ATAHUALPA
INCA.- Nació posiblemente en el Cusco en 1497 aunque este punto de su vida aún se presta a discusión y fueron sus padres el Inca Huayna Cápac, quien había tomado por concubina a la princesa Paccha, hija de los Caciques de la confederación Quitu-Puruhá. (1)
Su educación transcurrió en el Cusco hasta que tuvo edad suficiente, gozando siempre del amor y la confianza ilimitada de su padre que lo llevó consigo cuando viajó hacia el norte a debelar la sublevación de varias tribus. En Tomebamba hizo el Inca un alto y delegó a sus hijos Atahualpa, Ninankuychi y Auki Toma para que sometieran a los aguerridos Pastos.
(1) El sitio de su nacimiento constituye un intrincado problema debido a las diferentes opiniones emitidas por los cronistas indios y españoles. 1) Alonso de Borregán en su Crónica de la Conquista del Perú publicada en Sevilla en 1949 indica que Atahualpa nació en el valle que se decía Otavalo, pero es el único en afirmarlo. Borregán fue un aventurero español que estuvo en el Cusco en 1535 y debió redactar su relato por el año de 1565. Su Crónica permaneció inédita hasta que la descubrió el coleccionista peruano Rafael Loredo, que la dio a la luz publica. 2) Las declaraciones de los cuatro quipucamayos —hechas separadamente y luego de poner en orden sus quipus— que fueron llevados a presencia del presidente Vaca de Castro entre 1541 y el 44, indican que Huáscar fue el único hijo legitimo del Inca Huayna Cápac pero no hablan del lugar del nacimiento de Atahualpa, aunque le reconocen heredero de una parte del reino con sede en Quito. 3) Agustín de Zárate le hace quiteño, pero como su Historia fue copiada de la de Francisco López de Gómara, no tiene mayor valor 4) Miguel Cabello Balboa en su Miscelánea Austral concluida en 1586, después de haber permanecido en Quito hasta el 78, dice que Atahualpa fue llevado del Cusco a Quito. 5) Pedro Sarmiento de Gamboa en su Historia Indica publicada en México en 1942, es taxativo al afirmar que Atahualpa arribó a Quito cuando era mozo, en el segundo viaje de su padre el Inca Huayna Cápac. 6) Pedro Cieza de León, joven e instruido soldado en la Crónica del Perú escribió que ambos hermanos, Huáscar y Atahualpa, nacieron en el Cusco y no en Quito, y que éste último fue llevado a Quito, por su padre el Inca Huayna Cápac, cuando ya era mozo. Y como Cieza de León estuvo personalmente en todas esas comarcas y sus dos obras conocidas son las más completas en su género, creemos que lo afirmado por él tiene mayor peso. En sus Crónicas del Perú declaró que Huayna Cápac era casado con una princesa de Caranqui. 7) Luis Andrade Reimers, en la Pág. 147 de su obra La Campaña de Atahualpa contra el Cusco, ha indicado que bien pudo Atahualpa nacer en Caranqui o en el complejo administrativo de las faldas del Pichincha, Quito, al final de la guerra contra los Pastos—Caranquis—Cayambes, a no
Terminada esta guerra volvieron a Tomebamba donde Huayna Cápac tenía su palacio y allí permanecieron hasta 1522 en que falleció el Inca aquejado de un mal misterioso antes no conocido en América y que ahora se sabe que fue la viruela y atormentado por oscuros presentimientos por la llegada de unos misteriosos hombres barbados. En su testamento designó a Atahualpa, Incaprantin del Quitu y sus comarcas, es decir Inca asociado al principal del Cusco y por lo tanto secundario.
