JOSE MARIA URBINA VITERI En 1823 los envió a Guayaquil recomendados al General Juan Illingworth, que el 21 de Octubre los matriculó de Cadetes en la recién fundada Escuela Náutica, tratándoles como a sus propios hijos. El 4 de Septiembre de 1824 ascendió a Aspirante y fue destinado a la Goleta La Guayaquileña. En 1825 participó en el sitio y bloqueo del Callao y se portó tan bien que Illingworth escribió: «Entre los valientes jóvenes que me acompañan, sobresale en valor que calificaré de audacia, en inteligencia y subordinación, Urbina. Su valor raya en temeridad y en cuanto a disciplina, nada hay qué decir». En 1826 volvió a Guayaquil como Alférez de Navío y existiendo el peligro de que los países de la Santa Alianza formada por Austria, Rusia, Prusia, Inglaterra y España principalmente atacaran al nuevo mundo, partió a Cartagena de Indias a preparar con Illingworth la flota que defendería las aguas del mar Caribe. En Enero del 27 sirvió en el Apostadero de la Marina. En Agosto del 28 la Corbeta peruana Libertad estableció el bloqueo de Guayaquil y se abrieron nuevamente las operaciones militares. Para solicitar explicaciones partió el General Tomás Carlos Wrigth en la Guayaquileña. El día 31 se avistaron ambas naves a la altura de Punta Malpelo y los peruanos abrieron fuego. Nuestros jóvenes marinos (Urbina, Juan González y Francisco Robles) antes de entrar en acción habían comentado un sueño del último, en el cual Urbina salía herido en la pierna derecha, González perdía la vida y Robles quedaba ileso, como efectivamente ocurrió después. La nave peruana se retiró abandonando el bloqueo. En Noviembre ascendió a Oficial de Ordenes de la Dirección Naval con el grado de Teniente y cuando el 22 de ese mes se presentó a nuestra ría la escuadra peruana, con su hermano atendió a la defensa del malecón. El asedio duró varios meses y terminó con una honrosa capitulación de la plaza. Entonces acompañó a Illingworth hasta la hacienda Chonana y anduvieron varios meses por los montes huyendo de las avanzadas peruanas. Recuperada la ciudad por Bolívar, fue designado Mayor de Ordenes del Apostadero en 1829. En Mayo de 1830 apoyó al General Juan José Flores en la creación de la República y fue enviado a Bogotá a comunicar la noticia al Libertador pero no lo halló, pues ya había salido con destino a Europa. Poco después combatió a la revolución del General Luis de Urdaneta. El 31 desempeñó varias comisiones de importancia ante los gobiernos de Bolivia y Chile pues tenía fama por sus buenos modales e insinuantes maneras. El Coronel Destruge le dio las quejas a Flores, de que Urbina imitaba a Flores en todo, causando mucha gracia tal afirmación. En 1833 fue su Edecán y el 12 de Octubre le apresaron en Guayaquil cuando el Comandante Pedro Mena proclamó la Jefatura Suprema de Vicente Rocafuerte. Deportado a Paita, regresó subrepticiamente por Loja y Cuenca con el General Antonio de la Guerra, el Coronel Federico Valencia y el Comandante Ignacio Pareja Mariscal. En Diciembre se reunieron con Flores. En 1834 intervino en casi todas las acciones militares durante la célebre revolución de los Chihuahuas, contra las fuerzas guayaquileñas de la isla Puna. En Septiembre de 1834 fue elevado a Coronel y desempeñó interinamente el Ministerio de Guerra y Marina. El 16 de Enero del 35 combatió con los ejércitos de Flores y Rocafuerte en Miñarica. Seguía de Edecán de Flores. En dicha acción murieron 800 ecuatorianos del Partido Nacional. Su biógrafo Camilo Destruge dice que Urbina desde entonces juró respetar la vida como don precioso. En 1836 fue designado Encargado de Negocios en Bogotá y en contacto con los jóvenes