Archivo de teatro

El legado de Martínez Queirolo

Posted in notas periodísticas with tags , on octubre 12, 2008 by edmolin657

Cuatro voces hablan de la obra del dramaturgo guayaquileño que le fue fiel a una forma de hacer teatro.
El dramaturgo José Martínez Queirolo fue uno de los más productivos del país en el esquema del trabajo  apegado al texto que posteriormente  empezaba con el proceso de montaje que se hacía con la lectura de la obra a cargo de los actores. Marina Salvarezza, Antonio Santos, Virgilio Valero y Marcelo Leyton hablan del hombre de teatro y  cuatro de sus obras: “Réquiem por la lluvia”, “QEPD”, “Montesco y su señora” y “Los unos vs. los otros”.Santos fue en varias ocasiones el actor original de las obras de “Pipo”, porque las representó durante sus estrenos en los años 60. Sobre “Réquiem por la lluvia” recuerda que es un monólogo de alta calidad, cuyos derechos fueron adquiridos por los norteamericanos para el aprendizaje del idioma español.Originalmente el dramaturgo lo escenificó y luego fue llevado por todo el país por el quiteño Antonio Ordóñez. Santos lo escenificó en España durante una temporada. El personaje es la lavandera Jesusa, que tiene que vivir con el dinero que gana de su oficio y soportar a un marido borrachín, que no consigue trabajo por su edad y por ver que su mujer sí tiene una labor.“Es una obra de una denuncia maravillosa, además de una belleza literaria extraordinaria, mucha calidad y mucho amor… Se trata de un clásico en el teatro ecuatoriano, que se ha hecho en todo el país y por América Latina”, señala Santos.  “Réquiem por la lluvia” podía ser preparada para verse en las tablas entre uno y tres meses, dependiendo también de la disponibilidad de los actores que en los 60, así como ahora,  tenían otras actividades paralelas. “Pipo” es descrito por Santos como alguien que se deleitaba viendo sus obras en escena. Virgilio Valero recuerda con cariño la pieza “QEPD”, la más representada, por ser una de las más interesantes pues encierra una crítica, desde el humor negro, de los estamentos sociales. La pieza presenta a una sociedad en decadencia a través de una pareja de cadáveres que ya se descubren muertos en la misma vida, evidenciando la gradual degradación de la sociedad por la pérdida de sus propios valores. Valero reconoce que los personajes de Simón y Enriqueta solo descubren un viso de humanidad al reírse cuando los gusanos se los están comiendo.
“Pipo” es descrito por Santos como alguien que se deleitaba viendo susobras en escena …
El director del Teatro Ensayo Gestus admite que la obra ha marcado giros en su carrera al haberla escenificado en 1984 cuando estaba al frente del Teatro Universidad Católica, con el título Hasta que la muerte nos separe; cuando se fundó Gestus en 1988 la incluyó en el espectáculo Dos autores un público, junto Al más extraño Idilio de Tennesse Williams; en 2005, bajo la dirección de Bernardo Menéndez, se escenificó “QEPD” con la dramaturgia de “Pipo” y la inserción de elementos multimedia en el montaje.El dramaturgo fue consultado paso a paso para este proceso, que tardó cuatro meses en gestarse y cuyo resultado fue presentado en el Festival de Teatro de La Habana, por pedido de los organizadores.  A partir de ese montaje surgió el ensayo “Un féretro de lujo”, donde el crítico cubano Abel González Melo establece que “Queirolo representa en Ecuador lo que para nosotros pudieran ser Abelardo Estorino o Antón Arrufat, en sus búsquedas divergentes pero marcadas por un afán de cambio y vanguardia”. Así la dramaturgia de “Pipo” se abrió a la observación internacional, sin embargo faltaba el homenaje que se realizó en Guayaquil en 2006; fue entonces cuando el dramaturgo volvió a actuar junto a Marina Salvarezza en “Montesco y su señora”.Salvarezza, actriz y directora del Teatro Experimental Guayaquil, recuerda que ese montaje sirvió para llevar a las tablas la pieza que poseía una comicidad muy pegada a la realidad del matrimonio de cualquier época y lugar. “Fue producto del ingenio de José Martínez Queirolo, quien imaginó que Romeo y Julieta no mueren, sino que siguen viviendo como marido y mujer. La pareja tiene hijos, y su realidad ha sido reubicada en una época moderna, y ahora llegando a los 50 ó 55 años se echan en cara todo  lo que implica la vida en pareja. Salvarezza  considera que el equilibrio entre ambos personajes está bien logrado. Para la actriz la escritura de Martínez Queirolo era para los jóvenes ya que él creía que a las personas mayores era casi imposible cambiarlas para que transformen el mundo. Salvarezza, Santos y Valero concuerdan en que “Pipo” escribía textos para ser representados, donde se desnudan las almas de las clases sociales a través de un teatro muy local y a la vez universal.El actor Marcelo Leyton, del grupo Arawa, considera que Martínez Queirolo y su obra “siempre serán una referencia necesaria dentro de la historia del teatro nacional. Sin duda que el valor de su dramaturgia radica en la confección de personajes tipos, cuyo humor e ironía en el tratamiento de situaciones permiten una fácil empatía, de ahí la popularidad de algunas de sus obras, sobre todo La casa del qué dirán,  o Don Montesco y su señora. En Los unos vs. los otros, el compromiso y  la denuncia se hace mucho más evidente. Quizás por eso, es que su obra tiene mucha acogida y es una de las más representadas.  He ahí su legado”.
Antonio Saltos
Sobre “Réquiem por la lluvia”
“Es una denuncia de la gente humilde, porque ‘Pipo’ era un hombre de denuncia social, pero con calidad literaria”.
Virgilio Valero
Sobre «QEPD»
“Él utilizaba la farsa y por ello podía jugar con la ironía  de forma muy corrosiva y descarnada”.
Marina Salvarezza
Sobre “Montesco y su señora”
“Sus obras son farsas con un hondo pesimismo sobre la actual condición humana”. Walter Francowfranco@telegrafo.com.ecReportero – Cultura