Atahualpa imaginó que su designación no iba a agradar a Huáscar y por eso se negó a acompañar el cadáver de su padre al Cusco. Siguió pues en el Quítu, posiblemente en Tomebamba y gobernó desde allí. Huáscar, efectivamente se disgustó muchísimo y en sus iras llegó al extremo de hacer ajusticiar a algunos Capitanes acusándoles de haber sido débiles con Atahualpa, pues ya sospechaba de la lealtad de Atahualpa, pero respetando la voluntad de su padre (e mantuvo como Incaprantin. (2)
ser que el victorioso Emperador, para efectuar su entrada triunfal en la Ciudad Sagrada del Imperio, quisiera llevar consigo a la princesa Caranqui junto a él, como un brillante espejo de hermosura de las tierras que había enseñoreado. Agregando luego, lo que sí parece mucho más probable y de lo cual quizá nació la fama de que Atahualpa hubiese nacido en el Cusco, es que su padre, el gran Emperador Huayna Cápac, hubiese decidido dejar al niño recién nacido y a su madre en la Ciudad Sagrada de los incas para su crianza y educación. Al final manifiesta que obviamente el príncipe Atahualpa y su bella madre estaban por encima de la nobleza extranjera en el Cusco, por su calidad de miembros de la familia imperial; sin embargo, el orgullo de la sangre inca había llegado a un apogeo despótico en la corte imperial del Cusco, y a pesar de la deslumbrante hermosura de la madre y las prendas varoniles y distinguidas de su hijo. en las fiestas cortesanas, en la vida privada dentro de la minúscula residencia real y aún en las calles de la ciudad. aquella madre joven y su hijo en desarrollo, debieron ser constantemente motejados con el calificativo despectivo de quilacos o quiteños. Por todo lo expuesto opinamos que es indudable que Atahualpa vivió algún tiempo en el Cusco al lado de su madre. 8) El Cronista Fernando de Montesinos ha dicho que su madre encontró en el Cusco una muerte prematura, que Huayna Cápac regresó a esa capital y le recogió posiblemente de 17 ó 18 años de edad. ¿Hacia 1518? viajando a Quito con él, con su hermana y mujer legítima Rava Ocllo, madre de Huáscar, quien quedó de Administrador en el Cusco, por ser mayor de edad.
(2) La momia de Huayna Cápac fue enviada al Cusco en un cortejo compuesto por su viuda Rava Ocllo, y altos funcionarios y parientes de esas panakas imperiales.
En 1529 murió Chamba, Cacique mitimae de los indios Cañaris y le sucedió su heredero Urco Kolla, hombre intrigante y malicioso, y como Atahualpa, de paso hacia el norte, tras pacificar a las alzadas tribus de la costa, aprovechó la magnificencia de Tomebamba para coronarse como Incaprantin de los territorios del norte del Tahuantinsuyo, ciñiendo las insignias reales del llauto de oro y carmesí con borla, lo que fue considerado un sacrilegio, dada su condición de mestizo.
Este episodio sirvió de detonante para la declaración de guerra entre ambos hermanos. Empero Edmundo Guillen en su «Historia Incaica» ha escrito: «que aunque es posible que ésta pudiera ser una de las causas, evidentemente la rebelión de Atahualpa obedeció a otros motivos más complejos, posiblemente de carácter religioso e ideológico, acerca de lo que debía ser el imperio que asumía Huáscar, lo cual va más allá de una simple rivalidad entre el centro administrativo de Tomebamba y la capital imperial del Cusco, como se ha venido creyendo». (3)
(3) El mismo Andrade Reimers, que es quien más ha estudiado en el Ecuador estos aspectos, en la Pág. 158 y siguientes de su obra ya citada, ha escrito. Tomebamba era sin lugar a dudas la ciudad más populosa y opulenta en el norte del Tahuantinsuyo. Cieza de León, que la había visto al cabo de quince años de haber sido destruida parece no hallar palabras adecuadas para describir la magnificencia de sus edificios y la suntuosidad de sus monumentos. Después de afirmar que sus aposentos eran de los más soberbios y ricos que hubo en el Perú y describir la incomparable belleza de sus templos y de sus palacios, concluye: En fin, no puedo decir tanto, que no quede corto en querer engrandecer la riqueza, que los incas tenían en estos, sus palacios reales. Aquella ciudad Cañari había comenzado su apogeo desde el día en que Huayna Cápac, el más grande de los emperadores del Tahuantinsuyo, había nacido en ella. Coronado de monarca a los veinte años, a pesar de sus largas visitas al Cusco y a todos los rincones de sus vastos dominios, en