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Los lagarteros

Posted in notas periodísticas, tradiciones on septiembre 25, 2008 by edmolin657

Julio 14, 2006

Jorge Martillo para EL UNIVERSO

Cae la noche sobre Guayaquil. La piel plateada de la luna cubre al puerto. Las esquinas son iluminadas por el alumbrado público y los letreros de neón.

Las aceras y los portales de Lorenzo de Garaycoa (conocida también como Santa Elena, su antiguo nombre) están invadidos por bohemios y noctámbulos porque esa calle, entre Luque y Colón, alberga a La Lagartera.

He retornado a los años. Antes los músicos se apostaban en los portales de almacén Tía y Diana, tienda que vendía cervezas y trago fuerte hasta la medianoche. Ahora, la mayoría de los músicos se sitúa al frente, hacia la esquina de Sucre, a un costado de los puestos que venden platos típicos hasta el amanecer.

El sereno en Guayaquil
A las ocho empiezan a llegar los músicos y después los clientes que vienen a contratarlos para serenatas, fiestas y otros eventos. El sereno es una de nuestras antiguas costumbres que aún se mantiene.

En 1936, el español F. Ferrándiz Alborz publicó 25 Estampas de Guayaquil, en la titulada ‘El sereno’  expresa: “Y uno de los aspectos populares de Guayaquil de mayor intensidad emotiva y popular es el sereno. (…) Quien haya oído a altas horas de la noche un sereno bajo los portales (…) y tenga sensibilidad de artista, indefectiblemente se queda en Guayaquil para siempre”.

Los músicos de La Lagartera, abrazados, casi atados a las cuerdas de sus guitarras y requintos. Agitando y haciendo sonar las semillas de las maracas. Arrullando a la noche con sus canciones. En medio de esos acordes, llegan los desesperados por conquistar a una mujer o por recuperar los favores de un amor que se va.

Esa noche, en la esquina de Sucre, converso con Washington Figueroa, más conocido como Wacho. Cuenta que La Lagartera nació en Av. Quito y Clemente Ballén. Luego se desplazó a Lorenzo de Garaycoa y Luque, extendiéndose hasta Colón. En esos portales cantaron Julio Jaramillo, Olimpo Cárdenas, Lucho Bowen y un sinnúmero de artistas.

Él llegó en 1967 y al poco tiempo formó el Trío Guayas. En esa época había pocos músicos, luego el número aumentó, pero había trabajo para todos porque antes hasta el pobre llevaba serenata. En esos tiempos una serenata costaba entre 30 y 45 sucres. Ahora no hay precio fijo, un trío por tres temas cobra entre $ 50 y $ 70.

Cuando un cliente le dice a Wacho Figueroa que el sereno es porque ha peleado con su novia, la primera canción que interpreta es: “Perdón, vida de mi vida”, y dos boleros más de reconciliación. Si la serenata es de despedida por el viaje de un emigrante, canta Malabu: “Adiós, ya me quedo sin ti”.

No olvida una noche que comenzaron a cantar: “Si tú sientes el aire que besa/ ese aire es mi aliento”, y en eso se asomó un hombre sin camisa y preguntó: ‘¿Bueno, y ustedes a quién carajo le traen serenata?’. Ellos contestaron: El señor es quien la trae. Entonces el ingeniero que los contrató dijo que era para la señorita fulana de tal. Y el otro furioso dijo que esa era su esposa.

El ingeniero comentó que eran compañeros de oficina y que había dicho que no tenía compromiso. Entonces, el marido bajó con un garrote, “nos embarcamos en el carro del ingeniero y hasta luego”.

En este oficio ocurren cosas insólitas: “Si me contratan para darle una serenata a una imagen o una estatua, le canto. Si están velando a un muerto, también porque los que me escuchan y quienes me pagan son los vivos”. Eso pasa cuando en el cementerio interpretan las canciones favoritas del difunto, cuenta Figueroa.