José Martínez Queirolo

Posted in poemas with tags , , on octubre 12, 2008 by edmolin657

JOSE MARTINEZ QUEIROLO
DRAMATURGO.- Nació en Guayaquil el 22 de Marzo de 1.931 y fue el tercero de una familia compuesta de seis hermanos que crecieron en la vieja casa familiar de Diez de Agosto entre García Avilés y Rumichaca, propiedad de la abuela paterna Manuela Salazar Pérez de Martínez.

Fueron sus padres legítimos el Lic. Miguel Martínez Salazar, egresado de Medicina que siempre estaba ausente porque ejercía su profesión en los pueblos del litoral. El 14 sirvió en la campaña de Esmeralda, el 41 le tocó la invasión peruana en Balao, se refugió en Guayaquil, después trabajo en Boliche y en otras localidades hasta su muerte ocurrida en los años 60 y Blanca Queirolo Atella, guayaquileños.

Recibió las primeras letras de las Señoritas Salcedo en la calle Colón, la primaria en el Liceo América del Profesor Carlos Estarellas Avilés y como el 38 su madre pasó a trabajar en los recién inaugurados Almacenes Queirolo de Quito, alquilaron una casita en la Junín 70 del barrio de la Tola y asistió en la escuela San Juan Bosco de los Salesianos pero al poco tiempo regresamos a la casa de mi abuela. «Me impresionó la ciudad y desde entonces prometí volver cuantas veces pudiera».

«Era un niño sensible, de temperamento tranquilo. Me decían Pipo por mi abuelo Giusepe Queirolo. Mis tíos me corregían con severidad supliendo la falta de mi padre y hasta me encargaron los cobros de la planta baja, donde escuché las más peregrinas historias para no pagar. Yo les creía y muchas veces lloraba con ellos. Mi abuela hacia leer en los almuerzo el capítulo del día tomado del libro El Año Cristiano y como rezaba el rosario por las noches, pasaba por perfecta Católica. Yo le hacia de Sacristán y cuando me equivocaba con el saumerio me daba cocachos. Mi tristeza era permanente pues no me dejaban bajar a jugar con los demás niños del vecindario porque según decía, eran muchachos de la calle».
«Para la estación invernal nos trasladábamos a la hacienda Santa Ana cercana a Vinces de mi tío abuelo Bolívar Salazar Pérez. Sus peones cuando venían a Guayaquil, tenían la costumbre de alojarse en nuestra casa trayendo de regalo canastas con frutas de la estación».