ella vio siempre su casa propia y trató de decorarla con lo más moderno y refinado dentro de los adelantos urbanísticos de su tiempo. Además, formó en ella, como nos lo ha dicho Sarmiento de Gamboa, un linaje propio suyo por medio de hijos y de hijas propios suyos, que nacieron o inmigraron para vivir en la encantadora Ciudad de los cuatro ríos de montaña. Igual cosa pasó con los funcionarios reales del Cusco cercanos al trono, los cuales se trasladaron allá en forma prácticamente definitiva. Todo esto incrementado a lo largo de medio siglo había hecho de Tomebamba una especie de segunda y modernísima Ciudad Sagrada del Imperio, induciendo obviamente a sus habitantes a mirar hacia abajo a los demás pueblos y ciudades del norte. Más aún, dado el grado de inyección de sangre incaica pura en su población y el orgullo ancestral que esto producía, el mestizo Atahualpa, originario de alguna de aquellas poblaciones
Huáscar envió a Tomebamba a su embajador Yupanqui, quien secretamente entró en conversaciones con los Cañaris y consiguió levantarlos con la promesa de que estaban llegando dos mil orejones del inferiores del norte, no era considerado como digno sucesor de Huayna Cápac, el inca tomebambino más ilustre de la historia del Tahuantinsuyo. Consciente de tal repudio secreto que experimentaba al visitar esa ciudad y deseoso de ganar simpatías entre sus habitantes, a raíz de la partida al Cusco de la Emperatriz Rava Ocllo con la momia de su esposo, Atahualpa dio los pasos conducentes a construir un gran palacio, a donde poder venir con sus mujeres de ellos (Cieza de León). Más aun, después de haber terminado la pacificación de los Huancavilcas en 1528, de paso hacia el complejo administrativo del Pichincha, se detuvo con su ejercito triunfante en Tomebamba y, según Cabello de Balboa, quizo aprovecharl a magnificencia de aquella gran ciudad para llevar acabo las solemnes ceremonias tradicionales de su coronación como Inca legítimo del territorio septentrional del Tahuantinsuyo. De esa forma ahí fue donde en medio de ritos religiosos de vieja tradición, en la gran plaza central de Tomebamba, se ciñó el llauto de oro y carmesí, con borla diseñada para caer sobre la frente. Después de esta ceremonia partió hacia el reino de Quito, vistiendo desde entonces las insignias reales legadas por el testamento de su padre. Asentando su dominio tanto en las tierras de los cañaris y paltas como en los territorios de la confederación quiteña hasta los pastos, volvía a reunir bajo su cetro toda la tierra a las órdenes de sus abuelos maternos antes de la amenaza de los ejércitos incásicos de Tupac Yupanqui. Pero la fastuosa coronación del bastardo en Tomebamba había herido en lo más profundo los sentimientos de la aristocracia incaica radicada en la ciudad, unánime con el criterio de Huáscar en el Cusco, de que era un sacrilegio de que la borla imperial del Tahuantinsuyo fuese ceñida en la cabeza de un mestizo. Así, pues, el propio Gobernador de la provincia, Apu Inga Ullco Colla, despachó al punto, mensajeros al Inca Huáscar, para hacerle conocer sobre el sacrilegio y el escándalo. Cabello Balboa no halla palabras para pintar la indignación que causó en el ánimo de Huáscar y mucho más en el de la Emperatriz Rava Ocllo, la noticia de la coronación de Atahualpa en la lejana ciudad de Tomebamba. De inmediato reunió a su Consejo de Estado para denunciar el sacrilegio, aunque después se hizo sordo para escuchar las amonestaciones que le dieron de prudencia. El, por su cuenta, mandó a dar muerte a los embajadores-rehenes de Quito, residentes en el Cusco, así como a sus amigos y a los parientes que habían llegado de allá con el cuerpo embalsamado de Huayna Cápac (excepción hecha de la madre y de la esposa principal de Atahualpa que todavía no había regresado y presumiblemente se escondieron a tiempo) Este paso equivalía a una declaración formal de guerra. Por último puso al General Atoc al frente de un cuerpo de dos mil oficiales orejones (los cuales debían ser de sangre Inca ciento por ciento pura) con la orden perentoria de salir de inmediato y hacer levas entre los guayacundos, paltas y cañaris. La marcha de estos oficiales fue tan rápida y los reclutamientos tan silencioso, que aquel nuevo ejército acampó cerca de Tomebamba, antes de que Atahualpa hubiese recibido la más remota noticia de la invasión.
