Archivo de guayaquil

Rosita Campuzano

Posted in poemas with tags , , , , , , , , , on septiembre 17, 2008 by edmolin657

DAMAS DE ANTAÑO


Cuando en 1852 arribó a Guayaquil la Flota francesa al mundo del Almirante Février des Pointes vino en calidad de oficial naval Monsieur Pierre Pointel, autor de «Diario de Viaje» que publicó en París en 1866. De su lectura se desprende que las damas antiguas de Guayaquil eran hablantinas y sociables, muy dadas a las reuniones de familia en las que hacían las delicias de los convidados con numerosos manjares y refrescos, al cual más apetitoso y complicado.Blancas de piel, de tez sonrosada y bajas de cuerpo, poseían la grácil figura de las mujeres de trópico y el encanto moruno de España, unido todo en un fino deslizar de crinolinas y abanicos que soplaban aires perfumados por doquiera que ellas trajinaban.

Así las describe el caballeroso turista Pointel y así quiere grabarlas mi pluma en la imaginación del lector, y como de nada serviría una simple descripción física, estudiaremos su idiosincracia a través de algunos ejemplos que denotan sus principales rasgos de carácter.

ROSITA CAMPUZANO:
LA PROTECTORA
Se debe al inmortal Ricardo Palma autor de «Las Tradiciones Peruanas», el conocimiento que tenemos de nuestra compatriota la hermosa guayaquileña Rosita Campuzano, bautizada por la maledicencia limeña con el remoquete de «La Protectora», por ser amante del General José de San Martín, «Protector» del Perú y Libertador de Argentina y Chile.

Palma la conoció de joven hacia 1847 cuando ella era cincuentona, caminaba apoyada en una muleta de madera y vivía en extrema pobreza en unas habitaciones ubicadas en los altos del edificio de la Biblioteca Nacional de Lima, que se las había cedido el ilustre Director Dr. Francisco de Paula Vigil, casi por misericordia. En su juventud nadie había ayudado más que Rosita Campuzano a la causa libertadora, prestando valiosos servicios a la futura república peruana. Prueba de ello fue que el propio San Martín, siempre parco y meticuloso, incapaz de escandalizar a la sociedad como lo haría después Bolívar, se rindió a las evidencias y cuando fundó la Orden del Sol por decreto del 11 de enero de 1822 la designó Caballeresa, colocándola a igual nivel que las más encopetadas matronas de la época y otorgándole una banda roja y blanca, con la siguiente leyenda bordada en letras doradas: «Al patriotismo de las más sensibles».

A más de Rosita solo tres ecuatorianas alcanzaron tan alta presea: Manuelita Sáenz, la libertadora del Libertador; Mercedes Decima-Villa, que acompañó a su esposo de Almirante Juan lllingworth en el sitio naval de El Callao y María Aguirre Abad, esposa del doctor Francisco Marcos, Vice Presidente de la Gran Colombia en 1826. Bien por Guayaquil que dio tres caballeresas de las cuatro.

INICIA SUS AVENTURAS
Según se cree, porque nada hay probado en la vida de nuestra paisana, Rosita comenzó a correr el mundo de solo 19 años de edad en 1817, yéndo a Lima del brazo de un español cincuentón. En 1818 ya estaba más avispadita y cambió al peninsular por otro de más copete, el general Domingo Tristan, que la presentó a mucha gente de viso y la instaló en una lujosa mansión de la calle de San Marcelo, sitio de concurrencia obligada de lo mejorcito del intelecto y de la juventud de la ciudad virryenal.

Uno de los más interesados en ella fue el cuencano José de Lamar y Cortázar a la sazón segundo después del Virrey en el gobierno español en Perú; pero como Rosita era patriota, logró convencerlo de las ventajas del nuevo régimen que se avecinaba con la presencia de San Martín en el sur y al fin se salió con la suya y Lamar y Tristán se cambiaron al campo patriota.

Varios autores afirman que Rosita también se entendía con el Virrey La Serna y que algunos planes militares pasaron por ella a conocimiento de los patriotas que acampaban en Huaura. Luego cambió a sus anteriores amantes por el apuesto General Tomás Heres, Jefe del Batallón Numancia, logrando que Heres y 900 soldados se hicieran patriotas, con lo que el régimen español quedó herido de muerte. ¡Repámpanos! ¡Qué mujer y encima guayaca por los cuatro costados! ¿Qué es de nuestro municipio que no le ha levantado una estatua?.

