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José Joaquín Pino de Icaza

Posted in poetas ecuatorianos with tags , on octubre 12, 2008 by edmolin657

JOSE JOAQUIN PINO DE ICAZA
POETA.- Nació en Guayaquil el 30 de Enero de 1.902 en la casa de su abuela Rafaela Roca Molestina ubicada en el barrio del Astillero donde hoy se levanta el edificio de «La Universal» y su crianza fue confiada a la doméstica Rufina Mazzini. Hijo legítimo de José Gabriel Pino Roca, historiador y tradicionista que realizó la trascripción paleográfica de las Actas del Cabildo de Guayaquil y de Dolores de Icaza Bustamante, guayaquileños.

Desde 1.908 ingresó al Colegio de los Hermanos Cristianos ubicado detrás de La Catedral. En 1.913 su familia se cambió al centro donde vivía la tía Dolores Icaza de Olmedo, casa de la familia Burbano, frente al Parque Seminario. Allí se zafó el brazo a consecuencia de una rodada de escaleras.

En 1.914 ingresó al Vicente Rocafuerte y tuvo de profesor de Gramática y Preceptiva Literaria a Gustavo Adolfo Lemus. Por las noches aprendía francés con su padre, que en las navidades le obsequiaba rompecabezas con mapas y escenas de la historia de Francia comprados por catálogo en los almacenes «Bond Marché» y «Galería Lafayette» de París.

En 1.916 comenzó a componer versos y su familia se cambió a una casa de madera qué aún existe en la calle Panamá casi al llegar a Junín propiedad de la familia Rohde. Entonces escribió sus primeros sonetos que publicó en las revistas «Patria» de Carlos Manuel Noboa y «Helios» de Carlos F. Granado y Guarnizo y se incorporó al grupo de poetas modernistas. Su padre no miraba con gusto estas actividades literarias que distraían la atención de su hijo de los estudios; sin embargo, tan fuerte era su vocación por la poesía, que no pudo alejarse de ella y siguió escribiendo sonetos perfectos que enviaba a las revistas «Juventud» de Quito y «Proteos» de Guayaquil.

En 1.919 se dio a conocer en «La Idea» de Quito que dirigía Alejandro Andrade Coello, profesor en el Colegio Mejía. Pino Icaza ya era «dueño de un sonetario musical y simbólico que por su anhelo de perfección evoca el gusto del Parnaso; amigo de Medardo Ángel Silva y señalado como casi todos los de esta generación, por los índices de precocidad». Ese año colaboró en la revista «Juventud Estudiosa» de Teodoro Alvarado Olea y José de la Cuadra.

Igualmente colaboró en la revista quiteña «Caricatura» que dio el comentario humorístico al decir de Augusto Arias. En la revista «La Campana» publicó una parodia del poema «Plegaria Lírica» de José María Egas, que le valió la formal reprimenda del Gobernador del Guayas, Enrique Baquerizo Moreno, aludido en la burla.

En 1.920 colaboró en «Ariel» y dirigió «Los Hermes» revista que circuló más de un año. Entonces, el panorama lírico de Guayaquil estaba formado por Francisco J. Falques Ampuero, Wenceslao Pareja, Miguel E. Neira, José Antonio Falconí Villagómez, Manuel Eduardo Castillo, Medardo Ángel Silva, Carlos F. Granado y Guarnizo, José María Egas, Ernesto Noboa y Caamaño y Miguel Ángel Barona. A este primer grupo se sumaron, justamente con «Los Hermes», Aurora Estrada y Ayala, Enrique Segovia, Alfonso A. Irigoyen, Leopoldo Benites Vinueza, Miguel Augusto Egas (Hugo Mayo) y desde Quito: Sergio Núñez, Rafael Coronel y Ricardo Alvarez; pero andaba tan ocupado en estos quehaceres, literarios que no aprobó Matemáticas en el sexto curso y no se gradúo de Bachiller. En “Los Hermes” publicó numerosas composiciones de fina factura versallesca.

En 1.921 ingresó al Banco Comercial y Agrícola por cortos meses pues prefirió trabajar en «El Telégrafo» donde alternó con lo más notable de la política y la intelectualidad guayaquileña en alegres noches de bohemia literaria y con algunos de sus compañeros se deleitó con los placeres de la fina bohemia en «El Búho» salón ubicada en Diez de Agosto, al lado de «El Telégrafo», donde probó por primera vez la morfina con Enrique Segovia y Adolfo H. Simmonds. Mientras tanto había completando su formación cultural con autores clásicos y modernos; lector incansable, llevaba libros al comedor para no perder ni siquiera esos momentos.

Para 1.924 su nombre había alcanzado una justa fama y figuró en la «Selección de Modernos Poetas y Prosistas Ecuatorianos» publicada por la Sociedad de Escritores de Quito, donde se dijo: «Nos ha dado hermosas muestras de su delicado sonetario galante y en su blasón lírico ha enredado las ramas de los jardines de Versalles con el pífano del trópico».