Cusco para auxiliarles. Entonces sobrevino la sorpresa de los Cañaris que atacaron a las tropas de Atahualpa y lo tomaron prisionero en su propio palacio; pero él, hábilmente logró escapar y se preparó con Quisquís, Calicuchima, Rumiñahui y Zota Urco y luego de dos sangrientos enfrenta mientos, el último a las orillas del río Naxichi, derrotaron al General cusqueño Atoc y al Cacique Urco Kolla de los Cañaris los hizo matar a flechazos. (4)
La noticia se regó en el imperio y dándose cuenta Huáscar de lo peligroso de su situación, salió del Cusco con su hermano Huanca Auqui y se produjo un enfrentamiento armado en el que llevó la mejor parte Atahualpa, que contaba con el grueso de los generales de su padre – todos ellos guerreros experimentados y hábiles estrategas. Huáscar se retiró al Cusco a rehacer sus fuerzas, mientras Atahualpa ordenaba a Quisquís que tomara cuarenta mil hombres y fuera por la cordillera y a Calicuchima para que con otros tantos fuera por la costa, pacificando a las tribus insurrectas contra su autoridad, pues los Cañaris habían logrado un levantamiento general en todo el norte. El, por su cuenta, con doce mil hombres, atacó por mar a los indómitos punáes y los venció en una batalla muy difícil, en la que fue malamente herido en un muslo.
Después de ello pasó a Túmbez invitado por el Cacique de esa región y de allí siguió a las aguas termales de Cuñug cercanas a Cajamarca. Mas no queriendo seguir adelante con sus conquistas, pues ya había recuperado los territorios que consideraba propios y tenía algunos ajenos, le mandó a proponer a Huáscar la devolución de lo suyo, siempre y cuando se fijaran definitivamente los límites entre ambas regiones, sin ambiciones ni amenazas.(4) Entonces Atahualpa destruyó Tomebamba hasta no dejar piedra sobre piedra, al punto que sus ruinas fueron sepultadas por los siglos y fue recién en el siglo XX, que el arqueólogo alemán Max Uhle pudo descubrirlas, donde hoy se levanta la ciudad de Cuenca, capital de la provincia del Azuay
Huáscar, mal aconsejado por su madre, rechazó tan generosa oferta y se aprestó a continuar la lucha, sucediéndose varias acciones militares que favorecieron a su hermano rebelde, hasta que a mediados de 1532 ambos ejércitos se aprestaron a dar la batalla final en Cotapampa, casi a las puertas del Cusco, donde los generales de Atahualpa tomaron hacia la izquierda del camino real para que pudieran pasar las descuidadas tropas de Huáscar, a las que atacaron en forma sorpresiva y con movimiento de tenaza, sin darles tiempo a realizar ninguna maniobra, pues formaban una compacta masa humana y se dejaban acuchillar a mansalva.
Huáscar seguía a la retaguardia con su escolta de honor y apenas opuso resistencia, cayó prisionero y ordenó a los suyos que depusieran las armas. Unos cuantos veteranos del glorioso ejército de Huayna Cápac, casi todos ellos orejones, pretendieron organizarse y resistir, pero al recibir la orden del Inca se abatieron sin ánimos y acabaron por entregarse a la discreción del vencedor.
Mientras eso sucedía en el Cusco, en Cajamarca Atahualpa recibía a los pocos emisarios de Francisco Pizarro, a quienes atendió a sabiendas de las tropelías que venían provocando desde meses atrás cuando habían arribado a las costas de San Mateo, pues era su plan atraer a los barbudos a su campamento, para pedirles cuentas y castigarles como se merecían.
Empero esa confianza le perdió en la tarde del 16 de Noviembre de 1532 cuando fue sorprendido por el ruido de los cañones y mosquetes, la carga mortífera de la caballería y todo lo demás. Los españoles realizaron esa tarde una memorable acción: «Testigos presenciales relatan la actitud altiva de Atahualpa, pues al precipitarse los españoles al ataque, lejos de amilanarse les conminó a depositar en la plaza todo lo que habían robado, con la amenaza de matarlos si no lo hacían de inmediato».
Luego, ya cautivo, fue víctima de las extorsiones de los hermanos Pizarro para que les entregara oro y plata a fin de pagar a sus soldados, pactándose por escritura la entrega de los metales a cambio de la libertad del cautivo; sin embargo, el contrato fue incumplido y hubo notoria mala fe de parte de los españoles, pues luego de recibir grandes cantidades de oro y plata hasta donde señalaba la mano levantada del Inca en una pieza de grandes dimensiones, rodaron la calumnia de que estaba conspirando y le condenaron a sufrir la pena de muerte en la hoguera.