«Estudiaba en el Instituto Nacional del Profesor José Mendoza Cucalón ubicado frente a la casa de los Lascano y por eso presencié el enamoramiento de mi tío Marco con Maruja Lascano». Cuando tenia 9 años llegó un circo al vecindario, quedó cautivado y le resulto fascinante el poderse comunicar con algo tan divertido, «Me apasionó tanto que hasta inauguré mi propio circo y a mis primos y hermanos los puse a trabajar de payasitos o domadores de leones con los pobres gatos del barrio».

Por entonces lo llevaron al cine, vió «Lo que el viento se llevó», el hechizo fue instantáneo, fue un amor paralelo al del circo «e inmediatamente me hice fanático».

La teatralidad la llevaba en su sangre por cortesía de su madre, «Ella era muy teatrera hasta cuando estaba brava pues se miraba en el espejo para ver la cara que ponía y tenía un carisma que hacía que fuera popular donde quiera que iba».

«En la Secundaria me mandaron interno al Asilo Santistevan que no me agradó por el exceso de disciplina. A causa de mis buenas calificaciones presidí las Asociaciones Domingo Savio y Juan Bosco y quisieron enviarme al Seminario de Cuenca, donde posiblemente hubiera terminado como mal sacerdote por mi falta de vocación. En una visita de mi madre se lo comunicaron y ella se entusiasmo tanto que levantando los brazos al cielo agradeció a Dios. Yo observaba esta escena con terror y me hice rebelde aprendí a fumar, terminé mentiroso y boca sucia. Entonces volví interno al Instituto Nacional donde sólo encontré estudiantes mayores y como no había tercer curso, al siguiente año, el 46, me cambié al Aguirre Abad, que funcionaba mixto en un estrecho edificio en Chimborazo entre 9 de Octubre y Vélez bajo la dirección del Profesor Carlos Coello Icaza».

Introvertido y tímido, tanto en el Instituto Nacional como en el Aguirre Abad sus compañeros le pegaban y se burlaban de él y como su padre lo pelaba a mate – así el corte le duraría hasta la próxima vez que lo veía – le molestaban tirandole naranjas chupadas a la cabeza. «Leía mucho, sobre todo las revistas y libros de mi tío Marco y hasta escribía versos por simple afición. Los libros de la casa y las novelinas de folletín de mi abuela me estaban prohibidos; mas, cuando ella salía al centro, me daba gusto leyéndolas».

«Al poco tiempo gané con el «Canto a Bolívar» un Primer Premio en el Concurso de Poesía sobre el Libertador y me dieron una linda Colección de Libros, Mis profesores fueron Jorge Pérez Concha, Jorge Zavala Baquerizo, Enma Esperanza Ortiz, etc. Durante las vacaciones, mi tío Octavio Arbaiza Márquez de la Plata me empleo de inventariador de la Empresa Eléctrica. Entre el 48 y el 50 aprendí piano en el Conservatorio Nacional de Música con Blanca Muirriagui pero salí cuando mi familia tuvo que vender el instrumento en un apuro económico».

«Graduado de Bachiller en 1.950 fui de los primeros que rindieron examen de ingreso en la Ciudadela. Quise ser Arquitecto pero no aprobé, entonces usaba barba y seguí tres años de periodismo, tuve de compañeras a Dora Durango, Jacinta Coello y de profesores a Humberto Salvador, Justino Cornejo, Abel Romeo Castillo, volví a la Empresa Eléctrica como mensajero aunque pronto fui ascendido a Dibujante – Calculista con S/. 1.500 mensuales de sueldo».

