Archivo de comunión

Mercedes Molina (La Rosa del Guayas)

Posted in poemas with tags , , , , , , , , , , , , on septiembre 20, 2008 by edmolin657

PRIMEROS AÑOS DE LA ROSA DEL GUAYAS
Mercedes Molina nació en 1828 en Baba. Su hogar no era pobre en bienes de fortuna, pues poseía las comodidades necesarias para vivir con arreglo a la decencia y a la posición social que ocupaban. La desgracia, que nunca deja de acechar, vino a ponerle crespones de luto pocos meses después y a causa de repentina enfermedad moría el jefe de la familia dejando a sus hijos en la orfandad. Trasladados a Guayaquil, donde la vida era menos ruda que en el campo, la viuda compró solar y casa frente a la Iglesia de San Alejo en el Barrio del Conchero.


Tres eran los hermanos Molina y Ayala: Miguel, el mayor, fue agricultor, poseyó la hacienda «La Delicia», fue Síndico de la Iglesia de Yaguachi y falleció de avanzada edad el 4 de mayo de 1898. En su juventud tuvo una hija llamada Delfina Adriana de la que no se conocen mayores datos y luego contrajo nupcias con Gregoria Coronado, sin descendencia.
María, la segunda, falleció en Guayaquil en 1900; primero casó con Francisco Xavier del Castillo y luego con el Dr. Juan de Dios Castro. Con numerosos descendientes de estos dos matrimonios y de otra unión que también tuvo.

 

PRIMEROS AVATARES

  Mercedes de Jesús crecía al cuidado de su madre que le enseñó lo concerniente a su sexo y condición. Entendía de bordado, costura y cocina, sabía leer y escribir, algo de gramática, las 4 reglas de aritmética, religión, urbanidad y sanas costumbres, sin descuidar la higiene. Era la época en que las mujeres solo aspiraban a ser hacendosas y serviciales.
La madre tampoco debía durar mucho en este mundo pues falleció en Guayaquil en 1837 dejando a sus hijos al cuidado de una hermana. Con este motivo los huérfanos y la tía Ayala regresaron a Baba donde ella vivía, pues solo había venido a Guayaquil a acompañar a la enferma.

Hacia 1844 Mercedes decidió volver a la ciudad, tenía 16 años cumplidos y una recia personalidad fraguada en la soledad y el dolor. Era toda una señorita y quería ver mundo y gentes. Con tal motivo escribió a Rosalía Aguirre de Olmos, señora muy amiga de la casa, para que la recibiera en su domicilio de Guayaquil. Vivieron cinco años en compañía y durante ese lapso Mercedes fue activa, diligente y dio ejemplo de conducta a los demás.

En 1849 y casi de 21 años abandonó a Doña Rosalía para vivir con su hermana María, que había comprado casa en la calle Chile, entre las de Clemente Ballen y 10 de Agosto, donde después se hospedarían dos flores de santidad: Narcisa de Jesús Martillo Moran y Jesús Caballero, vivían en el cañón del edificio; el vulgo, que raras veces se equivoca, decía que era «La casa de las Beatas».

Hacia 1849 Mercedes era una «bella y gentil damita» de 21 años y cómo su virtud se apreciaba y su familia también, no le faltaban pretendientes que aspiraban su mano y uno de los Aguirre acercóse a la casa con halagos y promesas y fue bien recibido. En tal trance Mercedes iba a aceptarlo cuando sintió el llamado que la alejaba del matrimonio, sufrió una crisis moral y decidió abandonar el mundo de gala que la rodeaba para servir únicamente a Dios. Eso le sucedió un día cuando arrodillada frente a un crucifijo de madera que tenía en su dormitorio, “vio” en trance místico “la candente mirada de Cristo que la incitaba al sacrificio de su persona».