En 1.926 quiso publicar sus poemas en un parvo volumen titulado «Sándalo» pero varias urgencias económicas se lo impidieron. En 1.927 conoció a su vecina Carolina Cantos Cañarte y se enamoró de ella. Ese año envió varias poesías a la revista «Voluntad». Desde 1.928 comenzó a colaborar en la revista «Páginas Selectas» que se editaba en la imprenta del «El Telégrafo».

Entre 1.930 y 32 nuestro país vivió una de las etapas más pobres y tuvo que trabajar para sobrevivir en el Departamento Municipal de Catastros. En 1.932 pasó a las Aduanas; a los pocos meses el Gobierno rebajó los sueldos de los burócratas y fué comisionado por los compañeros de oficina para viajar a Quito y presentar una protesta conjunta, que le ocasionó su inmediata cancelación. Mientras tanto un amigo le había obtenido colocación en la capital y con esa promesa regresó al puerto el 19 de Enero de 1.933 contrajo matrimonio con su novia Carolina, y juntos viajaron a Quito, encontrándose con la sorpresa que el empleo prometido había sido concedido a otra persona.

En tan crítica situación el Ministro de Educación Leopoldo Izquieta Pérez lo nombró profesor de un colegio secundario de Guaranda, donde estuvo cinco meses hasta julio, que se terminó el curso lectivo de la sierra. Había cerrado su mejor etapa lírica, la modernista. Las urgencias y estrecheces de la vida acabaron con un gran poeta.

Entre 1.934 y 1.942 trabajó en labores oficinescas en el Consejo Provincial del Guayas. En 1.942 el rector del Vicente Rocafuerte le solicitó que aceptara las cátedras de Historia y Literatura Universal, que desempeñó brillantemente hasta su muerte.

En 1.944 figuró en la «Antología de Poetas Ecuatorianos» editada por el Ministerio de Educación y publicó varios relatos históricos que aparecieron en sucesivas entregas con el nombre de «Rostros antiguos y papeles viejos».

En 1.945 editó en la Revista del Vicente Rocafuerte «Dos mujeres y dos ciudades» en 16 págs. que levantó polvareda regionalista por plantear que el Mariscal de Ayacucho, al preferir a Mariana Carcelen sobre Pepita Gainza, había convertido a Quito en centro y eje de esta región, y «Algunos Hermes del Modernismo – La tragedia de nuestra generación» en 47 págs., donde analizó «el aporte de los poetas de la generación modernista y post modernista frente a la incomprensión de un medio hostil».

Entre 1.947 y 49 fue profesor de la recién fundada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil. En 1.948 salió en la misma revista del Vicente «Estudios Literarios. Poetas de Guayaquil».

En 1.949 «Romance del General Eloy Alfaro» primera de sus composiciones escritas a la nueva manera, guiado por su amor a la España peregrina, donde se mostró muy inferior a su primera etapa lírica.

En 1.951 volvió sobre el tema con «Romance de la Mamita Lola», poesía intimista y familiar, de casa adentro, fácil, ameno y juguetón, sin el Barroquismo de sus años iniciales.

En la década de los años 50 se dedicó a dictar conferencias sobre literatura francesa en un localito de la calle Chimborazo casi al llegar a 9 de Octubre, donde años atrás había funcionado el teatro Aladino. También colaboró en la revista radial «Vida Porteña» y fue uno de los fundadores de «Aliance Francaise» de Guayaquil.

En 1.951 conoció al Dr. Carlos Guevara Moreno que estaba detenido por razones políticas en la Cárcel Pública Municipal y poco después ingresó a la Concentración de Fuerzas Populares, con Rosa Borja de Ycaza se convirtieron en el soporte aristocrático y al mismo tiempo cultural de dicho partido populista.

En 1.955 editó «Una interpretación de Medardo Ángel Silva» en 30 págs. y fue electo Concejal del Cantón Guayaquil. Entre 1.955 y 57 dirigió la revista «Trópico», colaboró en el diario «La Prensa» y en el suplemento literario de «La Nación» bajo el seudónimo de José Tanensberg.

En 1.957 sorprendió a la opinión nacional con su libro ‘Tres constructores de la República» en 134 págs. que dedicó a Guevara Moreno. En esta Obra Pino Icaza manifiesta ser un conocedor de la Historia ecuatoriana al trazar los principales rasgos biográficos de Rocafuerte, Montalvo y Carbo. Ensayo escrito a la luz de un profundo y bien formado criterio, en brillantísimo estilo oratorio, vibrante, inflamado. Por este libro se situó entre los principales estilistas ecuatorianos en lo que va de este siglo. Ese año fuí su alumno de Literatura Universal en el sexto curso del Colegio Vicente Rocafuerte. Ela maestro subía lentamente al tercer piso por un pertinaz enfisema que lo acosaba.