También llegan señoras a contratar serenatas para sus esposos, entonces el tema es: “Toda una vida me estaría contigo”. Cuando amenizan fiestas, les piden música alegre y al terminar alguien pregunta: “¿Y ya se van los artistas?”. Entonces negocian por una hora más y si el contrato se alarga interpretan unas canciones de yapita.

Figueroa dice que llega a las 20h00 y  por experiencia  sabe que la gente va a buscarlos entre las 23h00 y 24h00. Si no hay movimiento se retira  para no pasar mala noche, pero otros se amanecen.

Algunos se enfadan cuando los llaman lagarteros, pero el sitio se ha hecho tan popular que han llegado artistas de Puerto Rico, Chile, México, Colombia, Perú que dicen: “Vamos a visitar a los músicos de La Lagartera, porque el nombre es internacional como la Garibaldi de México”.

Ya en la medianoche llegan unos pocos clientes. Antes de partir pido la canción de siempre: “Hoy quiero recordarte/ en mi loca bohemia/ esta noche de insomnio/ que vivo por tu amor./ Todo se torna en sueños/ en un recuerdo añorado,/ por eso soy bohemio/ bohemio por tu amor”.

Algunos se enfadan cuando los llaman lagarteros, pero el sitio se ha hecho tan popular que han llegado artistas de Puerto Rico, Chile, México, Colombia, Perú…
Washington Figueroa
músico

La poesía de Gabriel García Moreno

Posted in historia, poemas, presidentes ecuatorianos, tradiciones with tags , on septiembre 20, 2008 by edmolin657

POESIA DE GABRIEL GARCIA MORENO
El estudio de los personajes históricos depara muchas sorpresas. Gabriel García Moreno es poco conocido como poeta para los no estudiosos de la literatura, a pesar de que en el manejo de la lira fue un estilista que lanzaba los más hirientes dardos de su talento contra quienes no compartían sus ideas: Montalvo, Flores y Urbina, sus más zaheridos contricantes, Montalvo fue bautizado de «Cosmopollino» en divertida alusión a su obra «El Cosmopolita»; Flores y Urbina llevaron peores partes. Al primero dijo: «Vil tirano del crimen nacido» y al segundo: «Monstruo que hasta el patíbulo infamara».

DONDE GARCIA MORENO
INICIA SU VOCACION POETICA
El futuro presidente tenía su corazoncito romántico cuando frisaba los 18 años. Era apuesto y gallardo como joven tropical. Algo pulido, delgado y con ligero esbozo de bigote, era no mal bocado para las chicas del Quito colonial todavía en 1841, época en que frecuentaba los salones capitalinos debido a la protección que le dispensaba el obispo, a quien había sido recomendado. Este nexo le sirvió al joven estudiante del Real Convictorio de San Fernando para cobijarse en la generosidad de Monseñor Arteta y Calisto, que informado que deseaba tomar los hábitos en una orden religiosa cualquiera, lo apoyó incondicionalmente, exigiéndole eso sí, que terminara los cursos regulares del Bachillerato y después… «Ya veremos, la vocación no era cosa de prometer como manda cualquiera, porque había que sentirla de veras para no engañarse a sí mismo y tomar el camino equivocado, del que habrá que retroceder después con muchas penas; así es que, jovencito García Moreno, siga con la Gramática, Retórica y Matemáticas Generales en las que está muy bien y luego si Dios quiere. El dirá. No olvidemos que esta sede ha sido ocupada por guayaquileños de nacimiento o familia. Yo soy hijo de un caballero de allá, quizá usted…”

EL SALON DE RECIBO DE LA PRIMERA DAMA
Y como del dicho al hecho hay poco trecho, nuestro futuro poeta siguió estudiando y visitando, siendo recibido cariñosamente porque los afuereños son siempre bien atendidos en cualquier lugar, quizá por la novedad. Un día concurrió a la casa de la primera dama de la nación Mercedes Jijón de Flores, alternó con jovencitas muy hermosas y puso especial atención en una que es:

inocente y bella
como una flor. …

Juanita Jijón y Vivanco se llamaba la hermosa «serafín de amor» y parece que no fue indolente a los requiebros garcianos por las atenciones que éste recibió: risitas, zalemas, lánguidas miradas y en suma mil y una coqueterías entre las que podríamos pensar que hubo uno que otro inocente beso.