Estaba en tal indecisión cuando tuvo que viajar a la hacienda materna por asuntos de negocios. Allí le ocurrió la segunda experiencia mística de su vida; pues en unión de su hermana y de la señora que iba a ser su suegra, cabalgaban junto a otras damas por las orillas del río y en un instante cayó al suelo sufriendo la rotura del brazo izquierdo. Largos fueron los días de convalecencia en cama y en esas horas de tedio hizo varios exámenes de conciencia y resolvió romper su compromiso ante las miraditas maliciosas de sus amigas que imaginaban otros motivos.

Sola y sin compromiso Mercedes optó por recluirse en un alejado cuarto de la casa .del que solo salía a oír misa. Su tiempo lo dedicaba a sus sobrinitas las Vergara Molina, hijas de Ramón Vergara y de su hermana María. Una de ellas: Virginia, entrará en Cuenca a la orden del Carmelo y recién falleció hace poco.

Mercedes sufría ardientes arrebatos de misticismo y hasta dicen que después su cuerpo se suspendía en el aire emanando una luz embriagadora. Tenía continuas visiones y éxtasis que la alejaban del mundo y de la agitación política que reinaba en el ambiente ecuatoriano. Recibía diariamente la comunión y sus pasos eran guiados por sacerdotes como el Canónigo Pedro Pablo Carbó y Briones, al que abandonó porque la trataba con suma delicadeza sin permitirle hacer penitencias rigurosas, luego tuvo al Padre Vicente Pastor que al poco tiempo viajó a cumplir funciones a Cuenca, después pasó a cargo del Padre Amadeo Millán y por último trató como confesor y guía espiritual al Padre Domingo García Bovo, de la Orden de los Jesuitas. (1)

Por aquel tiempo Mercedes se sentía tan ligada a Jesús que empezó a usar su nombre unido al de ella. Mercedes de Jesús fue el resultado. Una niña contaba que a pedido de Mercedes tuvo que grabar (tatuar propiamente) en medio del pecho desnudo de la Sierva de Dios, el santo nombre del Salvador y que la aguja que le rasgaba las carnes producíale tal dolor, que no se explica cómo soportaba la experiencia.

El tatuaje le duró toda la vida, porque fue hecho con tinta de la China y ha pasado a ser el distintivo de la Congregación que fundó en Riobamba, dedicada al servicio de la niñez por medio de la educación y bajo la advocación de la primera santa ecuatoriana: Mariana de Jesús Paredes y Flores.

Mercedes también practicaba ciertas costumbres hoy en desuso y que los modernos estudios de psiquiatría mencionan como estados primarios en las neurosis avanzadas. El caso era que, cuando se encontraba en la soledad de su cuarto, se infligía terribles tormentos, pero dejemos que ella misma nos refiera este capítulo de su vida: «Yo Mercedes del Corazón de Jesús, sometiéndome a la obediencia de mi Director P. García, practicaré lo siguiente: Domingo, usaré dos cilicios en los muslos; Lunes,

(1) Cuando arribó a Guayaquil el jesuita italiano Domingo Bovo fue presentado al presidente García Moreno; quien, al oír tamaño apellido, le hizo caer en cuenta que le iría muy mal si lo seguía usando, dado el significado que tenía. El padre entendió a medias el consejo y queriendo agradar a Su Excelencia, metió la pata manifestándole que de allí en adelante se apellidaría Bovo-García, pues nadie osaría reírse de ello, dado el respeto que todos tenían a su Excelencia.