Se desesperaba por conversar con la gente pero su timidez se lo impedía, pronto descubriría que la única forma de comunicarse con los demás era escribiendo pues ahí no sentía vergüenza.

La trágica muerte de su hermana Azucena – quien también era escritora – y se echó por la ventana de una clínica porque la habían llenado de remedios, estaba hinchada y no pudo soportarlo, le puso en contacto con la dureza de la muerte.

«El 53 entré a la Facultad de Ingeniería. En los bajos funcionaba la Facultad de Filosofía y Letras, conversaba con sus alumnos, les enseñaba mis relatos y no se reían. Hacia teatro con Gerad y Raymond Raad Dibo, Ana Julia Rugel, Ramón Arias, etc. La FEUE de Guayaquil editó una colección de «Diez cuentos universitarios», selección de Walter Bellolio con cuentos de Pepe Solís, Alsino Ramírez Estrada, Eugenia Viteri, Pedro Sorroza Encalada y dos míos que fueron «Cita en el alba» y «5a. M» El prologo corrió a cargo de Sergio Román Armendáriz». El 55 cumplió el servicio militar en la escuela de artillería Mariscal Sucre de Quito. Allí escribió dos obras de teatro: Los que volvieron y la vida en el cuartel.

El 56 pasó a Avaluador del Plan Regulador Municipal y logró el Laurel de Oro y Brillantes en los Juegos Florales del programa radial «Vida Porteña». El 58, con sus cuentos «El Agujero» e «Historia del niño que quería ser negro» ganó los dos primeros Premios en el Concurso de relatos Jacinto de Evia, convocado por la revista «La Calle» de Quito que dirigía Alejandro Carrión, quien escribió una critica muy laudatoria, siendo el espaldarazo nacional que necesitaba. El Jurado estuvo compuesto por Carrión, Humberto Vacas Gómez y Pedro Jorge Vera.

El 59 egresó de Ingeniería sabiendo que su vocación eran las Bellas Letras. La Universidad de Guayaquil editó «‘La lluvia muere en silencio» en 123 pags. y prólogo del Prof. Ezequiel González Mas, con trece de sus cuentos (La lluvia muere en silencio, Cita en el alba, El Monstruo, Se alquila la radio, Se Alquila, Negro, La Bestia, Rabia, El Agujero, Historia del niño que quería ser negro, Los Pérez, Los Ciegos) el título fue tomado del primero de ellos. González. Mas relevó la canción ternísima de su alma púdica y veraz, la vena nostálgica de sus sentimientos en el cuento «Se Alquila» donde la casa deshabitada, el hogar vacante, resucita lluviosos fantasmas y el héroe – el propio autor – huye hacia las llanuras del mar. En otro relato «Los Pérez», regresa a los años mozos. Esta nota de humorismo sardónico a veces amargo y en otros líricos, constante desde sus primeros trabajos, se repetiría siempre en sus obras. Su Teatro a veces es lineal, simple y directo, farsesco, busca a través de la peripecia o de la vida relievar los prejuicios, las injusticias y establecer un orden natural que la civilización ha corrompido. En otras ocasiones el asunto se torna serio, es cuando a través de imágenes surealistas trata de encontrar la luz interior del hombre, huyendo de todo encasillamiento frustrante y de todo egoismo empequeñecedor, a través de la sencillez y la ternura, para desembocar nuevamente en la realidad, aunque vista con la magia de un lirismo solidario. En ambos casos ha tenido éxito, pues es de aquellos autores que por su buen manejo de lo popular nunca yerra.