El 28 de Junio le fueron concedidas las Palmas Literarias de la Academia Francesa. En 1.958 fue reelecto Concejal del Cantón y salió designado Diputado por la Provincia del Guayas. A principios de febrero de 1.959 se cambio a una villa propia adquirida con un préstamo al Seguro Social y como presintiendo un cercano fin exclamó: «Mi tío Pancho dice: Jaula nueva, pájaro muerto». El 25 se levantó a eso de las cinco de la mañana porque se ahogada. Su esposa lo sopló con un abanico y como se mejorara, dijo: «Voy a mi cuarto» refiriéndose a la biblioteca- pero al caminar unos cuantos pasos cayó muerto, como fulminado por un rayo, a consecuencias de un infarto; cumpliéndose lo que siempre había deseado, morir de improvisto. Se llamó entonces al Dr. Falconí Villagómez y a sus hermanos, pero todo en vano.

Fue un finísimo cincelador del soneto modernista; amigo de la parquedad, su obra poética se encuentra dispersa, sólo se le conocen 14 sonetos y 3 romances. Catedrático eminente y hombre de cultura enciclopédica. Gran orador, desde joven congregaba entusiasta auditorios cada vez que conversaba de Literatura. Aún se recuerda su improvisación en el salón de Honor de la Municipalidad de Guayaquil cuando en 1.956 se brindó el Homenaje Nacional a Monseñor Domingo Comín, Obispo Misionero de Méndez y Gualaquiza. Como dramaturgo estrenó en el teatro 9 de Octubre «Al claro sol de los recuerdos»-poemas en prosa- obra calificada de simbolista y que adecuó para la escena el joven escritor y artista, José Guerra Castillo, (a) Curro Montes.


Al tiempo de su fallecimiento aunque su aspecto denotaba un singular cansancio producto del mucho fumar cigarrillos negros, de un enfisema pulmonar bastante avanzado y de la morfina que jamás dejó, se mostraba alegre y hasta optimista, tenía pensado publicar su poemario «Sándalo», que aparecería años después -1.975- editado por mí (1) en 1.945, una autobiografía y varios ensayos históricos y hasta había ordenado algún material. De piel tostada, estatura más baja que alta, voz grave, andar lento y con bastón a causa de una úlcera varicosa; ojos, pelo y bigotes negros, mirar inteligente y cansado, hablar fluido; enemigo de las disciplinas supo inculcar a sus alumnos el amor a la belleza, el cultivo de las letras y el goce de los placeres superiores del espíritu.


(1) En la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, en 78 págs.

Mario Vargas Llosa

Posted in poemas with tags on octubre 10, 2008 by edmolin657

MARIO VARGAS LLOSA
ESCRITOR DEL BOOM. Natural de la ciudad del Misti, que para aquellos que no saben es Arequipa, donde nació en 1936, Vargas Llosa es contemporáneo a nosotros pues tiene apenas 52 años. Joven aún viajó a Lima a estudiar en un Colegio Militar; luego entró en la Universidad de San Marcos y se graduó en Letras, pero no quiso seguir el refrán que dice: «En Cosco nace, en Arequepa me crié y en Lima politiqué » Mientras tanto había tenido que vivir y sufrir la oscura dictadura del General Odría (1948-1956) «que según parece hirió indeleblemente la sensibilidad del escritor» y queriendo alejarse de ese mundo manido en que vivía su patria viajó a Madrid donde se doctoró en Bellas Letras.

Para entonces había publicado varias colaboraciones en «El Mercurio Peruano» y «Cultura Peruana» así como en «El Comercio» de Lima. En 1958 escribió «Los Jefes», relato-novela de inmadurez promisora, con mucho de autobiográfico, sobre sus años de estudiante en un internado limeño. Vargas Llosa es por sobre todo un escritor de ciudad y con vocación poco común. En 1959 obtuvo en España el premio «Leopoldo Alas» y esto lo decidió a continuar su novela «La Ciudad y los Perros» que salió editada en Madrid en 1963 y que «representó un avance considerable en la exploración de las posibilidades del realismo urbano» de la pequeña burguesía o del cholismo trepador. El propio autor declaró lo siguiente: «Yo creo en el realismo y mi literatura es la transposición de una realidad objetiva. No es un testimonio directo, pues en esto último se basa EL FRACASO DEL INDIGENISMO. Este movimiento quería trasmitir directamente la realidad y al intentarlo careció de contenido estético…Y esto dicho hace 22 años ya era mucho decir, porque entonces aún quedaban escritores indigenistas en América que seguían hablando del indio y sus problemas, que por no ser los problemas de las grandes urbes sino de los campos distantes y solitarios,, no calaban en las multitudes. Definitivamente para entonces. el indigenismo había muerto como comente estética y se hacía presente, en cambio el realismo urbano de los grandes conglomerados mestizos «cholistas» del continente, con su escala de sufrimientos, aglomeración, promiscuidad, subempleo, desempleo, drogadicción, etc.

