PRIMEROS AÑOS DE LA ROSA DEL GUAYAS
Mercedes Molina nació en 1828 en Baba. Su hogar no era pobre en bienes de fortuna, pues poseía las comodidades necesarias para vivir con arreglo a la decencia y a la posición social que ocupaban. La desgracia, que nunca deja de acechar, vino a ponerle crespones de luto pocos meses después y a causa de repentina enfermedad moría el jefe de la familia dejando a sus hijos en la orfandad. Trasladados a Guayaquil, donde la vida era menos ruda que en el campo, la viuda compró solar y casa frente a la Iglesia de San Alejo en el Barrio del Conchero.
Tres eran los hermanos Molina y Ayala: Miguel, el mayor, fue agricultor, poseyó la hacienda «La Delicia», fue Síndico de la Iglesia de Yaguachi y falleció de avanzada edad el 4 de mayo de 1898. En su juventud tuvo una hija llamada Delfina Adriana de la que no se conocen mayores datos y luego contrajo nupcias con Gregoria Coronado, sin descendencia.
PRIMEROS AVATARES
Hacia 1844 Mercedes decidió volver a la ciudad, tenía 16 años cumplidos y una recia personalidad fraguada en la soledad y el dolor. Era toda una señorita y quería ver mundo y gentes. Con tal motivo escribió a Rosalía Aguirre de Olmos, señora muy amiga de la casa, para que la recibiera en su domicilio de Guayaquil. Vivieron cinco años en compañía y durante ese lapso Mercedes fue activa, diligente y dio ejemplo de conducta a los demás.
En 1849 y casi de 21 años abandonó a Doña Rosalía para vivir con su hermana María, que había comprado casa en la calle Chile, entre las de Clemente Ballen y 10 de Agosto, donde después se hospedarían dos flores de santidad: Narcisa de Jesús Martillo Moran y Jesús Caballero, vivían en el cañón del edificio; el vulgo, que raras veces se equivoca, decía que era «La casa de las Beatas».
Hacia 1849 Mercedes era una «bella y gentil damita» de 21 años y cómo su virtud se apreciaba y su familia también, no le faltaban pretendientes que aspiraban su mano y uno de los Aguirre acercóse a la casa con halagos y promesas y fue bien recibido. En tal trance Mercedes iba a aceptarlo cuando sintió el llamado que la alejaba del matrimonio, sufrió una crisis moral y decidió abandonar el mundo de gala que la rodeaba para servir únicamente a Dios. Eso le sucedió un día cuando arrodillada frente a un crucifijo de madera que tenía en su dormitorio, “vio” en trance místico “la candente mirada de Cristo que la incitaba al sacrificio de su persona».
Estaba en tal indecisión cuando tuvo que viajar a la hacienda materna por asuntos de negocios. Allí le ocurrió la segunda experiencia mística de su vida; pues en unión de su hermana y de la señora que iba a ser su suegra, cabalgaban junto a otras damas por las orillas del río y en un instante cayó al suelo sufriendo la rotura del brazo izquierdo. Largos fueron los días de convalecencia en cama y en esas horas de tedio hizo varios exámenes de conciencia y resolvió romper su compromiso ante las miraditas maliciosas de sus amigas que imaginaban otros motivos.
Sola y sin compromiso Mercedes optó por recluirse en un alejado cuarto de la casa .del que solo salía a oír misa. Su tiempo lo dedicaba a sus sobrinitas las Vergara Molina, hijas de Ramón Vergara y de su hermana María. Una de ellas: Virginia, entrará en Cuenca a la orden del Carmelo y recién falleció hace poco.
Mercedes sufría ardientes arrebatos de misticismo y hasta dicen que después su cuerpo se suspendía en el aire emanando una luz embriagadora. Tenía continuas visiones y éxtasis que la alejaban del mundo y de la agitación política que reinaba en el ambiente ecuatoriano. Recibía diariamente la comunión y sus pasos eran guiados por sacerdotes como el Canónigo Pedro Pablo Carbó y Briones, al que abandonó porque la trataba con suma delicadeza sin permitirle hacer penitencias rigurosas, luego tuvo al Padre Vicente Pastor que al poco tiempo viajó a cumplir funciones a Cuenca, después pasó a cargo del Padre Amadeo Millán y por último trató como confesor y guía espiritual al Padre Domingo García Bovo, de la Orden de los Jesuitas. (1)
Por aquel tiempo Mercedes se sentía tan ligada a Jesús que empezó a usar su nombre unido al de ella. Mercedes de Jesús fue el resultado. Una niña contaba que a pedido de Mercedes tuvo que grabar (tatuar propiamente) en medio del pecho desnudo de la Sierva de Dios, el santo nombre del Salvador y que la aguja que le rasgaba las carnes producíale tal dolor, que no se explica cómo soportaba la experiencia.