Ese año se empleó de Dibujante-Calculista en el Ingenio San Carlos con S/. 4.000. Viajaba a Guayaquil los fines de semana. Ileana Espinel le enviaba libros y revistas y alentaba su carrera de escritor. Su familia ya no vivía en la vieja casa que terminó siendo vendida, sinó a la vuelta, en Rumichaca entre Ballén y Diez de Agosto, propiedad de los Valeros y con su poema «Caín», fantasía que trata sobre el perdón que solicita a su hermano Abel, ganó el Tercer Premio en el Concurso Nacional de Poesía del Diario «El Universo», compartido con «Glosario de la Soledad» de Enrique Noboa Arízaga. La noche de premiación, viniendo en una gabarra, al saltar a tierra calculo mal, se mojó, tuvo que ir a cambiarse de ropa y llegó atrasado al acto. La Embajada norteamericana le invitó a recorrer ese hermoso país durante tres meses, pero aunque la idea le agradó al principio, la desechó por ridículos temores a ausentarse tan largo tiempo del país. «A lo mejor me gustaba y no volvía» (1). Triunfaba como relatista, compraba Cámaras Kodak por su afición al Cine especializándose en argumentos domésticos, pero como debía revelar los negativos en los Estados Unidos, pronto se desanimó.

Ese año asistió al Curso de Teatro que dictaban en la Casa de la Cultura Paco Villar y Luis Martínez Moreno, entrenándose en el papel de galán joven de la obra «El Oso» de Chejov que nunca se llegó a representar y cuando Villar se retiró le reemplazó varios meses madame André Champmoynet de Valverde.

Luego formó el Grupo «Agora» con los hermanos Raad, Ramón Arias, Ana Julia Rugel, Miguel Ángel Albornóz, etc. «Hacíamos entremeses y teatro clásico en el aula de la Facultad de Filosofía. El 60 escribí el monólogo «Réquiem por la lluvia», inspirado en mis antiguos inquilinos y por mi simpatía hacía los pobres pues necesitaba emocionar con algo propio. Gustó muchísimo, la estrené en la Universidad de Guayaquil, después fue presentada en Quito en una elección de reina. El protagonista Roldán el hablador irrumpía en el escenario para contar que acababa de matar a su mujer la lavandera, pero no solamente él era culpable sino también la sociedad. Al principio el público no sabia qué pensar, pero luego se iban adentrando en el discurso y terminaban aplaudiendo».

El 62 falleció su madre, la CCE editó «Teatro Ecuatoriano» con cuatro piezas en un acto en 143 págs. El tomo contiene «La casa del qué dirán» de Martínez Queirolo. «Las Ranas y el Mar» de Carlos Benavides Vega a) Alvaro San Félix y «El Mar trajo una flor» de Eugenia Viteri.

 
(1) En los años 60 y por su negativa a visitar los Estados Unidos, le creyeron comunista y durante un viaje a Quito fue llevado al local de la Embajada donde un funcionario ecuatoriano le hizo retratar, posiblemente para tenerlo fichado por peligroso, exageraciones que se dieron durante la oprobiosa, criminal y tonta Junta Militar de Gobierno (1.963-66). Luego, años después, cuando arribó a nuestro país el poeta ruso Eugene Eztuchenko, fue invitado formalmente a visitar la Unión Soviética y ante el asombro de los presentes se negó a ir, también por sus temores, causando sorpresa en los presentes. Total, cortedad, se quedó sin viajar a ninguna parte.
Entre el 62 y el 64 trabajó para canal 2 Ecuavisa redactando comerciales y con Ralp del Campo escribía los libretos para el Noticiero, todo por S/. 1.800 mensuales. Entonces no había videos, solo slides y entonces con Antonio Santos, Alisva Rodríguez y Rosario Ochoa hizo las telenovelas «La Mujer y el pecado» sobre una obra de José Guerra Castillo para radio que tuvo que adaptar a la televisión «Mas allá del rencor» y dos más cuyos títulos no recuerda, con el pseudónimo de Juan Van Goth. A fines del 62 ganó el Primer Premio del Festival Nacional de Teatro con «La Casa del Qué dirán» montada en Enero siguiente en Quito por el Grupo de la Alianza Francesa que dirigía Jacques Thiériot.

El 4 de Abril estrenó en el Sucre «El Baratillo de la sinceridad», que como todo lo suyo es surealista y trata sobre los vendedores de alegrías y tristezas. El 64 triunfó en el Concurso patrocinado por la revista «Cuadernos» de París con el cuento «Historia de la gran guerra», farsa sobre la primera Reforma Agraria, llena de humor negro y tintas cargadas de ridículos pasajes, que en su versión teatral es «Cuestión de Vida o Muerte» y que recién se pudo llevar a las tablas en el Teatro del Núcleo, el 28 de Enero del 76, con el Grupo «Los Guayacanes» entonces dirigido por Isabel Saad de Tacle.