Y el joven estudiante porteño halagado por tan fácil conquista, la primera que realizaba en su vida, corrió a contarlo en el Real Convictorio a sus compañeros de aulas, donde esperaba recibir palmas por tan grande hazaña y efectivamente que lo era, porque para un simple muchacho que estudiaba becado, sin riquezas y en medio extraño, recibir un beso de la cuñada del Presidente de la República era cosa grande.

Pero nuestro héroe ignoraba que entre sus compañeros había uno medio hablador, Martín de Icaza Paredes, que voló a Palacio a contarlo todo.

EL PESO DE FLORES CASI LO ANIQUILA
Ah, jovencito pretencioso, con que le ha robado un beso a Juanita. La muy boba. Dar besos a pobretes. Pero ya verá el atrevido, déjenlo que regrese para que se tope conmigo. El irritado Flores tramó su venganza y esperó que Gabriel García Moreno volviera a visitar su casa, para espantarlo a patadas y así efectivamente ocurrió, para desgracia de nuestro paisano, que tuvo que salir a escape, mohíno y cabizbajo.

Además, el ofendido Flores solicitó al Convictorio el retiro de la matrícula de estudiante de García Moreno y a no ser por la pronta intervención del doctor Benigno Malo, Ministro del Interior, que se prestó a intermediario para componer la diferencia y aplacar los caldeados ánimos presidenciales, duro castigo hubiera recibido el avergonzado García Moreno. Oh tiempo engañoso, Oh ¿quién te cambió?

Entonces y como primera providencia, se encerró en un altillo al que nadie podía llegar porque la escalera de mano fue retirada y subida por él mismo. Allí permaneció cuarenta días estudiando hasta por las noches, a veces metiendo los pies en una lavacara de agua para no dormirse y con el cuero cabelludo rapado, sin un solo pelo en señal de rebeldía. Hecho un hippie al revés, para impedir que las tentaciones del mundo exterior le animaran a salir.

De esta época es la siguiente letrilla, famosa por su belleza, que Manuel María Pólit Lazo, Arzobispo de Quito, autor de las obras completas de García Moreno, hizo constar como puesta en el abanico de Juanita Jijón.

LETRILLA (FRAGMENTOS)
Mientras sin amores
mi pecho existió
feliz y contento
el mundo me vio
Hoy desventurado
gime de dolor, .
que ha querido el cielo
que muera de amor.
Mi rápida dicha
se desvaneció
como leve niebla
que disipa el sol,
Si ya no me quiere

la que me adoró
decidme; ¿no es justo
que muera de amor?

OPOSITOR DE PRIMERA LINEA CONTRA EL REGIMEN
A los pocos meses de este desgraciado incidente se inscribió como miembro de la sociedad Filantrópica Literaria, sitio de reunión de los más ardorosos conspiradores contra la tiranía floreana entronizada con la República y ensoberbecida con los dictados de la Constitución vigente en 1843, llamada y con sobrada razón: «Carta de Esclavitud».

Allí leyó a los presentes numerosos capítulos de «La Linterna Mágica» que editaba Pedro Moncayo y donde escribía García Moreno de vez en cuando.

En 1844 logró el título doctoral en Jurisprudencia y adquirió la tan ansiada independencia porque ya nada podía temer de Flores. Los tiempos en que se le podía expulsar habían pasado y la hora de la venganza comenzaba a vislumbrarse.