liberales de esa capital aprendió la buena doctrina, de la que no se apartaría jamás El 37 el Presidente Rocafuerte le retiró la agencia por gastador. Pedro Fermín Cevallos le ha calificado en esa etapa de «joven de entendimiento bien despejado y tan malgastador y travieso como el mismo General Flores, pues malbarataba allá más de lo que podía satisfacer nuestro gobierno». Entonces volvió a Quito con desagrado y se negó a comparecer a Palacio. Le enjuiciaron por rebeldía pero sin consecuencia. Resentido doblemente por haber sido cancelado y enjuiciado conspiró con el General Juan Otamendi para defeccionar al batallón de Lanceros en Riobamba, pero fueron denunciados por el Jefe de ese cuerpo y salieron al destierro en Papayán, acusados de «miserables cabecillas». En Colombia abrió campaña por la prensa acusando a gobierno de Rocafuerte del feo delito de fusilar sin fórmula de juicio a sus enemigos políticos, y solo volvió a Quito cuando Flores asumió nuevamente el poder en 1839. En 1840 el General Pedro Alcántara Horran solicitó la intervención militar del Ecuador en los asuntos internos de Nueva Granada. Urbina fue designado Jefe de Estado Mayor de la I División del ejército Auxiliar ecuatoriano y atravesó con Flores la frontera el 27 de Septiembre. Primero se situaron en Pasto, ciudad abandonada por el General José María Obando, a quien derrotaron después en la quebrada de Huilquipamba; pero la campaña se prolongó por quince meses en inútiles enfrentamientos y a mediados de 1841 el ejército ecuatoriano se retiró agotado a Quito, restituyéndose pacificada la provincia de Pasto a la Nueva Granada. Enseguida le fue confiado el Consulado General en Lima para gestionar en favor del Mariscal Andrés de Santa Cruz desterrado en las costas manabitas; mas, el Gobernador del Guayas, Vicente Rocafuerte, se negó a autorizar los viáticos y suspendió intempestivamente el viaje. Para enmendar la plana Flores designó a Urbina Jefe de Estado Mayor, en Enero del 42 Gobernador de Loja y el 2 de Marzo Secretario de la Legación en Lima a cargo del General Bernardo Daste. Urbina salió por Macará pero la Misión fracasó por causas meramente políticas. En 1843 asistió al Congreso como Diputado por Loja, votó por la reelección de Flores a la presidencia de la República por seis años y por la nueva Constitución que el pueblo dio en llamar la Carta de Esclavitud. Enseguida fue designado Gobernador de Manabi, donde le sorprendió la noticia de la revolución nacionalista del 6 de Marzo de 1845, a la cual plegó el día 17 con el Pronunciamiento de Portoviejo, ganándose la gratitud del Gobierno Provisorio, que el 22 le ascendió a General de Brigada. Entonces organizó la II División del Ejército, debeló un complot floreano y avanzó a Guayaquil, ingresando el 27 de Mayo triunfalmente con 700 hombres, en medio del delirante entusiasmo de la población. Al otro día visitó por primera ocasión el hogar de su media hermana Josefa Urbina Llaguno, viuda que era del Coronel Manuel Jado y Goenaga, para darle el pésame por el fallecimiento de su hijo Francisco, mortalmente herido en uno de los combates de la hacienda La Elvira. Allí conoció a su sobrina Teresita, Joven de 25 años de edad con quien se casó cuatro años después. Firmados los Convenios de Paz de la Virginia pasó a Quito con Pedro Carbo y el 3 de Junio se suscribió un Tratado con los delegados del encargado José Félix Valdivieso para lograr la unificación de la República. A su regreso desempeñó la Secretaria del Gobierno del Guayas y se trasladó con los Triunviros a la Convención Nacional en Cuenca donde sostuvo la vigencia de los Tratados de la Virginia y para evitar el ascenso