En Febrero del 65, con el grupo «Agora» dirigido por Ramón Arias y formado por alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras presento sus obras «Goteras», «Los Habladores» adaptación del entremés del mismo nombre de Cervantes y «Montesco y su señora» por el IV Centenario de Shakespeare. Ese año el Núcleo del Guayas editó un volúmen de «Teatro» en 113 pags. con las siguientes obras en un acto: 1) Réquiem por la lluvia» Monólogo, 2) «La Casa del Qué Dirán» 3) «El Baratillo de la Sinceridad», 4) «Goteras» y 5) «Montesco y su Señora» (2). Una segunda edición corregida y aumentada, conteniendo diez obras, apareció en Mayo del 74 en la CCE de Quito, como tomo I de la Colección Teatro.

Entre el 65 y el 66 fromó parte del grupo «La Ventana Iluminada» con Andre Valverde de Abad y aunque leyeron obras de Eugene O’Neil y otras del teatro francés y ensayaban casi todas las noches en casa de madame Valverde, ubicada en la Avda. Olmedo y Eloy Alfaro, no pudieron presentarse. Entre el 66 y el 73, por su amistad con Isabel Alvarez de Domenech a) Isabel Martinez, formó el grupo «Los Guayacanes», con Ottón Chávez Pazmiño, Jenny Estrada Ruiz, Carlos Eduardo Jaramillo, Rosa Amelia Alvarado Roca, Jorge Reyes, Mercedes Tous de Reyes, Roberto Serrano Rolando, Jackeline Castel de Serrano, etc. Había un gran ambiente y pusieron en las tablas algunas de sus obras. Después del 73 formó un grupo «Dos Carátulas» con Marina Salavarezza que presentó «La Torre de Marfil».

El 66 volvió a trabajar en Televisión para la empresa que realizaba el programa «Nuestro Ecuador» con el Director cubano Serafín Montero filmando documentales de pueblos y costumbres. También escribió «La Conquista no ha terminado todavía» obra para teatro y en el «Odeón» de Bogotá estrenó el 5 de Mayo del 66 «Las Faltas Justificadas» con el taller de Hernando Kosher. que representó en Guayaquil el 30 de Junio, en el teatro del Núcleo del Guayas, con el grupo de Felipe Navarro.

El 67 realizó una gira con Ernesto Albán, a quien había conocido y admirado en el teatro Parisiana en sus famosas estampas quiteñas y viajaron con su Compañía por todo el país. Quito, Ambato, el Puyo, Cuenca y
muchos pueblecitos de la costa y sierra vieron entonces las obras cómicas «El Padre Pitillo» y «Mi suegra es una fiera». Sus hermanos adquirieron una casa en Bolivia No 1.018 que actualmente habita y en los altos mantiene una Sala de Teatro.

 

(2) Agora montó obras de autores ecuatorianos y adaptaciones de autores extranjeros hasta el 67 que salió Arias y entró Billy de Albán, recién llegada de los Estados Unidos, quien dió preferencia a obras del exterior.
El 20 de Junio de 1.968 presentó en el teatro Agora de la Ciudadela Universitaria «En alta mar», adaptación de la obra del mismo titulo de Slawomir Mrosek, que volvió a representarse el 10 de Octubre durante el ler. Festival Latinoamericano de Teatro Universitario realizado en Manizales, Colombia y el grupo «Los Guayacanes» dirigido por Otton Chávez Pazmiño a) Miguel Sarracin, representó en el teatro del Núcleo del Guayas, el 22 de Junio del 69, «Que en Paz Descanse» (Q.E.P.D.) con motivo del IV Festival Nacional de Teatro organizado por el Patronato Municipal de Bellas Artes de Guayaquil.