CONQUISTA A SAN MARTIN
Desde 1821 puede decirse que la Campuzano es amante de San Martín, por ese año la noticia se regó en todas las calles y plazas de Lima a pesar de que jamás se los veía juntos. Ella tampoco daba qué hablar a la gente pues guardaba su sitial detrás del héroe y a su sombra. Lamentablemente San Martín no tuvo la vena romántica y salvaje que caracteriza a los seres apasionados y a los pocos meses, de una pasión que fue sol y llamas solo quedaba rescoldo y cenizas; Rosita siguió su camino, condecorada, bella y patriota, pero su hora mejor había pasado.

Palma nos cuenta que por 1860 falleció pobre en Lima, ayudada con pensión mensual que le fijó el Congreso Nacional del Perú en premio a los servicios prestados en la independencia. Se le conoce un solo hijo llamado Alejandro Weniger Campuzano, que falleció joven y soltero a consecuencia de heridas en una batalla de las muchas que hubo en el Perú durante el siglo pasado.

Este desgraciado muchacho fue fruto de los amores, quizá los últimos de Rosita, con el alemán seco y vulgar propietario de dos almacenes Juan Weniger, que jamás la ayudó en su desgracia y hasta le quitó al niño para educarlo interno en un colegio limeño. ¡Pobre compatriota nuestra, pero qué carácter!.
Fuente: Biblioteca Rodolfo Pérez Pimentel

 

Crónicas de Guayaquil

Posted in Author's name, historia with tags , on agosto 19, 2008 by edmolin657

CRONICAS DE GUAYAQUIL
El primer Cronista que dio noticias de Guayaquil fue Cristóbal de Molina quien narró los trabajos de la ciudad para surgir del medio inhóspito que la rodeaba. Molina fue de los segundos conquistadores del Perú, partidario del bando almagrista y sufrió serias persecuciones. En su obra «Conquista y población del Perú» escrita en Lima en 1552, indica que el pueblo de la Culata no durará mucho tiempo y se quedará sin gente porque en sus cercanías hay una montaña formadas por árboles de mangle, muy altos, derechos y tan duros que hacen pedazos las hachas conque se trata de cortarlos y la tierra está llena de surtidores y manglares que tornan difícil la vida.

Después de esta lectura se comprenderá la lentitud con que Guayaquil surgió en sus primeros años pues sus pobladores ni siquiera contaban con instrumentos de labranza adecuados y sus rudimentarias hachas eran ineficaces y se rompían al punto que debió serles muy duro comenzar: sin embargo, el Sochantre Molina, parece que juzgó muy a la ligera, sin considerar la fuerza de carácter y la tenacidad de nuestros mayores y cuan asombrado quedaría hoy si reviviera, viéndonos tan adelantados, cuando nos desahució en su Crónica.

También se habla de Guayaquil en el Capítulo V titulado «Descripción breve de toda la tierra del Perú» que forma parte de la obra «Descripción y población de las Indias», escrita entre 1596 y 1607 por Fray Reginaldo de Lizarraga, sacerdote aventurero y jovial, bautizado como Baltazar, nombre que cambió cuando entró a religión. Lizarraga era un viejo conocedor de estas comarcas a las que había llegado cincuenta años antes con sus padres, recorriéndolas a gusto y antojo y observando todo con atención. Lo que menos le atraía en Guayaquil eran sus casas abiertas, de madera y con techos de hojas de bijao, que permitían la cría de insectos y sabandijas como sapos muy grandes, culebras, víboras venenosas y ratones en cantidad, etc. Cuenta que «estando sentado a la mesa y en casa de personas pudientes, observó con toda la familia a una culebra en el techo corriendo tras un ratón y que casi se desmayó del susto; sin embargo, el anfitrión no se tomó la molestia de comentar el incidente, explicando al final de la reunión que las culebras eran beneficiosas en casa como exterminadores de ratas y que en todos los hogares había alguna en el techo dedicada a ese honorable pasatiempo». ¡Cosas del país!

También protestó por «la cantidad de zancudos y mosquitos, de lo más inoportunos y fastidiosos, que no le permitían descansar en paz ni de noche ni de día, con sus eternos ataques y zumbidos»; opinó desfavorablemente de «la forma y situación de la ciudad, endilgándole frases despectivas por estar en un mal asiento con figura de silla estradiota y para colmos, solo se podía arribar a ella con marea creciente y salir en menguante, por ser mucha la correntada de la ría.»

¡Observó sucesos y cosas beneficiosas anotándolas cuidadosamente para la historia chica. Pintó «sus alrededores con grandes bosques de mucha y muy buena madera que se exporta a la ciudad de los Reyes. «Dice que la carne de puerco es sana, la de aves bonísima y el agua agradable y hasta medicinal porque en las cercanías del cerro crece en forma silvestre el arbusto de la zarzaparrilla, de donde se obtiene una cascarilla con fines depurativos que sirve para curar las enfermedades contagiosas de la piel y sobre todo las venéreas», contando que «para la persona afectada del mal francés o bubas no hay nada mejor en la tierra.»