de Olmedo a la presidencia de la República, por estar apoyado en su archienemigo Rocafuerte, tomó partido por Roca que salió electo y en Diciembre le designó Ministro Secretario General hasta que se instaló en Quito. En Junio de 1846 fue Diputado por el Guayas y Senador suplente por Manabí asistiendo al Congreso. En Marzo del 47 Encargado de Negocios en Lima para contrarrestar el peligro de una invasión floreana. En Agosto del 48 ascendió a Comandante General de Guayaquil. El 49 volvió al Congreso y presidió la Cámara de Diputados, pero al no poderse elegir al sucesor presidencial pues ni Antonio Elizalde ni Diego Noboa lograron las dos terceras partes de los votos, fue encargado del Poder el Vicepresidente Manuel de Ascázubi, quien nombró a tres Diputados para ocupar otros tantos ministerios. Urbina rechazó la cartera de Guerra y Marina por delicadeza así como una Misión en Europa, a donde se le quería enviar para alejarle del país, dado que su influjo sobre la población de Guayaquil era cada día mayor. Nuevamente en Guayaquil, en Diciembre concurrió con el General Antonio Elizalde a la casa del Gobernador Francisco de Paula Ycaza Silva a proponerle un triunvirato con Elizalde y Noboa, por cuanto los guayaquileños se quejaban contra el Ministro General Benigno Malo Valdivieso acusándole de floreano y estaban contrariados porque los sobrantes de la Tesorería de Rentas del puerto iban a alimentar las de Quito, pero al no someterse los Jefes de la Guarnición fracasó el movimiento. Entonces le llamaron a la Capital pero con astucia y persuasión logró que no le castiguen. El asunto había sido tan público que en Guayaquil Pablo Merino, José Rito Matheus Vasmezon y Ramón Benítez Franco, partidiaros del régimen, decidían sacarle del país para precaver futuras revoluciones y fueron a explicar su plan al Dr. Aguirre Abad, concuñado de Urbina, quien no quiso intervenir por razones estrictamente familiares. El Presidente Ascázubi decidió cambiar a los Jefes Militares de Guayaquil y despachó el 12 de Febrero de 1850 al General Isidoro Barriga con la consigna de reemplazar al Coronel Francisco Robles de la Comandancia del Distrito y a los Comandantes José María Vallejo y Guillermo Bodero que mandaban los más importantes batallones. El 19 arribó Barriga y sustituyó a los Jefes. El 20 Robles visitó a Urbina con fines revolucionarios pero éste se excusó, siguió a casa de Noboa y habló con sus hijos, sobrinos y parientes, entre ellos con el General Guillermo Bodero Franco, premio segundo de Noboa por la rama de Larrabeita, y acordaron tomar esa noche el Batallón N° 1 que no opuso resistencia pues su nuevo Jefe el Coronel Julio Ríos estaba dormido. También ocuparon el Cuartel de Artillería con igual facilidad y pasaron a donde el General Elizalde para que se hiciera cargo del mando, que rechazó indignado por nacer de un golpe militar. En tal circunstancia volvieron a casa de Urbina, quien asumió la Jefatura Militar, designó a Miguel García Moreno Gobernador del Guayas y envió Comisionados a Quito, pero no se produjo ningún arreglo, en vista de lo cual se ofreció nuevamente la Presidencia a Elizalde y ante una nueva negativa se llamó a una Asamblea Popular que se proclamó por Elizalde y como este se pusiera necio en rechazar la Jefatura se terminó designando a Noboa, que siempre había soñado con llegar a presidente, porque era amigo de toda figuración. Urbina fue enviado enseguida a controlar el orden en el centro de la República mientras Noboa gobernaba en Guayaquil y Ascázubi lo hacía en Quito, donde se decretó una Movilización General y se le entregó las Facultades Extraordinarias, luego envió al General