Dos cilicios en las piernas; Martes, dos cilicios en los brazos. Miércoles, dos en las piernas; Jueves, dos cilicios en la cintura; Viernes dos en los pies, dos en los brazos; Sábado, dos silicios en los brazos. Estos cilicios diarios los usaré desde que me levante hasta que me acueste. En las horas de oración en la casa, aumentaré los siguientes: Domingo, en las rodillas; Lunes, una corona en la cabeza; Martes, en las corvas; Miércoles, en las caderas; Jueves, en los muslos; Viernes, una cruz de cuido en la espalda, una corona en la cabeza, y la oración de la tarde la haré media hora crucificada. Primero disciplina, en todo el cuerpo, además de la corona y cruz usaré un silicio en las caderas que llegue hasta los muslos; en las manos, unos clavos y guantes que abracen por dentro y fuera. Para ir a comulgar añadiré los silicios siguientes: Domingo, en la cintura; Lunes, una chaquetilla con tachuelas. Martes, en las piernas; Miércoles, en los brazos; Jueves, unas pulseras; Viernes, las chaquetillas, silicios en los brazos y en los pies; los primeros Viernes, una túnica de jerga con tachuelas; Sábado, el de las cadenas. Dormiré: Los Viernes, en filos de tabla; los Lunes, con la túnica de jerga con tachuelas, los demás días, en el duro suelo. Tendré disciplina de sangre todos los días».

También sufría de tentaciones y súbitos accesos de locura que ella atribuía al cerco con que la mantenía en constante agitación el demonio. El Padre Fajardo, autor de una muy completa biografía de Mercedes, explica estas situaciones con ejemplos históricos de otras almas que sufrieron iguales tentaciones para terminar afirmando que Mercedes también fue una Santa; pero, esos arrebatos de tontería o confusión en nada menguaban la bondad de su alma y su fervoroso deseo de servicio; pues, por aquellos días de juventud, era ejemplarizador el denuedo con que atendía a las huérfanas de la ciudad.

Mas, el feroz dictador , mirándole seriamente, le dijo que conque se llamara García a secas era suficiente, lo cual fue aceptado por el sumiso jesuita, que desde ese día pas6 a ser conocido en toda la ciudad con el nombre de Domingo García, pero el caso se supo enseguida y se presto a risas. El cura de San Alejo, queriendo hacerle una gentileza le invito a cantar la primera misa en su parroquia y demás está decir que ese día se llenó el templo de beatas y curiosos, entre los que se mezclaron algunos mozalbetes malcriados y divertidos. I cuando el padre García salió de la Sacristía al altar, paróse delante de la concurrencia y cantó con entonación gregoriana «Dominus Vobiscum», siendo respondido a gritos con un «Que el culo te peñizco», también con la misma entonación. Entonces no faltaron los buenos que se exasperaron con dicha falta de respeto y hasta amenazaron con sus bastones a los malcriados, que callaron. El sacerdote como que algo notó de raro y muy amoscado siguió cantando su misa hasta llegar a la parte final donde volvió a gritar: «Amen» , siendo coreado con un estrepitoso: «Nos cagamos en Ud. también» con igual cantito pero a gritos. Allí se armé Troya y comenzaron a llover golpes y mojicones, así como algunos sombrillazos de las beatas presentes, pues jamás se había presenciado un acto de tal malacrianza, que hasta rayaba en sacrilegio, según apunto un Canonista dias después. A consecuencia de ello el padre García se recluyó a aprender el español rápidamente y solo dio misa en el templo de San José, que por ser propio de los jesuitas, creyó más tranquilo y seguro.

Fuente: Biblioteca Rodolfo Pérez Pimentel

 

MARIANA DE JESUS (PARTE 2)

Posted in historia with tags , , , , , , , , , , , , , , , , on agosto 29, 2008 by edmolin657

FLAGELACIONES Y SUPLICIOS
Parece raro que una niña de esa edad pudiera desear una vida tan dura como la que por su propia voluntad se impuso Mariana de Jesús; pero si tomamos en consideración el misticismo reinante en la época, así como la austeridad de costumbres, no nos debe sorprender que en una ciudad como Quito y en pleno tenebrismo de la contrareforma en el siglo XVII, se dieran casos como este.

Y fueron tan duros los castigos corporales y el ayuno impuesto que empezó a desmejorar a ojos vista, para asombro de los curiosos vecinos del barrio que diariamente la veían caminar a la Iglesia de la Compañía en pos de misa y comunión. Entonces Mariana pidió a Dios que le devolviera la hermosura y así ocurrió, pensándose que esto se debía a que había cesado su ayuno.