Pedro Moncayo refiere con fruición que habiendo manifestado a los asistentes a una velada literaria en la Sociedad Filantrópica que «sólo el puñal salvaría a la República», recibió de inmediato la oferta garciana de ayuda y ambos se apostaran en la obscuridad de una esquina de la Plaza de San Francisco, cerca de la casa donde vivía una conocida del Presidente a la que éste visitaba todas las semanas, dispuestos a asesinarlo, sin conseguirlo porque esa noche Flores y su edecán Espinosa y a las once salió Espinosa, no así el General que durmió fuera de palacio porque andaba de picos pardos. No pudiendo herirlo. García Moreno le dedica una poesía:

Cruel tirano del crimen nacido
esclaviza a la Patria adorada;
quien lo sufre es un vil fementido,
quien lo sigue, traidor se degrada.

Al principio Flores no hizo caso, estaba por encima de cualquier periódico como «La Linterna mágica» y de abogados jóvenes; no tiene tiempo para casos de ínfima cuantía, pero como le siguieron los ataques, ordenó la prisión del grupo y allí cayó García Moreno, Rafael García, Antonio Manrique, Manuel Alvarez y Rafael Pólit entre otros. Se les trasladó a la Provincia Flores (entiéndase Loja, que ha cambiado su nombre epónimo por el apellido del Presidente) pero la pena no llegó a cumplirse con García Moreno porque el General Vicente Aguirre Mendoza depositó en su favor 2.000 pesos de fianza, consiguiendo su traslado al valle de los Chillos, donde estuvo en una de sus haciendas hasta que triunfó la revolución del 6 de Marzo en Guayaquil y el dictador salió del país con rumbo al exterior.

EL POLITICO Y SU POESIA BURLONA
La producción poética posterior fue casi siempre un arma política. En 1845 y con motivo de la Convención Nacional insultó a los diputados que votaron por Roca para Presidente de la República, posponiendo al excelso poeta José Joaquín de Olmedo. En otras ocasiones utilizó la sátira y para ejemplo va el dedicado a una dama que no quiso corresponder sus amores.

A AURELIA (EPIGRAMA)
Si en sátira maligna revelara
los misterios, Aurelia, de tu vida;
si yo dijera que tu linda cara
solo es una pintura deslucida
si en tu alquilado pelo no alcanzara
a contar tus adonis, mi querida,
me odiarías con razón, como a enemigo
mas, ¿porqué odiarme, cuando nada digo?

A los abogados quiteños en 1846 endilgó otro poema, imitativo de la canción del pirata, con música del maestro Elías Espinosa y letra del insigne poeta español Espronceda, que tanto daba que hablar en esos tiempos.

EL ABOGADO PIRATA
(FRAGMENTO)
Con diez códigos por banda
pluma en mano, a toda vela,
no surca el mar, sino vuela
un letrado parlanchín.
Doctor-pirata llamado
por tanto pleito «el temido»,
en mi tierra conocido
del uno al otro confín.
Derrama leve arenilla
y al silbar, súbito el viento
con trémulo movimiento
desata un talego azul.
Y después de muchas veces
cuenta alegre su dinero
así canta placentero
sentándose en un baúl….

Así era García Moreno al natural, a veces festivo y caprichoso, insultador con sus enemigos y furibundo en el desquite.

VINCES EN LA ANTIGUEDAD

Posted in historia, tradiciones with tags , , on septiembre 17, 2008 by edmolin657

EL ENCANTO DE VINCES ANTIGUO
Yo no soy de por aquí,
yo soy de barranco blanco;
enciendo la tierra buena,
la misma yuca arranco…

El Licenciado Isidro de Veinza y Mora, Clérigo de Ordenes Menores, era muy afecto a predicar la doctrina cristiana entre los indígenas de la cuenca del Guayas allá por los lejanos días de 1694, cuando la Provincia de Guayaquil contaba con doctrinas y parcialidades. El Licenciado estuvo entre los propietarios agrícolas que desviaron el cauce del Río Baba para formar el Estero que llamó de San Lorenzo, donde se inició un pueblo conocido como VINCES, por deformación del apellido Veinza.

