Archivo de octubre, 2008

Los tangos censurados

Posted in cancionero argentino with tags on octubre 30, 2008 by edmolin657

Los tangos censurados

¡En el ’76 los milicos hasta censuraron a Gardel!

Por Jorge Gutman

 
Gardel y Discépolo hablan sobre Yira, yira

Las diferentes dictaduras militares que gobernaron la República Argentina a partir del año 1943, apoyados por algunos grupos de ‘intelectuales’ y ‘moralistas’, se ocuparon de censurar, cambiar y prohibir las letras y títulos de muchos tangos, que en la mayoría de los casos habían ganado el gusto y la popularidad del público radio-escucha de esa época. Fueron muchos los compositores, poetas, cantores y músicos que se vieron afectados por las distintas disposiciones y leyes gubernamentales que les prohibían interpretar dichas canciones.

Ya anteriormente a esa fecha, y para ser más precisos en el año 1931, el presidente de facto José Félix Uriburu ordenó cambiarle el título del tango de Cobián y Cadícamo “La casita de mis viejos” por el de “La casita de mis padres” (nota del editor: patético)

Durante el mandato del General Pedro Pablo Ramírez, la Dirección General de Correos y Telégrafos recibió la ‘orden’ de limpiar el vocabulario usado corrientemente en las radios, y la de cambiar el título de algunos tangos nominados como indecentes. Así fue como “Sobre el pucho” pasó a ser “Un callejón en Pompeya”, “Chiqué” fue cambiado por “El elegante”, (traducción pésimamente hecha), “Susheta” por “La aristócrata”, “Qué vachaché” por “Qué vamos a hacerle”, “El ciruja” por “El recolector”, “La catrera” por “La cama” y “Yira yira” por “Camina, camina” Y por si esto fuera poco, prohibieron la radiofusión del tango “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo.

Cabe destacar que “Cambalache” tuvo el “privilegio” de ser prohibido por cuanto gobierno militar subió al poder en nuestro querido país. Parecería que el “genio visionario” de Discépolo no era del agrado de los gobernantes de turno, sobre todo cuando dice //Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también…// como augurando el problema de las coimas de los senadores del año 2000.
En esa misma época, el entonces ministro de Educación, don Gustavo Martínez Zubiría, forma una comisión, presidida por Monseñor Gustavo Franceschi, para “controlar” lo que se “hablaba y cantaba” en las radiodifusoras del país.

Así es como pasan a ser de la categoría de prohibidos los tangos “Al pie de la Santa Cruz” de Mario Batistella y Enrique Delfino, “Al mundo le falta un tornillo” de Cadícamo y Aguilar, “El ciruja” de De la Cruz y Marino, y los tangos de Celedonio Flores, “Mano a Mano” y “Pan”, por su vocabulario “lunfardo”. El tango “Mi noche triste” de Castriota y Contursi, también lo pasaron a retiro por sus palabras del idioma lunfardo, //Percanta que me amuraste, en lo mejor de mi vida// Dejándome el alma herida y espinas en el corazón// Para mí ya no hay consuelo y por eso me ‘encurdelo’, pa’ olvidarme de tu amor.//

También cayó en la volteada el cantor Alberto Castillo, por las letras que entonaba, y por su forma de ver y hacer gestos, cosa que a los integrantes de la comisión no les agradaba, a pesar de que Castillo, en ese momento, era considerado por el público, como un ídolo nacional.

El primero de diciembre de 1943, la cancionista Libertad Lamarque, recibe una reprimenda del gerente general de Radio Belgrano, porque la Dirección de Radio-Comunicaciones, les mandó un telegrama, intimando a Libertad Lamarque a mejorar su vocabulario tanguero. Ridícula reprimenda, a quien fue siempre un ejemplo de educación en todas sus presentaciones radiales o teatrales.

En el año 1962, Edmundo Rivero canta el tango “Bronca”, escrito por él y Mario Batistella, y también lo pasan por las armas (al tango, por supuesto), porque dice así: “Los ladrones van en coche, Satanás está de farra y detrás de la fanfarra, salta y baila el arlequín// Es la hora del asalto, sírvanse que son pasteles y así queman los laureles, que supimos conseguir”.