Fernando Ayarza a ocupar Riobamba pero la revolución contaba con el apoyo de las mayorías y pronto se extendió por el país. El 6 de Mayo se realizaron las conferencias entre los Delegados de ambos gobiernos. Los de Ascázubi, con el ánimo de llegar a un Acuerdo ofrecieron el retiro del Ministro Malo, del Gobernador Ycaza que ya no tenía mando y aún del propio Ascázubi, negándose a la Convocatoria de una nueva Constituyente y por ello no hubo acuerdo posible. Despejado el panorama político los noboistas se preocuparon de Elizalde que se acercaba amenazador a Guayaquil, felizmente el 27 de Julio se celebró un convenio de Paz en la hacienda La Florida que acordó el cese de hostilidades, con lo cual Noboa pudo convocar a una Convención Nacional en Quito el 8 de Diciembre mientras Urbina, con notable acierto, pacificaba el resto del país, negociando con Elizalde la desocupación de la provincia de Loja y del resto del Austro ecuatoriano. Los primeros actos de Noboa fueron impopulares pues borró del escalafón a 163 militares elizaldistas y entre ellos al propio General Elizalde y al general Ayarza y en su reemplazo llamó a antiguos militares floreanos. Después se malquistó con el gobierno liberal de la Nueva Granada presidido por el General Hilario López, apoyando la insurrección de Pasto y recibiendo a los jesuítas por consejo de su primo el Arzobispo de Quito Nicolás de Arteta Calisto, que según opinión generalizada en el país desde las épocas del libertador Bolívar, era un sujeto ignorantísimo y fanatizado. Por todo eso Urbina se negó a asistir a la Convención y hasta sacó unas cartas anónimas tituladas «Marcistas a la Convención» hablando de la reacción pro floreana del Presidente recién electo. Así las cosas Noboa le pidió que acepte el Ministerio de Guerra y Marina o un cargo diplomático en Europa, pero prefirió la Comandancia de Marina aunque no había flota. El 25 de Febrero la Convención eligió a Noboa para el período de 1850-54 pero como éste no llamó a los roquistas, elizaldistas ni liberales a colaborar en el Gobierno, se ganó la animadversión general, bien es verdad que estos últimos, presididos por Pedro Moncayo, se pasaron a la oposición a causa de sus reservas contra los jesuitas, que eran sacerdotes politizados. Noboa sentíase seguro gobernando con los elementos floreanos y por haber designado a Guillermo Bodero Franco para la Jefatura Militar de Guayaquil, sin imaginar que dicho militar era del grupo urbinista y que en connivencia con ellos permitió el 17 de Julio de 1851 que Manuel Tomás Maldonado proclamara la revolución. Noboa, ignorante de todo ello, venía a Guayaquil a reunir a su familia y conducirla a Quito, cuando a arribar al Babahoyo fue apresado por el Comandente José Marcos. En su compañía venían los Coroneles Matías Sotomayor y Luna y Melitón Vera, quienes también cayeron detenidos. Finalmente, conducidos a un barco en medio de la ría, fueron sacados del país. Noboa tenía un carácter conservador y muchas ínfulas por haber sido Rey de Armas de una Jura Real, ambicionaba la gloria y el poder. Bodero era en cambio un demócrata de cuartel que gustaba de chanzas y palabrotas y era fama que tenía 44 hijos naturales. Ambos gozaban de numerosas relaciones sociales por ser nietos de dos hermanas Larrabeitia Gómez- Cornejo, miembros de la alta clase del puerto principal. La revolución triunfó inmediatamente en todo el país y Urbina entró en Quito y decretó la expulsión de los jesuitas, a quienes ni siquiera conocía, pero tuvo que hacerlo para aplacar las iras del presidente colombiano, medida injusta desde el punto de vista humano, aunque políticamente necesaria para la seguridad