«La Ciudad y los Perros» fue escrita en su mayor parte en París donde vivía Vargas Llosa un mediocre exilio, ni tan pobre como el de Vallejo ni tan rico como el de García-Calderon el otro grande de la literatura del país del sur, pero «La Ciudad y los Perros» le llenó de oro con el premio Internacional «Seix-Barral», donde un compatriota nuestro, Carlos Béjar Portilla, de Guayaquil, quedó entre los cinco finalistas. Como novela «La Ciudad y los Perros» es un interminable monólogo que a veces se hace interior; crudamente relata el autor sus experiencias de alumno interno de un Colegio Militar donde los educandos salen duchos en toda clase de trampas y miserias, los instructores son egoístas y avariciosos y solo se salva de todos ellos el oficial Gamboa, personaje que existe en la realidad, ejemplo de pulcritud y decencia, el resto se pierde en una larga serie de vicios.

Viviendo en París y editando en Barcelona, Vargas Llosa volvió a las andadas y en 1966 publicó «La Casa Verde», novela de violento realismo que no cede ante la hipocresía ambiental, recuento de ,l¿» sucesos que ocurren en una Casa de citas de Piura donde en «tono confesional se habla de todas las peripecias que le pueden acontecer a los parroquianos y a las proxenetas de un mundo inhumano de trato camal, repetido, siempre repetido, sin amor ni ilusiones, perfil de una vida miserable, de un ambiente abominable, monocorde y ruin. En esta obra Vargas Llosa pretendió seguir a Huxiey, aboliendo las coordenadas de espacio y tiempo, mezclando a dialogantes para romperla unidad tradicional del relato y usando vocablos de grueso calibre; sin embargo se nota que sobre el contenido general de la novela flota un álito poético permanente, inmanente a ella.

En 1967 publicó «Los Cachorros» con cuadros evocativos de su adolescencia y no exentos de humor. Después regresó algunos meses a Lima y presenció los absurdos de la dictadura del General Velasco Alvarado, mitad comunista y mitad militar, términos que en nuestro continente se contraponen pues no se puede ser agua y aceite al mismo tiempo. Velasco Alvarado lanzó a la calle a todos los escritores de los periódicos e hizo un llamamiento para que otros nuevos ocuparan los puestos vacíos y era de ver cómo salían de sus casas los «intelectuales baratos», pluma en mano y papel en ristre a ayudar a la transferencia de la cultura, «de las manos tradicionales a las nuevas manos limpias». Vargas Llosa se indignó por ello y escribió «Los Intelectuales Baratos», protestando por la falta de decencia de los nuevos burócratas, más no por el cambio de dueños de los medios de difusión. En síntesis, quedó mal con unos y con otros y al final tuvo que airearse nuevamente en París donde parece que la vida lo trata mejor que en su Patria, la adolorida nación del sur.

Posteriormente publicó «Diálogos en la Catedral» que es una conversación ocurrida en un bar llamado «La Catedral», donde se habla de los años negros del general Odría con su ambiente de tránsfugas y frivolos, atmósfera Dostoyewskiana de la que trata de escapar el lector amargado de tanta miseria huamana.

De allí en adelante Vargas Llosa prefiere escribir para la prensa internacional, sin afiliación directa con partidos o banderías políticas. Claro está que él se considera un escritor de avanzada y un idealista de las izquierdas del mundo, pero esto no es óbice para que critique a ambos bandos cuando la ocasión se lo indica.

Para el Centenario de la guerra del Pacífico abogó por una declaración conjunta de escritores de Chile y Perú en pro de la paz internacional, pues tomar desquite de una derrota militar no puede ser más importante que tratar de solucionar los problemas que suscita la pobreza .. las barriadas marginales de Lima y Santiago, donde los niños disputan a los perros la basura y donde cientos de miles de ciudadanos hambrientos a duras penas saben leer y escribir. Además ¿Qué significado puede tener en estos momentos hablar de patriotismo o de fronteras cuando el hombre ha conquistado el espacio? Las banderas solo son trapos pintados que representan tierra encerrada por hitos imaginarios creados por los hombres del pasado para limitar las pretensiones de sus vecinos hermanos. Todo es falacia y jerigonza antigua que el moderno escritor y el político contemporáneo está llamado a superar.

En estos puntos como en algunos más, Vargas Llosa representa la avanzada ideológica mundial que lamentablemente aún deberá combatir mucho para convencer a los gobernantes de las grandes potencias sobre la bondad de sus afirmaciones.

En 1988 se opuso a la estatización de los Bancos Nacionales del Perú y entró en polémicas con el presiden te Alan García y demás dirigentes del Apra.

Fuente: Biblioteca Rodolfo Pérez Pimentel

 

Leopoldo Benitez Vinueza

Posted in Author's name, poemas, poetas ecuatorianos with tags , on septiembre 21, 2008 by edmolin657

LEOPOLDO BENITES VINUEZA
ESCRITOR Y DIPLOMATICO.- Nació en Guayaquil el 17 de octubre de 1.905, hijo legítimo del Dr. Leonidas Benítes Torres, médico fundador del Instituto de Vacuna, Cirujano de los ejércitos liberales, escritor, Diputado y Gobernador del Chimborazo en 1.910 y de segunda esposa Angelina Vinueza Rodríguez, Guayaquileños. El Dr. Benítes Torres fue un filántropo pues acostumbraba vacunar gratuitamente al pueblo.