«Yo vi un hombre enfermo de sífilis en el valle de Riobamba, que ni siquiera podía comer con sus manos y que en hamaca fue traído a Guayaquil. A los seis meses le reconocí en Lima totalmente curado, como si nunca hubiera estado afectado y a otros muchos más he visto volver sanísimos del puerto. Suficientes excelencias éstas para contrarrestar las plagas referidas» -apunta Fray Reginaldo- pero nosotros no estamos de acuerdo con tan distinguido viajero en eso de diagnosticar sífilis al pobre riobambeño, porque pudo adolecer de reumatismo y al llegar a un clima caliente mejoraría con el tiempo y en Lima, que tiene clima seco, curaría totalmente.

«El maíz es muy blanco y aunque no se da el trigo, la gente se conforma consumiendo panes de fruta pan o yuca, que son blancos, suaves y me gustaron más que el de trigo. Las naranjas y limas son sabrosas, pero las badeas realmente superan en gusto a todas las demás frutas de Guayaquil, pues son tan grandes como un melón y de color verde, su interior es blanco y suave, con pepitas unidas entre si por un caldillo y cuando todo esto se come me parece en gusto a las uvas moscatel de España.» ¡Ah goloso! Cuántos “come y bebe” te habrás mandado al buche. Si me parece estar viendo a Fray Reginaldo, gordo y gozador como buen turista, probando la comida y metiendo sus curiosas narices hasta en el techo donde se asustó con las culebras y ratones. Y así, Fray Reginaldo se despidió de Guayaquil y pasamos con él hacia el golfo, para que nos siga relatando sus curiosas aventuras.

«Los caimanes, enormes bichos, son muy dormilones y cuando duermen no hay quién los despierte. Cerca de Panamá ocurrió el caso de tres doncellas que fueron a un estero a bañarse y ya escurridas se sentaron sobre una peña de la orilla como a eso de las siete de la noche, hora en que todo está obscuro por falta de luz. En eso, una de las bañistas se hincó la mano diciendo: ¡Qué peña tan espinosa! Y empezó a palparla tomando la cola del caimán y alzándola para verla mejor; aquí su sorpresa fue grande porque jamás se imaginó estar sentada sobre una bestia y dando voces llamó a sus compañeros que con espadas mataron al saurio, que seguía dormido y ajeno a los sucesos del cuento.! Que rico sueño el de ese caimán! opinó nuestro guía y ¡Qué suerte la de las niñas agregamos nosotros, porque de haberse desvelado el saurio, no habría escapado ninguna de ellas.

«Los caimanes son muy amigos de comer perros y caballos y al distinguirlos en las balsas las siguen mucho trecho en espera de agarrarlos para darse un banquete descomunal, digno de su apetito. Cuando están cebados con carne ya no gustan del pescado y es de ver los esfuerzos que realizan para conseguirla, esperando largas horas en la orilla a ver si agarran en sus mandíbulas algún bicho viviente, llámese pájaro, animal o gente. ¡Así son de caprichosos!»

«Existen tres clases de naturales. Los Huancavilcas son blancos, limpios en sus vestidos, bien dispuestos con el resto de la población y de recto parecer. Se dedican al comercio y usan arcos y flechas así de continuo. Otros indios hay llamados Chonos o Chonanas que habitan en la región de Daule, belicosos, portan arcos y flechas, son de tez curtida, tiene el cabello sujeto en alto y terminando en moño y el cogote nuca trasquilado, por eso los demás los afrentan al grito de Perros Chonos cocotados, que les enfurece enormemente, como es de suponer. Entre ellos se practican vicios nefandos (sodomía) cuyo único castigo es el fuego.»

«Otros indios hay que llaman lampunas pero las gentes les dicen Perros lampunas come – obispo» por haber saboreado la carne de Fray Vicente Valvcrdc, Obispo del Cusco en tiempo del Marques Francisco Pizarro.

«Estos, lampunas son de origen distintos a los Huancavilcas y desde antaño tenían punto tocado con sus vecinos de la ribera opuesta del golfo: los Tumbecinos, a quienes decían traidores por ser parte del Incario y los punaes en cambio se preciaban de mayor antigüedad y ser chimúes. Son grandes marineros y tienen fama de construir las mejores y más livianas balsas de toda la Mar del Sur. Labran chaquiras de oro de finas y retorcidas hebras que las mujeres de España tienen en gran estima y usan como collares para sus gargantas.»

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