En su cuarto tenia colocado un ataúd negro con un simulacro de esqueleto cubierto con el sayal franciscano que le serviría algún día de mortaja. Una calavera y un crucifijo adornaban su mesa de trabajo y en el único armario del aposento guardaba numerosos silicios y otros instrumentos de penitencia.

Bajo el lecho tenía una escalera que utilizaba para las cuatro horas que dormía al día, acostumbraba cargar por los corredores de la casa una pesada cruz de madera rezando el Vía Crucis.

En el rostro llevaba un velo que cubría la corona de espinas que siempre usaba. Diariamente tomaba un poco de jugo de manzana o membrillo y esto solo por consejo de sus superiores. ¡Era todo cuanto ingería!

En el horario que se encontró después de su muerte se anota que cinco horas al día dedicaba a la oración, dos veces se disciplinaba con sangre, cuatro horas dormía para reponer fuerzas y el resto lo dedicaba a oraciones vocales, rezo del oficio divino, enseñanza del catecismo a los indios, examen de conciencia y trabajos manuales para socorro de los menesterosos. Y así pasaron catorce años.

OFRECIMIENTO Y ENTREGA A DIOS
En febrero de 1645 ocurrió un fuerte temblor en Riobamba; la ciudad quedó destruida y ya eran dos los meses que Quito temblaba continuamente por efecto de las convulsiones volcánicas que experimentan los Andes; la ciudadanía vivía en zozobra, pendiente de cualquier movimiento para huir a las calles.

Mariana escuchó en la Iglesia de la Compañía al famoso orador Padre Alonso de Rojas que dirigiéndose a Dios exclamó: «Si para alzar de Quito el azote de tu justa indignación -Oh Dios Mío!- necesaria es una víctima, me ofrezco gustoso por ella». Mariana, que solo contaba veintiséis años se emocionó y exclamó: «Oh Dios Mío, yo ofrezco mi vida por mi pueblo» pues creyó que lo dicho por el orador sagrado era cierto, cuando solo se trataba de una licencia literaria, para dar mayor énfasis al discurso y es fama que desde ese instante la ciudad volvió a la tranquilidad porque desaparecieron los temblores, pero la noble Mariana de Jesús, presa de un mal desconocido, desfallecía. Ahora se comprende que estaba sin proteínas pues a poco se le declaró una hidropesía y murió.

SOLEMNES FUNERALES EN QUITO
En esos momentos su Confesor el Hermano Hernando de la Cruz aseguró que el alma de tan angelical doncella pasó directamente al cielo sin tocar en el purgatorio y que no debía guardarse ningún luto, razón por la que se adornó el cuarto donde permaneció el cadáver con mucha riqueza y gusto, como si se tratara de un convite. ¡Todo estaba impregnado en perfumes de su cuerpo!

Del hoyo donde la sirvienta Catalina echó la sangre de Mariana que sus médicos le han extraído para mejorarla, surgió una espléndida azucena que floreció el mismo día de su muerte, asombrando a los presentes por la belleza de su flor. De aquí surgió el llamar a Mariana de Jesús «La Azucena de Quito.»

Provisionalmente la enterraron en la Iglesia de la Compañía al lado del altar de San José, en un cuerpo de bóvedas de propiedad de Juan de Vera y Mendoza, por no estar terminado el altar de la Virgen de Loreto, donde lo había solicitado la propia Mariana.

El publico, concurrió en masa queriendo verla y tocar sus restos con medallas y rosarios. Los ancianos y pordioseros que ayudó en vida lloraban incesantemente. El Padre Alonso de Rojas tomó la palabra y lo hizo tan bien que su Oración Fúnebre salió impresa en Lima; finalmente, se recitaron poesías en castellano y latín alusivas a su vida y obras, que fueron favorablemente acogidas y comentadas y que bien pudieron haber sido recogidas en un grueso volúmen de haber existido la imprenta en Quito.