Y para finalizar, ¿se acuerdan de 1976?, ¿lindo año no? Bueno, les comento que ni Gardel, a pesar de estar muerto se salvó de la censura, ya que algunas grabaciones por él cantadas fueron prohibidas para pasar en las radios. Estas son algunas de dichas canciones: “Pan”, “Aquaforte”, “Al mundo le falta un tornillo”, “Al pie de la Santa Cruz” y “Matufias”

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Lealtad

Posted in VALORES HUMANOS with tags on octubre 29, 2008 by edmolin657

Quizás nadie entienda mejor el valor de la lealtad que aquella persona que ha sido traicionada en algún momento… Está claro que todas las personas esperamos la lealtad de los demás, y que a nadie le gusta ser traicionado, o saber que un amigo habló mal de nosotros. En otro sentido, nos parece terrible cuando, después de trabajar en un empresa muchos años, nos despiden sin pensar en todos los años que le invertimos. Detectar la lealtad (o deslealtad) en los demás es fácil, pero ¿Cómo estoy viviendo yo la lealtad? ¿Realmente sé qué es? ¿Qué esperan los demás de mí?
La lealtad implica un corresponder, una obligación que se tiene al haber obtenido algo provechoso. Resulta un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. Por eso, el concepto de lealtad se entronca con temas como la Patria, el trabajo, la familia o la amistad. Cuando alguien nos ha dado algo bueno, le debemos mucho más que agradecimiento.
La lealtad es un valor, pues quien es traidor, se queda solo. Necesitamos ser leales con aquellos que nos han ayudado: ese amigo que nos defendió, el país que nos acoge como patria, esa empresa que nos da trabajo. La lealtad implica defender a quien nos ha ayudado, en otras palabras “sacar la cara”.
Si somos leales, logramos llevar la amistad y cualquier otra relación a una etapa más profunda, con madurez. Cualquiera puede tener un amigo superficial o trabajar en un sitio simplemente porque nos pagan. Sin embargo, la lealtad implica un compromiso mayor: supone estar con un amigo en las buenas y en las malas, es el trabajar no sólo porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso con la empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma.
En este sentido, la lealtad es una llave que nos permite tener un autentico éxito en nuestras relaciones. Además no es un valor fácil de encontrar. Es, por supuesto, más común aquella persona que al saber que puede obtener algo de nosotros se nos acerque y cuando dejamos de serle útil nos abandona sin más. Es frecuente saber que alguien frecuenta un grupo contrario porque le da más beneficios, luego, esta persona no resulta confiable para nadie.
Existen distintas actitudes desleales:  Las críticas que se hacen las personas, resaltando los defectos, lo limitado de sus cualidades o lo mal que realizan su trabajo.  Hablar mal de nuestros jefes, maestros o de las instituciones que representan.  Divulgar confidencias que se nos han hecho.  Quejarnos del modo de ser de alguien y no ayudarlo a superarse.  Dejar una amistad por razones injustificadas y de poca trascendencia, como el modo de hablar, vestir o conducirse en público.  El poco esfuerzo que se pone al hacer un trabajo o terminarlo.  Cobrar una suma mucho más alta a la pactada.
Como vemos, la Lealtad se relaciona estrechamente con otro Valores como la Amistad, el Respeto, la responsabilidad y la honestidad entre otras.
Sin embargo, no es suficiente contradecir las actitudes desleales para ser leal, es necesario detenernos a considerar algunas observaciones:
 En toda relación se adquiere un deber respecto a las personas. Como la confianza y el respeto que debe haber entre padres e hijos, la empresa con los empleados, entre los amigos, los alumnos hacia su escuela…  Es necesario reconocer los valores que representan las instituciones o aquellos que promueven las personas con sus ideas y actitudes. Nunca será buena idea que una persona que se preocupa por vivir los valores, trabaje en un lugar donde se hacen fraudes o impera la corrupción.  Se deben buscar y conocer los valores permanentes para cualquier situación, de otra forma se es «leal» mientras se comparten las mismas ideas. La persona que convive en un ambiente de diversión malsana y excesos, pronto se alejará y comenzará a hablar mal de aquellos que dejaron de participar de sus actividades.
De esta forma vemos como la Lealtad no es consecuencia de un sentimiento afectivo, sino el resultado de una deliberación mental para elegir lo que es correcto. El mentir para encubrir las faltas de un amigo (en la casa, el trabajo o la escuela) no nos hace leales, sino cómplices.
A su vez, si colocamos como valor fundamental el alcance de objetivos, podemos llegar a perder el sentido de la cooperación. La persona que participa de una actividad sólo por el resultado exitoso, fácilmente abandona la empresa cuando las cosas no salen bien o simplemente deja de obtener esos beneficios a los que estaba acostumbrado.
Lo que debe quedar claro es que lo importante es vivir los valores por lo que representan, no por las personas que en algún momento dictan una norma. Todo trabajo se debe hacer bien, no por “quedar bien con el jefe”, sino por nuestra integridad y compromiso con nuestro trabajo y nuestra sociedad.
Con todo lo anterior veremos que aún sin darnos cuenta, las relaciones que hemos sabido mantener se deben en gran medida a la vivencia del valor de la Lealtad. No basta conocer los valores, es necesario darlos a conocer y reforzarlos para lograr un cambio de actitud, al hacerlo, logramos madurar la amistad y fortalecer el afecto.