Del Padre Veinza se cuenta que habiendo enceguecido a causa de una nube que le impedía captar la luz, se hacía conducir de pueblo en pueblo, por un lazarillo, dando sermones y confesando a todo pecador arrepentido. Eran los días en que los sacerdotes andaban tan escasos que la llegada de uno era motivo de bautizos, comuniones, confesiones y confirmaciones sin cuento. Y qué decir de las misas de difunto, letanías y rosarios. Hasta las cuarenta horas que hoy nos parecen tan comunes eran materia de privilegio para determinadas ciudades, por lo que en materia de ritos mucho hemos ganado con el paso de los siglos.

Un buen día llegó a Daule nuestro buen padre y allí quedó algún tiempo; mas, una mañana, cuando recitaba sus oraciones en la sacristía de la Iglesia, fue informado de la existencia de unos restos apolillados del que había sido un hermosísimo «Cristo del Descendimiento» y que para evitar la profanación yacían quemados y tirados en una trastienda, entonces sintió de pronto una súbita inspiración y pidió que lo llevaran al sitio, agachándose á tocar los restos del Cristo chamuscado y fue tal el empeño que puso que sintió que sus ojos quedaban libres de las nubes que los empañaban, que se desprendieron de golpe, permitiéndole recobrar la vista.

Imaginen la alegría del buen predicador al poder contemplar de nuevo las cosas de la vida y cuánta no sería su gratitud para con imágen tan milagrosa, que mandó a Guayaquil a restaurar, instalándola en Daule con gran aparato y lujo … ¡Que teniendo cuello y mangas, todo trapito es camisa! Como dice el poeta. Ese es el origen histórico del Cristo Negro o Señor de los Milagros, que hasta hoy se venera en la tierra del tabaco, los mangos y las naranjas.

VINCES
Cabalgando entre huertas todo un día
llegué. Vinces famosa, a tu ribera
y al verla tan florida y hechicera
dejé escapar un grito de alegría.

Lozana, cual la gaya primavera
y era entonces lozana la edad mía,
brillabas cautivante, parecía
que un paraíso, tu áureo suelo fuera.

Juré bajo tus palmas, dulce ensueño,
en otras tierras divulgar tu encanto
con patrio amor y júbilo infinito;
y al cumplir, tarde, el juvenil empeño
diciendo voy que no ponderan tanto
los que te dicen un edén chiquito.

Víctor Manuel Rendón
Vinces, febrero 22 de 1928

CUANDO FUE «PARÍS CHIQUITO»
A principios de siglo y en la época de la pepa de oro, cuando los agricultores de la costa ni siquiera tenían que darse el trabajo de sembrar el cacao, sino únicamente cosecharlo. Vinces era el centro de una extensa zona, emporio de riquezas de nuestro litoral.

Mas, como todo pasa, vino por la década de los años 10 el hongo de la monilla y la peste de la Escoba de la Bruja que acabó con las huertas de toda la comarca, finalizando una época de esplendor y derroche que aún se observa en los artesonados techos de sus casas antiguas y en las molduras de puertas y ventanas, todas finamente talladas, con cielos falsos de aluminio pintado, que simulan complicados arabescos de colores.

En las calles vinceñas se andaba de saco y pantalón de fino dril blanco, la tostada y el bastón eran infaltables y cuando los vecinos se saludaban lo hacían en francés y con modales muy aseñorados. Aún se conservan en la Biblioteca Municipal de Vinces numerosos tomos de fina encuademación, de ediciones francesas famosas, producto de generosas donaciones. Incluso los amorfinos montubios eran delicados y sutiles; todo el embrujo del campo vinceño se reflejaba en ellos. Aquí van algunos:

Fragantísimo alelí
le cuento lo que me pasa;
el día que vaya a su casa
no haga desprecio de mí.

San Jacinto de Balzar,
San Lorenzo del Estero,
mi zamba tiene un lunar,
en los dientes delanteros

Ya mi sombrero está viejo
ya no puedo enamorar,
porque las muchachas dicen;
este mozo, ¿qué va a dar?