externa del país pues era cosa de días la invasión colombiana, al punto que los propios jesuitas habían escapado a Cuenca. Se dijo entonces que con la expulsión había evitado una inminente guerra con el gobierno de la Nueva Granada y con el reingreso de los militares elizaldistas al escalafón, los peligros de una invasión floreana. Urbina ganó inmediata popularidad, tenía solamente 42 años de edad, era orador elocuente, gozaba de experiencia militar y política y por sus buenas maneras sabía ganar el afecto y la voluntad de los demás. Como Jefe Supremo decretó el 25 de Julio de 1851 la abolición de la esclavitud de la República, alegando que cada hombre era dueño absoluto de su propia vida y que ese derecho era imprescriptible, pero tuvo numerosos detractores sobre todo entre los que se habían venido beneficiando de mano esclava. (1) El 17 de Julio de 1852 se instaló la Convención Nacional en Guayaquil que aprobó la VI Constitución. Urbina resultó electo Presidente por 23 votos, siendo los 15 restantes para su concuñado el Dr. Francisco Xavier de Aguirre Abad y 1 para el Dr. Pablo Vásconez. Vicepresidente fue electo Pacífico Chiriboga y el gabinete quedó constituido de la siguiente manera: Interior y Relaciones Exteriores Dr. Marcos Espinel Endara, Hacienda José María Caamaño Arteta que no aceptó por parentesco con Diego Noboa Arteta su primo y fue desempeñado por Francisco P. Ycaza Paredes, y Guerra y Marina por el General Teodoro Gómez de la Torre.
Fuente: Rodolfo Perez Pimentel |
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Archivo de presidentes ecuatorianos
Jose María Urbina
Posted in presidentes ecuatorianos with tags presidentes ecuatorianos on noviembre 25, 2008 by edmolin657Juan de Dios Martínez Mera
Posted in presidentes ecuatorianos with tags presidentes ecuatorianos on noviembre 14, 2008 by edmolin657
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José Luis Tamayo
Posted in presidentes ecuatorianos with tags presidentes ecuatorianos on noviembre 10, 2008 by edmolin657JOSE LUIS TAMAYO TERAN
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA.- Nació en Chanduy, Cantón Santa Elena, provincia del Guayas, el 29 de Julio de 1.858. Hijo legítimo de Manuel Tamayo Roca, comerciante ambateño quien pasó a Chanduy a mediados del siglo y se dedicó al cultivo de la orchilla, exportándola en sus barcos hacia el norte del Perú donde tenía muy buenos precios y era usada como tinte o colorante. En uno de esos viajes falleció de fiebre amarilla y su esposa Josefa Terán Martínez, al conocer por carta la mala noticia, gritó ¡Dios mío! sufrió un fulminante infarto y cayó muerta, dejando en la orfandad a sus hijos Dolores de cinco y José Luis de tres y dos años de edad, que fueron recogidos por su abuela materna, Jacinta Martínez profesora en Chanduy, quien les dio las primeras letras.
En 1.869 salvó la vida de su padrino de bautizo Luis de Tola y Avilés, que se ahogaba en las aguas embravecidas de Chanduy, en gratitud éste lo pidió para tenerlo en su casa de Guayaquil y matricularlo en el Colegio San Vicente del Guayas, donde dictaba sus cátedras y tenía fama de adusto y serio; pues antes de meterse a cura, había sido marino y guardaba la rígida disciplina militar en todos sus actos, de suerte que “templó al alma de su ahijado en los proyectos de una elevada moral y orientó su mentalidad por las sendas del saber y la cultura”. En 1.878 el joven se graduó de Bachiller con espléndidas calificaciones. Era de conducta arreglada y fino talento, vivía con otros estudiantes protegidos del ya Obispo Tola en los bajos de su casa de Víctor Manuel Rendón y P. Icaza (pues daba a ambas calles).