Fue el segundo de tres hermanos recibió las primeras letras con las monjas de la Caridad de Riobamba, asistió a la Preparatoria Inferior del San Felipe Neri, estudió la secundaria en el Colegio Maldonado y en 1.917 regresó a Guayaquil por muerte de su padre y entró al Vicente Rocafuerte, donde tuvo profesores excepcionales como los Dres. José Vicente Trujillo y Pedro José Huerta, quien acostumbraba obsequiar libros a sus alumnos, para motivarlos, aun más, hacia la historia. La lectura de “Las ruinas de Palmira” del Conde de Fourney y la desaparición de su padre decidieron su agnosticismo.

De esta época son sus comienzo literarios en el grupo de los Hermes inicialmente formado por el periodista de “El Guante” Rubén Irigoyen, con jóvenes idealistas amantes de las bellas letras, que se reunían a leer y a recitar en casa de la poetisa Aurora Estrada y Ayala, comentando toda novedad. Los Hermes gustaban del Modernismo y admiraban a Darío, pero la mayor influencia les venía de Rodó y de Herrera Reisig, pues, en el Ecuador, el Arielismo llegó paralelo al modernismo y alcanzar al ángel Ariel, símbolo de la espiritualidad hispanoamericana, era sinónimo de dignidad y honestidad.

En 1.922 fue testigo de la matanza del 15 de Noviembre y desempeñó la secretaría de la redacción de la revista mensual de letras y artes “Síngulus”, órgano del grupo de los Hermes, donde aparecieron varios de sus poemas simbolistas. Ese año Heleodoro Avilés Minuche le llevó a colaborar en “EL Guante” con versos juveniles y cuentos fantásticos de tipo parabólicos muy a lo Oscar Wilde, que no constituyeron simples escarseos literarios porque dejaron un surco hondo.

En 1.923 ganó el primer Premio en un Concurso del Colegio Vicente Rocafuerte con dos relatos cortos, muy influidos por la lectura de los cuentos del escritor argentino Horacio Quiroga, de gran reciedumbre y audaz fuerza expresiva, titulados “La Mala Hora” y “’El Enemigo”, que aparecieron recién cuatro años después en un folleto de escasa circulación. No obstante, por ellos, está considerado el precursor del grupo de Guayaquil, que dio la tónica a la literatura nacional que vendría después.

Tenía escasamente dieciocho años y acostumbrada reunirse con varios compañeros en los bajos del Chalet de su madre ubicado en Rocafuerte entre Urdaneta y Mendiburo y se iban a remar al Salado o boxeaban amistosamente. Era alto y fornido, leía sin descanso, amaba la cultura y comenzó a estudiar medicina, carrera que abandonó a instancias de su madre para entrar a la Facultad de Jurisprudencia de La Universidad de Guayaquil, aunque su verdadera vocación era la Medicina, pero el ambiente le llevó estudiar Derecho.

En 1.921 ingresó de Bedel al Rocafuerte con S/. 150 de sueldo y pudo ayudar a cubrir los gastos de su casa. Después ascendió a Profesor titular de las cátedras de Historia de la Literatura castellana y de Etica con S/. 350 mensuales. En 1.926 rindió su grado de Licenciado en Ciencia Sociales y comenzó a escribir para la revista “Savia”. El 27 colaboró en la revista “Voluntad”, el 28 contrajo matrimonio con Margarita Sierra Escalante y egresó, sin que jamás le interesara graduarse. El 30 integró el equipo de Universitarios ecuatorianos que se impuso en un debate frente a los estudiantes de la U. de Yale con vibrante oratoria.

En 1.932 fue secretario Municipal en la administración de Alberto Guerrero Martínez y colaboró en “Semana Gráfica” con algunos de sus poemas. La revista era de propiedad del Diario El Telégrafo. Allí salió “la Canción del Guayas”. Fragmento: //el Poema de mi río es rudo y es bravío/ como los troncos recios que se hunden en sus aguas/ tejiendo la frescura del remanso sombrío/ para el idilio casto de canoas y piraguas…/ el 33 fue Subsecretario de Obras Públicas en el ministerio de Alberto Ordeñana Cortes. El 35 trabajó para los ferrocarriles del Estado en Quito.