El 69 compartió con Carlos Béjar Portilla y Jorge Torres Castillo el Primer Premio del Concurso de Cuento convocado por el Patronato Municipal de Bellas Artes y le fue conferida la Medalla al Mérito Literario de la Municipalidad por su incansable labor como autor, actor y director desde los años 50.

Se dijo que había sido el mayor dramaturgo nacional con Francisco Tobar y García, cuyo estilo barroco por lo construido e intelectualizado, agitado y profundo, se asemeja sin embargo al de Martínez Queirolo, tan directo y por lo mismo sencillo, en la búsqueda de la verdad y la justicia a la que ambos llegan por diferentes caminos, cada quien con su propia manera de expresión.

El 75 apareció su Volúmen II de Teatro en la Universidad de Guayaquil con «Los unos versus los otros», «Los que se quedan» obra autobiográfica sobre sus frustrados viajes al exterior, que recién se representó bajo la dirección de Javier Ponce en el teatro de la Escuela Politécnica del Litoral, «Los Vampiros» sobre los empresarios capitalistas, «La Torre de Marfil», «La Esgrima», «La Herencia», «El Socio Capitalista» y «Dilo con amor».

El 76 aparecieron sus «Cuentos y Relatos» en 187 págs. dentro del tomo 12 de la Colección Letras del Ecuador, nuevo volúmen con los cuentos la Lluvia muere en silencio, Día de fiesta, Antes de una, Historia de la Gran Guerra, La píldora, Miss Yagual, No está en el Diario, Los que se quedan, Mi vecino, La Dama meona, Premio Nacional de Teatro ese año, La última sotana y Luche.

Entre el 77 y el 92 laboró en la Escuela Superior Politécnica del Litoral hasta obtener su jubilación y dirigió al grupo de teatro del Colegio Nacional Guayaquil En la Politécnica entró como Director de la Imprenta y luego hizo de todo, desde director del Boletín informativo y de la Revista Tecnológica, hasta de corrector de pruebas.

El 83 recibió un público reconocimiento en el primer Concurso de Obras de teatro nacionales realizado por el Centro Municipal de Cultura de Guayaquil, por su obra «La Conquista no ha terminado todavía». El 84 aparecieron ampliamente reseñadas sus obras en «Bibliografía del Teatro Ecuatoriano» 1.900 – 1.952, de Gerardo Luzuriaga.

En la Universidad Católica de Guayaquil dictó por algunos años varios Seminarios de Creación Dramática hasta que el Padre José Ignacio Varas le cambió los horarios y tuvo que renunciar. De allí en adelante ha prestado servicios en el Banco Continental llevado por su amiga Ana Julia Rugel de Hollis y en Filanbanco por Adriana Carrera, formando grupos de teatro.

El 90 aparecieron sus Volúmenes de «Teatro» 3 y 4 en la Espol. El 3 contiene «La Dama meona», «Los Náufragos» y «Ha llegado un exorcista» en 194 págs. El 4 «La conquista no ha terminado todavía y «Puerto lejos del Mar» en 214 págs. Ha anunciado los volúmenes 5 con adaptaciones a los clásicos, 6 de adaptaciones de Moliere, 7 con teatro para niños, 8 con adaptaciones de autores ecuatorianos, 9 con adaptaciones de autores mundiales contemporáneos

El 2.000 estuvo muy enfermo a consecuencia de un cáncer pero tras un largo tratamiento mejoró. El 2.003 fue propuesto para el premio nacional de cultura Eugenio Espejo, que le fue concedido con el general beneplácito del país.

Alto, fornido, canela claro, pelo negro y crespo, miope que usa lentes de marco de carey. Incansable por su irrenunciable vocación al Teatro, ha formado varias generaciones de actores y se encuentra lúcido y a un dispuesto a trabajar, pues su humor sardónico no ha decaído, ni tampoco la sana intención social de todo lo suyo, que sobresale por las tintas cargadas y el humor negro que tantos aplausos le ha atraído. Soltero, solidario, conciente de su valer aunque con la modestia propia de las almas grandes, vive tranquilo y feliz dedicado a lo suyo, produciendo siempre. Se confiesa cristiano y humanista.