En 1.879 empezó a enseñar Latín en ese colegio, colaboró en la sección literaria del Diario “La Nación” y comenzó estudios de Jurisprudencia. De esta época son numerosas publicaciones de índole literaria aparecidas en diferentes periódicos y revistas de Guayaquil, especialmente en el semanario “El Cometa” el 83, donde también colaboraban Cesáreo Carrera, Nereo Cabezas, Simón Ceballos, Heráclito Vera, Carlos Carbo Viteri y Delfín B. Treviño.
El 1°. de Octubre de 1.886 y con Manuel Tama Vivero, arrendó la imprenta de Calvo y Cia. y asumió la dirección del gran trisemanario “Los Andes”, le dio más color local aumentando su información y en cuyas columnas escribió con altivez, patriotismo y justicia, protestó por el fusilamiento de Vargas Torres y por ello fue sindicado de conspirador y en Mayo del 87 notificado con una orden de confinio a la capital de la República.
Ese mismo año se incorporó de abogado y regresó a Guayaquil, volviendo al periodismo desde las columnas del “Diario de Avisos”, también tuvo a cargo una cátedra de literatura en el San Vicente del Guayas y con Manuel Tama Vivero fundó “La Revista Literaria” de corta duración, de aparición semanal y que se imprimía en los talleres de La Nación.
En 1.887 murió el Obispo Tola, no sin declarar: “si hubiera tenido un hijo, no habría sido tan bueno y cariñoso conmigo, como mi ahijado José Luis”.
Desde Septiembre de 1.888 colaboró en el diario vespertino “La Opinión Pública” que se editaba en la imprenta Bolívar. Entonces fue electo vocal fundador de las “Sociedad Liberal Republicana” que presidía el Dr. Juan Emilio Roca Andrade con la finalidad de publicar un periódico que se tituló “La Reforma” y presentar candidatos para las Cámaras del Senado y Diputados.
En 1.890 fue designado Síndico del Concejo Cantonal de Guayaquil, en 1.892 de la Sociedad Filantrópica del Guayas y con sus compañeros de labores en el “Diarios de Avisos”, José de Lapierre y Luis Felipe Carbo, formó una sociedad para editar una obra relacionada con la Exposición Universal de Chicago, viajando a los Estados Unidos y recogiendo numeroso material informativo y gráfico. A su regreso escribió la parte expositiva y la descripción política de “El Ecuador en Chicago” y el resto corrió de la pluma de José Antonio Campos. Dicha obra es un clásico de la literatura nacional y constituyó un éxito sin precedentes por la bondad de su lectura, profusión de gráficas y retratos y elegantes impresión.
En 1.895 formó parte del Comité investigador del bullado asunto de la venta de la bandera. El 18 de abril fue apresado por orden del Gobernador Gabriel Luque González, por ser redactor de El Grito del Pueblo y hubiera salido al destierro, pero el gobierno dio pie atrás y dispuso la libertad de los detenidos políticos.
Para la revolución liberal del 5 de Junio de 1.895 fue enviado a asumir la Jefatura Civil y Militar de Manabí. De regreso a Guayaquil pasó a ocupar la secretaría de la Gobernación, al arribo de Alfaro estuvo entre los oradores que hablaron en la gobernación y ocupó la subsecretaría del Ministerio del Interior de la dictadura, viajó a la Sierra con el Ejército, asistió a la batalla de Gatazo y después se hizo notar en Riobamba, al lado de Alfaro”.
“Entonces ocurrió el alejamiento de Carbo del Ministerio del Interior y fue designado en su reemplazo, entrando en Quito como vencedor. Terminada la campaña, Alfaro le ofreció el grado de Coronel que rehusó aceptar por considerarlo desproporcionado y renunció casi enseguida para regresar a Guayaquil, donde perdió la totalidad de sus bienes en el Incendio Grande de Octubre de 1.896.