En su poema “Canto de nostalgia al Ecuador” en versos profundos y de gran fuerza, se refiere a los elementos históricos que identifican al país como una nación rica y grande por sus recursos naturales y por sus bellezas de orden geográfico. Allí dice: Fragmento:

En el café sofisticado
Me viene una entrañable confidencia de aromas
Que conocí en su virginidad de flor y fruto.
Los rubios cigarrillos con humo de farmacia
me traen el recuerdo de mis verdes humaredas de selva
y de vegas sombreadas de tabaco
en ríos ilustrados de iguanas y de garzas.
Ríos con hombres de siete siglos
en lenguas que han olvidado de pronunciar los hombres:
el Guayas de mangles pescadores,
el Babahoyo turbio de cacaotales,
el Yaguachi crecido de arroz y de bananos
y el Taura con su sol tatuado de caimanes.
Palpo en la sombra nubes de cemento
buscando cómo abrirle ventanas al recuerdo.
Para ver como crece la alfalfa y la cebada,
la amarilla gravidez del maíz,
la vida subterránea de la papa,
en mis laderas que conocen de la paciente sabiduría de los bueyes.
¡Oh, mi Ecuador distante!
Mis páramos de anchos vientos ilimitados,
que andan sobre la arena con sandalias de nieve.
Mis volcanes que editan decálogos de lava.
Mis torrenteras crinadas de helechos.
Mis ríos que conocen el ovalo secreto del níspero.
Mis playas en que tiende su desnudez la espuma.
¡Oh, mi Ecuador distante!

En 1.936 aparecieron sus primeros artículos en el Diario “El Universo” bajo el pseudónimo de “Alsino”, personaje -especie de Icaro- tomado de una novela poco conocida del escritor chileno Pedro Prado. Pronto su columna “Hombres, cosas y hechos” se hizo famosa porque apuntaba soluciones económicas y sociales, sirviendo estos artículos de base para su futuro libro “Ecuador, drama y paradoja”, pero la dictadura del Ing. Federico Páez clausuró “El Universo” y cuando, a los pocos meses, se reabrió el diario, formó parte de la redacción y empezó a firmar directamente con su nombre.

En 1.940 publicó en la revista del Vicente Rocafuerte un ensayo crítico titulado “Perfil del coloniaje” en 6 pags. y habiéndose motivado por la vida de Espejo, agudo pensador y precursor de nuestra independencia, aprovechó la biblioteca del colegio para escribir, tras consultar a varios autores, “El Zapador” de la colonia, la vida y obra de Francisco Javier Eugenio Espejo; también apareció en esa revista en 1.944 en 60 pags. el primero de sus ensayos magistrales donde hizo crítica.

Al poco tiempo el régimen arroyista reorganizo dicho plantel y como retaliación por sus artículos en “El Universo” fue excluido del profesorado.

Una noche la pesquisa visitó su chalet pero no pudieron encontrarle. Puesto sobre alerta, tuvo que viajar a la hacienda de un amigo en Taura y permaneció cuatro días escondido en ese rincón de la selva tropical ecuatoriana, hasta que fue avisado de que ya no existía la orden de prisión emanada en su contra.

Durante la invasión peruana de 1.914 ocupó la secretaría de la Junta guayaquileña de Defensa que presidió el Dr. Darío Rogelio Astudillo Morales y Guayaquil fue declarada ciudad abierta para impedir su bombardeo por la aviación y armada peruanas. También se preparó la defensa militar, rechazando el Informe de la Misión Militar Italiana que aconsejaba defender únicamente la sierra y colaboró desde la Secretaría de la Cruz Roja Provincial del Guayas.

A fines de año fue invitado por “Trie National Press Club of Washington” a visitar los Estados Unidos y a dictar varias conferencias.

Fueron tiempos difíciles por la constante vigilancia de la pesquisa, que sumado al subempleo lo mantenía en absoluta pobreza, pero aprovechaba cada minuto libre en fructíferas lecturas, estudios y meditaciones y así nació el sociólogo brillante y erudito, que dedicábase a reflexionar acerca de la realidad del País. Por eso sus escritos reflejan el hondo drama de una Patria dividida y atropellada y a la par de ello aumentaba su recia oposición al gobierno a través de su columna periodística.

En 1.942 los Estados Unidos envió una Misión reconstructora a la provincia de El Oro y fue invitado a conocer esos trabajos. Estando en Machala en Marzo del 43, fue sorpresivamente apresado y conducido por mar a la cárcel de Esmeraldas, donde permaneció diez meses detenido sin fórmula de juicio, mientras se investigaban los cargos de conspiración contra el régimen. Durante ese tiempo escribió la odisea del descubrimiento del río Amazonas por Francisco de Orellana que tituló “Los Argonautas de la selva” hermosísima defensa de los derechos ecuatorianos sobre el gran río. Para ello se fundamentó en los documentos encontrados por Toribio Medina en España y muy principalmente en la Relación del Descubrimiento del Amazonas por Fray Gaspar de Carvajal, que incluyó Medina en su obra. Igualmente siguió enviando artículos a “El Universo” y al recobrar su libertad ingresó a “Acción Democrática Ecuatoriana” ADE. En sus páginas de lucha contra el arroyismo hay una gran pasión por la vida, por los derechos políticos y sociales, por las conquistas históricas del pueblo, por la democracia y por la cultura de los ecuatorianos.