Empatía

Posted in VALORES HUMANOS with tags on octubre 29, 2008 by edmolin657

En nuestras relaciones interpersonales exigimos que los demás nos traten con respeto y comprensión, sin embargo, nunca nos detuvimos a pensar si nosotros procuramos actuar bajo esos parámetros de conducta. Quizás envueltos en nuestras obligaciones, apurados y acelerados por el trabajo o la escuela, nos volvemos egoístas, olvidando que los demás pueden decirnos o comunicarnos cosas importantes para nuestra vida y crecimiento personal. El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que tenemos con cada una de ellas.
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La empatía supone un esfuerzo, aquel que realizamos para reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado. Sin embargo, la empatía no es el producto del buen humor con que despertamos, ni del afecto que nos une a las personas. Si esta combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar a los demás y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y preocupaciones para atender a quienes nos rodean.
A su vez, escuchamos a menudo que la empatía es la tendencia o actitud que tenemos para ponernos en el lugar de los demás e identificarnos plenamente con sus sentimientos. Sin embargo, esto tiene el riesgo de dejar a la empatía en un nivel meramente emocional: «si siento lo mismo que el otro, entonces hay verdadera empatía».
Por eso la empatía es un valor que se vive habitualmente, totalmente independiente de nuestro estado de ánimo y disposición interior. Se facilita en la medida que conocemos a las personas, la relación frecuente nos permite descubrir los motivos de enojo, alegría o desánimo de nuestros semejantes y su modo de actuar. Por ejemplo, esto se puede evidenciar claramente entre padres e hijos, en las parejas y con los amigos donde la relación es muy estrecha, quienes parecen haber adquirido el «poder de adivinar» que sucede antes de haber escuchado una palabra, teniendo siempre a la mano la respuesta y el consejo adecuados para la ocasión.
Existen a su vez, obstáculos que debemos superar como el cansancio, el mal humor, el dolor de cabeza y las preocupaciones propias del trabajo y el estudio. Incluso, puede ocurrir que en casa los padres presten poca atención a los problemas o alegrías de sus hijos por considerarlos pequeños o sin importancia, lo cierto es que, con su actitud -y muchas veces sin querer- procuran evadir esa molestia e inoportunidad para encerrarse en sí mismos. Otro ejemplo, lo encontramos cuando en la pareja alguno da monosílabos, gestos o sonidos guturales como respuesta evidenciando la falta de comunicación entre ellos; cuando tenemos tantos problemas, y lo que menos deseamos es escuchar lo bien o lo mal que les sucede a los demás.
En estas situaciones claramente nuestro estado de animo determina nuestras relaciones, obstinados permanecemos en nuestro mundo, damos a todo lo que ocupa nuestra mente la máxima importancia, comportándonos indiferentes y poco amables; queremos ser entendidos, sin intentar comprender a los demás. Por tanto, la empatía necesita de nuestra generosidad y genuina comprensión: para olvidarnos de nosotros mismos y hacer el esfuerzo por considerar los asuntos y sentimientos que los demás quieren participarnos.
La empatía como valor -y al igual que todos los valores- no hace diferencias entre personas, es una actitud propia de la personalidad, siempre abierta y dispuesta a las necesidades de los demás: este esfuerzo es mayor cuando ante nosotros está el empleado, el alumno, el vecino, la empleada doméstica o el vecino, pues sin darnos cuenta, podemos limitar nuestra atención e interés, o peor aún, menospreciarlos por considerarlos en una posición inferior.