Por esta calle me voy
Y por la otra doy la vuelta
la muchacha que me quiere
me tenga la puerta abierta

Nunca en mi vida había visto
lo que vi esta mañana;
un gallinazo en la torre
repicando las campanas.

Malhaya quien dijo amor
pudiendo decir veneno;
malhaya quien se enamora
de prenda que tenga dueño.

Que oscura que está la noche
qué lejos está el camino,
y como te quiero tanto,
a todo me determino.

EL CONDE MENDOZA
El más famoso vinceño de esa época y uno de los personajes célebres del folclore costeño, Felipe Mendoza Coello, vivió a lo grande en Guayaquil y Europa.

En realidad el título de Conde no le pertenecía por abolengo, pero los millones que tenía y gastaba, pronto le dieron la fama de tal

¡Vaya una bicoca
para hacer boca!

Tenía dos canoas inmensas con capacidad para cargar 1.000 quintales de cacao y lo hacían cada 15 días. «Angelina» y «Canoa Grande» no se cansaban de venir al puerto cargaditas hasta el tope desde las haciendas «San José» y «Cañafístula». Canoa Grande se hundió un día en Samborondón porque el piloto Merchán la metió en una revesa haciendo que perdiera algunos cientos de quintales. El pobre salió mal parado del asunto, porque habiendo caído al agua por un golpe de timón, como estaba sudado le dio congestión; que generó en tisis galopante y él también se «hundió».

LOS CARNAVALES DEL «OLMEDO»
Era costumbre que el ultimo día de carnaval se retiraran los asientos de la platea del antiguo teatro «Olmedo» quedando una pista de baile magnífica. Las más adineradas familias compraban los palcos y se bailaba tango a la moda de París y de Hollywood.

El más diestro bailarín era Germán Lince Sotomayor que sabía pasos de fantasía; inaugurando el baile del «Olmedo» como pareja de Rachel de Mendoza, que toda alhajada lucía garbo y apostura.

Mas, las épocas cambiaron y un luctuoso suceso transformó la vida del Conde amargando sus últimos días. El caso fue como sigue: Su sobrino carnal Enrique Mendoza Lassavajeau, hijo de Carlos Alberto (su hermano) y de Leontina Lassavajeau Mendoza, su prima hermana nacida en Burdeos, fue asesinado a la salida del Teatro Olmedo por un peón de la hacienda del Conde, llamado Jacinto Carriel Pincay, que le asestó una soberana puñalada en el corazón, matándole de contado. Dicen que el asesino fue tomado prisionero porque no pudo correr, debido a que era la primera vez que usaba zapatos en su vida. Lo cierto fue que desde este incidente el Conde tuvo que defenderse en el juicio, enfermó y murió a poco.

PRIMER BALNEARIO DE AGUA DULCE
Hoy Vinces se distingue por su sabor antiguo, su regata anual y su río que propiamente es estero y que cuando llegan los meses de invierno se hincha con barriga hidrópica ofreciendo el más gallardo espectáculo que se puede imaginar. Sus riberas son de fina grava y arena las únicas del país y la ciudad tiene a su disposición un balneario de agua dulce con todas las comodidades del caso.

El Concejo Cantonal se ha preocupado de colocar paraguas y sombrillas y muchos puestos de bebidas y comidas típicas hacen las delicias de los concurrentes, bailándose por la tarde del domingo en una glorieta de estilo francés que existe en el malecón, bajo el egregio busto de Lorenzo Rufo Peña, que mira complacido como crece y prospera su población. Porque has de saber, caro lector, que el precio del cacao está subiendo de nuevo y se vienen mejores tiempos para San Lorenzo de Vinces, donde todavía se canta a lo antiguo el siguiente estribillo:

Permita Dios que reviente
Antes que cerveza beba.
Año nuevo, vida nueva
desde mañana… aguardiente.

Fuente: Biblioteca Rodolfo Pérez Pimentel