Al triunfar la revolución del 28 de Mayo de 1.944 el Comando de ADE., le designó Diputado funcional por el periodismo de la costa a la Asamblea Nacional Constituyente que se reunió en Quito y dictó la nueva Constitución del 45 y al fundarse la Casa de la Cultura Ecuatoriana fue electo Miembro Nacional.

Mientras tanto había arribado al país el historiador y periodista mexicano Daniel Cosío Villegas en busca de material para el “Fondo de Cultura Económica” que editaba en México la Colección Tierra Firme y se entusiasmó a leer los originales de “Argonautas de la Selva” que consideró una aventura cósmica por las selvas del Amazonas, se los llevó y salieron editados en el No. 8 de la citada Colección, en 306 pags. De esta novela histórica, biográfica y telúrica porque la selva está pintada en todo su realismo, dijo José Vicente Trujillo que era “uno de los más grandes poemas vegetales de América”.

En marzo del 46 advino sorpresivamente la dictadura del Presidente Velasco Ibarra que Benítes combatió por ser militantes de la Izquierda moderada ecuatoriana y entre Octubre y Noviembre escribió por encargo del mismo “Fondo de Cultura Económica” que le pagó mil dólares, su ensayo crítico “Ecuador, drama y paradoja”, trabajo medular editado en 1.950 en México, en 282 pags. y ensayo de libre interpretación sobre el proceso de formación histórica, todavía vivo, que es el Ecuador; situándose en la línea de una tradición rica en sociólogos eminentes. Esta obra es lo mejor y más denso de lo suyo, es obra capital para el estudio y conocimiento del devenir de nuestra Patria en el tiempo porque es un desbrozar de su historia, donde destruye muchos mitos y abre amplios panoramas sobre sucesos minimizados y hasta olvidados, de suerte que contiene claves esenciales que permiten comprender. Por esta obra se le ha comparado con Pío Jaramillo Alvarado, ese otro gran ecuatoriano de todos los tiempos llamado no sin razón “Doctor en Ecuatorianidades” y con Angel Felicísimo Rojas, que en “la Novela Ecuatoriana” hizo trabajo parecido en intensidad, profundidad y belleza que el de Benítes, esfuerzo grande de su parte pues se propuso alcanzar el mismo fin, es decir, una visión global y amplia de nuestro pequeño gran país.

Esta nueva obra se basó en su mayor parte en sus artículos aparecidos en “El Universo”, que contenían sus criterios socioeconómicos y demás antecedentes, pero el libro casi no circuló en el Ecuador; en cambio, tuvo amplísima acogida en el exterior, sobre todo en el campo de la sociología, que estaba creciendo y poniéndose de actualidad.

Ese año 46 también apareció en la revista de la CCE. sus ensayos “Don Juan, el antiamor” y “Sociología del arte”.

En 1.947 fue invitado por la Universidad de Bogotá a dictar conferencias sobre diversos aspectos sociológicos y una tarde ocurrió que el taxi en que iba se salió de la carretera, chocó y sufrió la fractura de una pierna, siendo hospitalizado varias semanas. En tan críticas circunstancias el Ministro de Educación, Dr. José Miguel García Moreno, le llamó a Quito a nombre del Presidente Carlos Julio Arosemena Tola para que aceptara permanecer en Bogotá como Consejero de la Embajada, ayudando en los trabajos preparatorios de la Conferencia Panamericana, empleo provisional dada su situación de apremio, pero regresó a Guayaquil a los tres meses.

Entonces el gobierno insistió para que escogiera la plenipotencia en Cuba o en Uruguay y siendo un convencido arielista prefirió esta última y viajó a Montevideo en 1.948 con el rango de Enviado Extraordinario y Ministro, donde vivió por espacio de cinco años en dinámica acción cultural, la Universidad de esa capital le premió entonces con el titulo de Doctor Honoris Causa, conferido solo seis veces en cincuenta años.

En 1.951 había estrenado en Montevideo una pieza teatral, aun no publicada, titulada “Cuzunza o aguas turbias”, cuyo argumento trata sobre un europeo llagado a América en busca de tesoros, sus penalidades y muerte por falta de adaptación al aspecto selvático de nuestra región oriental ecuatoriana.

En 1.953, Velasco Ibarra, ya amistado con Benítes, le trajo para designarlo Embajador en Guatemala, pasaron varios meses y por no estar reunido el Congreso, decidieron sus amigos dentro del gabinete Dres. Teodoro Alvarado Garaycoa y Roberto Nevares Vásquez, que más le convenía ir de Ministro Alterno ante las Naciones Unidas, funciones secundarias que no requerían de aprobación alguna y aceptado por el representante Principal Dr. José Vicente Trujillo, viajó el 54 a la sede en Nuew York, teniendo sus primeras experiencias en este campo hasta el 58 que pasó de Embajador en Bolivia, país que vivía los cambios propios de una revolución total.