HONORES DE LA IGLESIA CATOLICA
Pío VI declaró el 19 de Marzo de 1776 que las virtudes de nuestra compatriota hablan sido en «grado heroico». Pío IX la beatificó en 1853 y Pío XII la elevó a los altares en el Año Santo de 1950, tras largos trámites y con declaraciones juradas de más de 53 testigos en el proceso que inició el Obispo de la diócesis quitense Dr. Alonso de la Peña y Montenegro, el día 23 de Septiembre de 1670, accediendo a un pedido formulado por el Procurador General del Cabildo, Capitán Baltazar de Montesdeoca.

Entre las biografías de Mariana de Jesús, la más antigua es la que escribió el guayaquileño Jacinto Moran de Butrón y Rendón, jesuita notable de época posterior a la de nuestra santa, ya que el Padre Moran nació en este puerto, el día 9 de Mayo de 1668, es decir, 23 años después del fallecimiento de Mariana. (1).

La biografía del Padre Moran es también la más completa por la prolijidad desplegada por el autor en constatar las citas y juramentos del proceso canónico iniciado en 1670 en Quito, demostrando dotes de investigador paciente y veraz. Escribió la primera versión por orden del Provincial de los jesuitas, Padre Diego Francisco Altamirano, que lo obligó en 1695; demoró dos años en esta labor y entregó los originales en 1697 a

(1) Para escribir su historia el Padre Moran dee Butrón utilizó los papeles recogidos por el Padre Pedro Alcocer y unos apuntes que dicho religioso tenia manuscritos y que no pudo concluir por su temprana muerte. En 1746 Moran de Butrón declaro bajo juramente» en Guayaquil y dentro del Proceso Canónico de Beatificación, cuales habían sido las fuentes consultadas. Nota del Autor.
dos sobrinos nietos de la santa para que los llevaran al Perú e hicieran publicar, mas, fue el caso, que ambos murieron sin ver coronados sus esfuerzos, perdiéndose el libro entre los papeles del archivo episcopal de Arequipa en 1702 Moran de Butrón no se desalentó y entregó una segunda versión en 1706 a dos padres jesuitas que también llevaron una copia de los procesos canónicos por Panamá a Roma, para interesar al Papa en la canonización de Mariana de Jesús. El barco en que viajaban los religiosos fue asaltado por piratas ingleses y hundido en pleno mar Caribe, entre Portovelo y Cartagena de Indias, perdiéndose todo en medio de las aguas.

Por fin, nuestro paisano, en 1724, entregó una tercera copia que salió impresa en Madrid ese año, con el nombre de «La Azucena de Quito, que brotó del florido campo de la Iglesia en las Indias Occidentales, la venerable virgen Mariana de Jesús Paredes y Flores, admirable en virtudes, profecías y milagros.»

RAREZAS BIBLIOGRAFICAS
Del Compendio de la Obra del Padre Moran de Butrón, que Manuel Guerrero de Salazar y del Caso publicó en 1702 en Lima. únicamente se conocen dos ejemplares, uno en Quito y otro en la capital del Perú, siendo por lo tanto una rareza bibliográfica imposible de conseguir. La obra original del mencionado Moran de Butrón impresa en 1724 en Madrid, es también difícil de leer porque los ejemplares que aun quedan no están en venta.

En cuanto al original en Arequipa, por aquellas rarezas de la vida fue descubierto en Lima en 1949, por un distinguido jesuita investigador del pasado religioso americano, que la remitió en obsequio a la biblioteca de Cotocollao donde actualmente reposa con la importancia que merece, porque el Padre Jacinto Moran de Butrón, siendo hagiógrafo fue también historiador, razón por la que el Centro de Investigaciones Históricas de Guayaquil, en 1930 lo declaró en homenaje publico: «Iniciador de los Estudios históricos de la Patria.»