«Si nunca se casó ni tuvo hijos fue porque no quizo emular el ejemplo que vio en su propio hogar con unos padres que se llevaban mal y que tenían a su prole como sujetos nómadas viajando constantemente».

Guitarristas Populares

Posted in músicos ecuatorianos, notas periodísticas with tags , , , , , , , on septiembre 6, 2008 by edmolin657
 

Noviembre 14, 2005

Germàn Arteta | Redactor

En la historia de  nuestra ciudad,   tenemos muchos   de estos artistas  que dieron fama al arte nacional.

Al igual que en cualquier  nación del mundo, no siempre ocurre que los cantantes solistas o integrantes de dúos y hasta tríos sepan tocar guitarra para acompañarse en sus actuaciones y ganar el aplauso del público al interpretar los variados ritmos ecuatorianos y extranjeros.

Casos excepcionales como los de Segundo Bautista, Carlos Aurelio Rubira Infante, Hermanos Montecel, Enrique Ibáñez Mora y otros donde se unen el cantante y el instrumentista, podrían hacer creer lo contrario. Pero, en un buen número de situaciones, hay excelentes intérpretes que carecen  de ese ‘don’  y necesitan obligatoriamente del acompañamiento de guitarristas (requinto y segunda) para consagrarse en sus presentaciones de radio, teatro, televisión y escenarios diversos.

Esta nota volandera intenta pues, recordar nombres de  guitarristas que aportaron al surgimiento y difusión de la música popular en nuestro medio, aún más si  en repetidas ocasiones se ignora su trabajo aunque conozcamos que gracias a su respaldo triunfan las voces internacionales que llegan por aquí o los compatriotas que salen a cosechar palmas en naciones hermanas.

Valiosos referentes
Tratemos de recordar entonces aquellas décadas antes y después de los años treinta del siglo XX, cuando a partir del viaje del dúo Ibáñez-Safadi se incrementaron las grabaciones y espectáculos, en los que era común observar y escuchar a tantos músicos que dominaban las cuerdas del singular instrumento.

Desde  la segunda mitad de esa misma centuria en las emisoras CRE, Atalaya, El Mundo, Cenit, Cristal, Pacífico, Cóndor, La Voz del Litoral, América, etcétera, era frecuente escuchar a intérpretes locales y de otras naciones con el respaldo de Armando Pantza Aráuz, el Pibe; Pepe Dresner, Wacho  Murillo, Sergio Bedoya, Abilio Bermúdez y Wacho Figueroa.

La lista del recuerdo se amplía con los nombres de requintistas o guitarristas como  Rosalino Quintero, Bolívar y Paco Lara, Carlos Montalvo, Víctor Galarza, Homero Hidrobo, Naldo Campos, Guillermo Rodríguez, Gonzalo Sánchez,  Juan Naranjo, Pedro Chinga, Jacobo Mármol, Armando Alarcón y Vicente Plaza.

Asimismo, Augusto Peña, Francisco Espinar, Juan Ruiz, Santiago Chamaidán, Pedro Vera, Paco Lamboglia, Pancho Rivera, José Peralta hasta llegar a los  contemporáneos que dan su aporte para el mantenimiento del ejercicio musical.

En algunas  provincias del país alcanzaron reconocimiento compositores que armonizaron su vocación con el canto y la guitarra, casos de Armengol Barba, Marco Tulio Hidrobo, Carlos Bonilla, Miguel Espinosa, Carlos Guerra, Filemón Macías Joza, Luis Alfonso Nieto, Terry Pazmiño, Francisco Torres, Marcelo Uzcátegui, Manuel Vásquez, Bolívar Ortiz, Benigno Medina, Segundo Cortez, René Zambrano, entre otros.

Tampoco debemos excluir a guitarristas conocidos por su estilo personal como Carlos Bonilla, Bolívar Ortiz, Roberto Viera, Eddy Erazo y otros  preocupados en jerarquizar la guitarra sin olvidar jamás los temas populares. Igualmente hubo y  hay los que optaron por la   clásica para interpretar música académica, así  lo testimonia César León.