En 1.959 aparecieron publicados sus estudios sobre Espejo y Mejía en 56 y 54 pags. respectivamente, como ensayos de Introducción al volumen “Precursores” de la Biblioteca Mínima Ecuatoriana editada con motivo de la Undécima Conferencia Panamericana. Ambos trabajos y otros más sobre Juan Montalvo volverían a aparecer bajo el título de “El vigilante de la noche” en un libro impreso por la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Ese año 59 fue traslada a la Argentina y afrontó la gravísima situación planteada por el asilo de varios políticos en la sede de la embajada ecuatoriana y luego de varias semanas de papeleo pudo enviarlos a salvo a Montevideo. Poco después siguió a esta ciudad con el rango de Embajador y casi enseguida, en 1.960, Velasco le pasó urgentemente a New York, como representante principal del Ecuador ente la ONU en reemplazo de José Correa, reiniciando sus actividades en ese organismo.

En 1.966 fue Presidente del Consejo de Seguridad durante la Vigésima Octava sesión reunida en New York. El 73 presidió, por votación unánime de sus miembros, las sesiones de la Asamblea General, cargo el más alto de la diplomacia internacional y especie de presidencia mundial, honor nunca antes ni después conferido a un latinoamericano, de suerte que se dijo que era la voz del tercer mundo; luego presidió la Comisión encargada de elaborar la Ley internacional del Derecho del Mar. En Noviembre de 1.974 fue invitado a dictar un ciclo de Conferencias en Ambato y habló por primera vez en el Ecuador de la defensa del medio ambiente cuando solamente en Europa los llamados Partidos verdes o ecologistas se preocupaban de la defensa mundial de nuestro ecosistema. De esta época es su doctorado Honoris Cansa en la Setton Hall. University de New Jersey y tras trece años de triunfal carrera en la ONU, volvió a Guayaquil en la nefasta dictadura del General Guillermo Rodríguez Lara. Su labor como internacionalistas había sido en extremo provechosa pues al haber aceptado a 17 países africanos nuevos en la ONU, abrió las puertas de ese organismos al conglomerado mundial e inició el proceso de descolonización; además, su participación en la Convención de Jamaica que trató sobre los derechos del mar y en el tratado de Tlatelolco en México basado en la proliferación de la armas nucleares, le hizo un funcionario de visión universal.

Poco después sus amigos diplomáticos de New York le consiguieron que representara al Ecuador ante la Comisión de Derechos Humanos con sede en Ginebra, presidiéndola en 1.976, años en que fue contratado por la ONU para formar la Comisión de Investigación sobre la Violación de los Derechos Humanos en Chile y para que se respeten los Derechos Humanos trabajó con exiliados en México, Venezuela y Suiza hasta 1.980 en que concluyó sus labores y regresó a Guayaquil, retomando su columna en “’El Universo” para orientar a la opinión como en otros tiempos y hasta criticó al gobierno de ese entonces con su magistral estilo de siempre. La Universidad de Guayaquil le otorgó el Doctorado Honoris Causas y fue electo Miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores.

En 1.981, con motivo de los enfrentamientos armados fronterizos en Paquisha, fue enviado a conferenciar en Washington con otros delegados ecuatorianos, gesto que le acercó al Presidente Jaime Roldós.

La Casa de la Cultura de Guayaquil habíale editado en 1.977 una selección de su poesía con el título de “Poemas en tres tiempos” en 110 pags. en el No. 44 de la Colección “Letras del Ecuador”, con sonetos y cantos que incluyen “Monetario al amor sin orillas”, “Cantos al amor unívoco”, “Poemas Newyorkinos” y “La voz sin eco”.

En 1.982 el Presidente Oswaldo Hurtado le envió de Embajador del Ecuador en México para reemplazar a Demetrio Aguilera Malta y apareció en la revista de la Sociedad Jurídico Literaria de Quito su ensayo “Tiempo y Presencia de la Generación Decapitada” en 54 pags. el 85 enfermó gravemente en New York uno de sus hijos con cáncer y al ocurrir su deceso el 86, Benítes se retiró de la vida diplomática, justo a los 80 años de edad.

Recluido a su villa ubicada en el corazón de Urdesa, entre música, familiares y libros, le entrevisté y me declaró que tenía bastante avanzado una obra sobre el Libertador Bolívar romántico y otra sobre el formidable polemista que fue Juan Montalvo, pero que quizá no podría terminarlas, pues parecía que los años de diplomacia habían atemperado su necesidad de escribir como suele suceder a menudo.

Poco después una lenta enfermedad le ocasionó una especie de sopor del que no salió a pesar de los años y la atención médica recibida y falleció en Guayaquil, de 89 de edad, el 7 de marzo de 1.995, dejando un vacío que difícilmente se llenará en el campo de la crítica histórica y sociológica, aparte de que como periodista fue irónico y contundente y como escritor tuvo estilo magistral.

El ensayista argentino Carlos Piñeiros en su obra “Pensamiento equinoccial” le dedica un capítulo especial a su vida y obra.

Antonio Sacoto ha escrito “en Benítes se dan la mano el poeta y el historiador, manteniendo una armonía, un equilibrio, en una de las prosas más bellas de su período”.