La investigación sumaria se probó con el testimonio de ellos mismos, que pasaron de jueces a testigos y luego actuaron como verdugos. El Inca comprendió que estaba perdido y con gran entereza de ánimo aceptó el bautizo que le ofrecían, que no tenía significado alguno para su mentalidad primitiva y era una forma afrentosa de injuriarlo aún más, pues quería preservar la integridad de su cabeza para que al momento de morir pudiera tocar la tierra y traspasara su espíritu al siguiente Inca, conforme la antigua creencia del mesianismo andino que aún sobrevive en los altos riscos montañosos. Así pues, murió como todo un hombre, el 26 de Julio de 1533, tras ocho meses y diez días de cautiverio, en la plaza pública de Cajamarca y bajo el ridículo nombre de Francisco que le fuera impuesto por sus enemigos, soportando la pena del garrote vil o estrangulamiento.
Tenía como todos los soberanos antiguos muchísimos hijos, unos legítimos y otros ilegítimos según las leyes de esos tiempos, pero la historia solo ha recogido los nombres de los siguientes: Puca Cisa que murió tierno. Hualpa Cápac o Toparca, que llegó a ser coronado por Pizarro y duró un poco más. Diego Hilaquita, Francisco Ninancoro, Juan Quispe Túpac, Francisco Túpac Atauchi que vivió muchos años en Quito conocido y reverenciado por todos como el Auqui o heredero, Carlos Felipe Atahualpa y María Isabel Atahualpa.
El Cronista Francisco de Xeres le describió así: «Hombre de treinta años -posiblemente tenía 37- bien apersonado y dispuesto, algo grueso; el rostro grande, hermoso y feroz; los ojos encarnizados en sangre; hablaba con mucha gravedad, como gran señor, hacía muy vivos razonamientos y entendidos por los españoles conocían ser hombre sabio; era hombre alegre, aunque crudo; hablando con los suyos era muy robusto y no mostraba alegría».
“De ingenio agudo y perpicaz, fácil para comprender todo lo que se le enseñaba, extremado en castigar, severo con sus súbditos, cariñosos y lleno de ternura para con sus hijos, parco en palbras, taciturno y hasta reservado, sabía dar a su continente magestad y señorío, querido de los suyos, respetado y hasta temido de los contrarios.
Durante su cautiverio ordenó el asesinato de su medio hermano Huáscar, a quien mantenía por los caminos, en situación precaria, ya que le habían perforado cerca de las clavículas para traspasarle dos cuerdas para jalarle, pues temía que pudiera fugarse y retomar el mando. Igualmente dispuso el sacrificio de las panakas imperiales del Cusco, esto es, de las familias principales de esa capital que estaban ligadas por la sangre con los Incas, de suerte que la memoria de Atahualpa fue aborrecida en el Perú por esos crímenes y aun hoy, después de más de cuatro siglos, se le continúa odiando. El Inca Garcilaso de la Vega le trató de usurpador y díjole lindezas. Parece, por otra parte, que Atahualpa debió haber recibido algunos desplantes en su juventud debido a su condición de ilegítimo. En el Ecuador se le considera el fundador de nuestra nacionalidad y aunque no fue ni lo uno ni lo otro, sino un hombre de su tiempo, viviendo en una cultura aislada por las moles de los Andes, tuvo la suficiente personalidad para hacerse respetar de sus captores, a algunos de los cuales hizóles sus amigos, demostrando en todo momento un fuerte carácter, la majestad de su rango y una no menor inteligencia, pues se dice que hasta llegó a entender el idioma español y a jugar el ajedrez con notable pericia y todo ello sin maestro, simplemente viendo, oyendo y pensando.(5) En el expediente del Conquistador Juan Arias Maldonado que se conserva en Madrid y es del siglo XVI, se dice que su madre – hermana entera del Inca Atahualpa— habrá nacido en Cusco, lo que abre amplias posibilidades para que el Inca también fuere cusqueño, al igual que ella.
Fuente: Biblioteca Rodolfo Pérez Pimentel
Debe estar conectado para enviar un comentario.