Además, este valor nos proporciona posibilidades infinitas, primero hacia nuestros semejantes con quienes podemos compartir y confiar problemas, alegrías, triunfos y fracasos, ser escuchados y comprendidos. De esta forma, tenemos la inmejorable oportunidad de procurar el bienestar, desarrollo y perfeccionamiento de las personas, lo cual manifiesta el profundo respeto que les debemos.
El valor de la empatía desarrolla en nosotros la capacidad de motivar y encauzar positivamente a las personas; enseñar a tener ese interés por los demás y vivirlo habitualmente, es la mejor forma de transmitir empatía e identificarnos plenamente con los demás, cambiando radicalmente el entorno social en el que vivimos.
Para nosotros, la empatía nos permite conocer y comprender mejor a los que nos rodean, a través del trato cotidiano, trasladando estas actitudes hacia el seno familiar, logrando una colaboración y entendimiento entre todos: con la pareja la relación es cada vez más estable y alegre; con los amigos garantiza una amistad duradera; con los conocidos abre la posibilidad a nuevas amistades; en la empresa ayuda a conseguir una mayor productividad al interesarnos por los empleados y compañeros; en la escuela se obtiene un mejor rendimiento por la relación que se tiene con los alumnos y entre ellos mismos.
Vivir el valor de la empatía es algo sencillo si nos detenemos a pensar un poco en los demás y en consecuencia, aprenderemos a actuar favorablemente en todas las circunstancias. Por eso, debemos estar pendientes y cuidar los pequeños detalles que reafirmarán este valor en nuestra persona:
– Procura sonreír siempre, esto genera un ambiente de confianza y cordialidad. La serenidad que se manifiesta desarma hasta el más exaltado.
– Primeramente considera como importantes los asuntos de los demás y después los propios. Después de haber escuchado, la persona que se ha acercado a ti seguramente tendrá la capacidad de entender tu situación y estado de ánimo, por lo cual estará dispuesta ayudarte.
– No hagas un juicio prematuro de las personas porque te hace cambiar tu disposición interior (no pienses: «ya llego este molesto», «otra vez con lo mismo», «no me deja en paz», «otra interrupción») Si alguien se acerca a ti, es porque necesita con quien hablar… No los defraudes.
– Si no tienes tiempo o es un mal momento, exprésalo con cortesía y delicadeza -que también es empatía- y las personas se sentirán igualmente atendidas. Importante: no dejes pasar mucho tiempo para charlar con la persona.
– Evita demostrar prisa, aburrimiento, cansancio, dar respuestas tajantes u distraerte en otras cosas; además de ser una falta de respeto, logras autodominio y demuestras interés por las personas. Aprende a escuchar.
– No olvides infundir ánimo con palabras, una palmada en el hombro o un gesto amable, sobre todo si la persona tiene problemas.
En conclusión, la empatía es un valor indispensable en todos los aspectos de nuestra vida, sin él, sería muy difícil enriquecer las relaciones interpersonales. En este sentido, quien se preocupa por vivir este valor, cultiva simultáneamente la confianza, amistad, comprensión, generosidad, respeto y comunicación.
Sin embargo, no debemos olvidar que la posmodernidad con su ritmo de vida actual, nos proporciona pocas oportunidades de servir y comprender a los demás, de conocerlos y de tratarlos como es debido. La herramienta necesaria para acercarnos y tornar nuestras relaciones más humanas es el valor de la empatía, pieza fundamental que nos enriquece y nos identifica mejor como seres humanos.