En 1.897 fue electo Secretario de le Cámara de Comercio y Síndico de la Sociedad Filantrópica del Guayas. Ese año contrajo matrimonio con Esther Concha Torres, a quien había conocido en casa de Darío Egas Sánchez durante un bautizo. Fue un matrimonio modelo que tuvo seis hijos.
En 1.898 fue diputado por Esmeraldas, asistió al Congreso extraordinario y salió electo Presidente del Senado, repitiéndose dicho honor al año siguiente.
Durante la campaña presidencial de 1.901 apoyó como el resto de liberales la candidatura oficial del General Leonidas Plaza, quien le ofreció la cartera del Interior pero “rehusó marchar a la capital por el poco sueldo”. Meses después la provincia de Esmeraldas volvió a elegirlo Senador. En 1.902 fue Presidente de esa Cámara, ocurrió su alejamiento definitivo del alfarismo y pasó a la oposición.
En 1.905 apoyó la candidatura oficialistas de Lizardo García que triunfó ampliamente en las elecciones y Tamayo volvió a ser electo Presidente de la Cámara del Senado; mas, al producirse la revolución de Enero de 1.906 y el triunfo de Alfaro en los campos de Chasqui, se reintegró a sus actividades privadas y no volvió a participar en política sino hasta 1.907, en que, con motivo de la asonada contra Alfaro en la Gobernación del Guayas, su casa fue allanada y salió al Perú; de allí siguió a los Estados Unidos y Francia hasta que varios amigos gestionaron y obtuvieron su regreso.
Para entonces era uno de los más respetables miembros del foro guayaquileño, vivía con mucha holgura en una casa del malecón, con su esposa, hijos y suegra, la famosa “Misia Delfina de Concha, madre de héroes”, quien lo prefería de entre todos sus yernos porque era muy atento y la tenía en su casa y en alguna ocasión le había traído de vuelta una lora escapada hacia el vecindario.
En 1.912, cuando ocurrió el arrastre de Alfaro y sus tenientes y la consecuente revolución de su cuñado Carlos Concha, mantúvose neutral y por tal motivo creció su fama de verticalidad en el grupo liberal placista. En 1.916 sonó su nombre para ocupar la presidencia de la República pero se prefirió al Dr. Alfredo Baquerizo Moreno por el parentesco político que tenía con Plaza, según se rumoró entonces; sin embargo, se le ofreció a Tamayo designarlo sucesor de Baquerizo en 1.920.
Ese año fue miembro de la Junta Provincial del Partido Liberal del Guayas y se lanzó su candidatura frente a la del Dr. Gonzalo S. Córdova, que renunció con la promesa de ser elevado en 1.924, lo que efectivamente sucedió. Tamayo ascendió al poder el 1°. de Septiembre de 1.920 con 126.945 votos derrotando al candidato conservador. “El pueblo esperaba mucho de él por su nombre limpio y gran prestigio jurídico, porque tenía el más alto bufete profesional”; pero en el ejercicio del cargo decidió contar con elementos de todos los partidos y designó canciller al conservador Nicolás Clemente Ponce.
En Guayaquil, en cambio, para neutralizar la influencia política de Enrique Baquerizo Moreno, empezó a contar con los servicios del joven abogado Carlos A. Arroyo del Río, a quien protegió.
A esta política de acercamiento al conservadorismo, se llamaba “Nacional” y los miembros del Oficialismo dieron en alabarla, formándose el “Partido Nacional” de entre las filas de liberalismo tradicional; sin embargo, ya existía una generación de jóvenes idealistas que habían perdido la fe en el liberalismo y que estaba en pugna con la llamada política nacional del gobierno, que se agravó con la dura realidad económica que se vivía en 1.922 a causa de la caída de las exportaciones del cacao. En Noviembre ocurrió una huelga general en Guayaquil que fue degenerando en enfrentamiento con el ejército y en la mañana del 15 las calles estaban desiertas, los almacenes no abrieron sus puertas y se cortaron las comunicaciones.
