspiración; por eso prodigó su esto grandilocuente en demasía, en composiciones mayores y en campos filosóficos sobreabundantes, siempre vestidos con novedad y brillo, como era la veste de su alma triunfal.

De estatura un poco más que regular, nervioso, atlético, de pelo cano, nariz bien formada y grandes bigotes. Su figura había sido elegante y distinguida. Con las damas, profundamente cortesano, amantísimo esposo en sus dos matrimonios, existen numerosos versos dedicados a ambas señoras.

De su «Odisea del alma» canto que tiene tres partes: La vuelta del alma hacia el pasado, La vuelta a la realidad y el combate diario; se toma el siguiente fragmento: //Yo también! yo también ¡Oh madre! siento/ del lidiador intrépido y del vate/ dentro de mi alma, el generoso aliento!/. También para el olímpico combate/ el potente vigor y el ardimiento!///!Yo, por las venas de mi ser difusa/ Siento una llama ardiente, un fuego santo;/ Y en mis entrañas una voz confusa./ Como la voz de la divina Musa,/ Como un contínuo y melodioso canto!// y aquella voz recóndita y extraña/ Llena de misteriosas vaguedades,/ Por doquiera mis pasos acompaña,/ Junto al río, en el valle, en la montaña,/De la selva en las vastas soledades…//

Los caballeros del Apocalipsis.- Fragmento.- //Ciegos huyen en rápida carrera;/ Y, de terror en hondo paroxismo,/ En confuso escuadrón y espesa hilera,/ Derechos corren al profundo abismo;// por largas horas, en combate crudo,/ A invencible falange resistieron;/ Mas, arrojando al fin lanza y escudo, / La rauda grupa del corcel volvieron;// pálidos, polvorosos, jadeantes,/ Tendido con espanto en los arzones,/ Cual lívidos fantasmas, anhelantes, /Aguijan sin descanso sus bridones;// Toscos soldados, fieros capitanes,/ Revueltos huyen como indócil horda,/ Y de sus voladores alazanes/ El sonante tropel la tierra asorda;// Por la llanura y la infecunda arena,/ Por fragosas pendientes y peñascos,/ cual sordo trueno a la distancia suena/ El rudo tropel de los férreos cascos;// El horizonte y soledad agreste/ Devora ardiente su mirada ansiosa,/ Y cerca ya la vencedora hueste/ les parece sentir, que los acosa;// y el sentir les parece ya en el ruido/ Del contrario bridón que les alcanza,/ Y en su espalda su ardiente resoplido,/ Y entre sus carnes la punzante lanza!…///Por entre el polvo, a la menguada lumbre/ la expresión de los hórridos afanes/ se ve de la apiñada muchedumbre/ y sus desesperados ademanes!// El uno, allá en el fondo, al firmamento/ Dirige inenarrable una mirada/ Y alza en su mano trémula, sangriento,/ el trozo inútil de su rota espada! // Crujiendo el otro de furor los dientes,/ De su fuga en los ímpetuos veloces,/ Ambos abiertos e imponentes/ Al cielo eleva con airadas voces! // Y ayes, imprecanciones y gemidos/ Por el rigor lanzado de los Hados/ todos por fuerza incógnita empelidos,/ Todos en confusión atropellados,// Alla van! cual ondeante se arrebata/ Furibunda corriente estruendorosa/ Y, cual rauda viviente catarata,/ Van a hundirse en la cima pavorosa!//Horror! Horror!…de todos el primero,/Cuan aún el brío del corcel irrita, /Desde el borde del gran despeñadero/ Ya al abismo sin fin se precipita.//