El pueblo salió al medio día y desde las tres de la tarde fue dispersado a tiros por el Jefe de zona General Enrique Barriga, produciéndose más de quinientos muertos, la mayor parte de los cuales fueron arrojados al río. La oposición abrió todos sus frentes al gobierno, la prensa no silenció el crimen, el partido liberal se levantó en multitudinaria Asamblea y sus juventudes declararon la oposición al régimen siguiendo los nuevos caminos del socialismo y de otras tendencia de la izquierda revolucionaria; sin embargo, Tamayo no se doblegó, mostrándose inflexible en su política “Nacional” hasta el final; aun más, felicitó al ejército el 16 de Noviembre en los siguientes términos: “Estoy orgulloso de nuestro ejército y quisiera estar en esa ciudad para abrazar estrechamente en nombre de la Patria a cada uno de esos valientes y magnánimos camaradas”.
El 7 de Junio de 1.924 falleció la primera dama de la nación a consecuencia de un cáncer al seno y poco después concluyó el periodo, Tamayo entregó el mando al Dr. Córdova y se retiró “con las manos limpias y más pobre que nunca, a su soledad de filósofo desengañado de la política y con el juramento de no volver a aceptar ningún cargo público”; pues, era tan grande la reacción del país por la matanza de el 15 de noviembre que comprendía que ya no podía actuar en política. Durante su mandato empezó el desarrollo de la aviación nacional, se inauguró la pista de aterrizaje “Cóndor” en Durán, se iniciaron las obras de saneamiento de Guayaquil, se construyó el edificio de la gobernación del Guayas, se instaló el servició de faros en la costa y vinieron al país la Misiones militares de Italia y pedagógica de Alemania, funcionando la escuela Modelo.
Nuevamente en su estudio se negó sistemáticamente a aceptar homenajes o pensiones, rechazando la que le asignó el Congreso con la siguiente frase “Vivo muy honroso con mi pobreza”; sin embargo, en 1.940, desempeñó la presidencia sin sueldo del Concejo Cantonal y en 1.942 fue declarado “Mejor Ciudadano de Guayaquil”. Entonces vivía con su hijo José Luis y a raíz de la revolución del 28 de mayo de 1.944 fue a acompañarle en prisión, permaneciendo siete días en el cuartel hasta que se ordenó la libertad de su hijo y ambos se reintegraron al hogar.
A principios de Junio de 1.947 aún se mostraba activo y entusiasta. Diariamente concurría a su estudio y trabajaba hasta de noche, pero una tarde, cuando estaba redactando el testamento de Lautaro Aspiazu Carbo, fue atacado de un derrame cerebral que le imposibilitó continuarlo y volviéndose a su hijo le gritó: “Mijo, estoy perdido”.
Llevado a su casa permaneció 21 días enfermo en cama y aunque quería volver a su trabajo los médicos se lo impidieron, falleciendo el 7 de Julio a eso de las 2 y ¼ de la tarde. Su capilla ardiente se realizó al día siguiente y su sepelio tuvo grande acompañamiento.
Valiente, musculado y deportista. En cada aniversario de la Matanza del 15 de Noviembre paseaba por las calles y en una ocasión alguien quiso faltarle al respeto, pero se defendió con su bastón sacando en fuga a su agresor. Adusto en lo exterior, cariñoso y bondadoso en confianza, protegió a los suyos y a numerosos compadres, amigos y relacionados, con plata y personas, al punto que mensualmente distribuía numerosas ayudas. De cabellos canos, ojos café, cejas arqueadas, nariz recta, labios finos y contextura gruesa; amó el mar y cuando podía se escapaba a las playas, gozando sanamente de la naturaleza.
Además tenía la curiosa costumbre de dar limosna los sábados por la mañana a más de 50 pobres de la cuidad y era de ver las filas que se formaban en los bajos de su estudio.
Fuente: Rodolfo Perez Pimentel
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