El tatuaje le duró toda la vida, porque fue hecho con tinta de la China y ha pasado a ser el distintivo de la Congregación que fundó en Riobamba, dedicada al servicio de la niñez por medio de la educación y bajo la advocación de la primera santa ecuatoriana: Mariana de Jesús Paredes y Flores.
Mercedes también practicaba ciertas costumbres hoy en desuso y que los modernos estudios de psiquiatría mencionan como estados primarios en las neurosis avanzadas. El caso era que, cuando se encontraba en la soledad de su cuarto, se infligía terribles tormentos, pero dejemos que ella misma nos refiera este capítulo de su vida: «Yo Mercedes del Corazón de Jesús, sometiéndome a la obediencia de mi Director P. García, practicaré lo siguiente: Domingo, usaré dos cilicios en los muslos; Lunes,
(1) Cuando arribó a Guayaquil el jesuita italiano Domingo Bovo fue presentado al presidente García Moreno; quien, al oír tamaño apellido, le hizo caer en cuenta que le iría muy mal si lo seguía usando, dado el significado que tenía. El padre entendió a medias el consejo y queriendo agradar a Su Excelencia, metió la pata manifestándole que de allí en adelante se apellidaría Bovo-García, pues nadie osaría reírse de ello, dado el respeto que todos tenían a su Excelencia.
Dos cilicios en las piernas; Martes, dos cilicios en los brazos. Miércoles, dos en las piernas; Jueves, dos cilicios en la cintura; Viernes dos en los pies, dos en los brazos; Sábado, dos silicios en los brazos. Estos cilicios diarios los usaré desde que me levante hasta que me acueste. En las horas de oración en la casa, aumentaré los siguientes: Domingo, en las rodillas; Lunes, una corona en la cabeza; Martes, en las corvas; Miércoles, en las caderas; Jueves, en los muslos; Viernes, una cruz de cuido en la espalda, una corona en la cabeza, y la oración de la tarde la haré media hora crucificada. Primero disciplina, en todo el cuerpo, además de la corona y cruz usaré un silicio en las caderas que llegue hasta los muslos; en las manos, unos clavos y guantes que abracen por dentro y fuera. Para ir a comulgar añadiré los silicios siguientes: Domingo, en la cintura; Lunes, una chaquetilla con tachuelas. Martes, en las piernas; Miércoles, en los brazos; Jueves, unas pulseras; Viernes, las chaquetillas, silicios en los brazos y en los pies; los primeros Viernes, una túnica de jerga con tachuelas; Sábado, el de las cadenas. Dormiré: Los Viernes, en filos de tabla; los Lunes, con la túnica de jerga con tachuelas, los demás días, en el duro suelo. Tendré disciplina de sangre todos los días».
También sufría de tentaciones y súbitos accesos de locura que ella atribuía al cerco con que la mantenía en constante agitación el demonio. El Padre Fajardo, autor de una muy completa biografía de Mercedes, explica estas situaciones con ejemplos históricos de otras almas que sufrieron iguales tentaciones para terminar afirmando que Mercedes también fue una Santa; pero, esos arrebatos de tontería o confusión en nada menguaban la bondad de su alma y su fervoroso deseo de servicio; pues, por aquellos días de juventud, era ejemplarizador el denuedo con que atendía a las huérfanas de la ciudad.
Mas, el feroz dictador , mirándole seriamente, le dijo que conque se llamara García a secas era suficiente, lo cual fue aceptado por el sumiso jesuita, que desde ese día pas6 a ser conocido en toda la ciudad con el nombre de Domingo García, pero el caso se supo enseguida y se presto a risas. El cura de San Alejo, queriendo hacerle una gentileza le invito a cantar la primera misa en su parroquia y demás está decir que ese día se llenó el templo de beatas y curiosos, entre los que se mezclaron algunos mozalbetes malcriados y divertidos. I cuando el padre García salió de la Sacristía al altar, paróse delante de la concurrencia y cantó con entonación gregoriana «Dominus Vobiscum», siendo respondido a gritos con un «Que el culo te peñizco», también con la misma entonación. Entonces no faltaron los buenos que se exasperaron con dicha falta de respeto y hasta amenazaron con sus bastones a los malcriados, que callaron. El sacerdote como que algo notó de raro y muy amoscado siguió cantando su misa hasta llegar a la parte final donde volvió a gritar: «Amen» , siendo coreado con un estrepitoso: «Nos cagamos en Ud. también» con igual cantito pero a gritos. Allí se armé Troya y comenzaron a llover golpes y mojicones, así como algunos sombrillazos de las beatas presentes, pues jamás se había presenciado un acto de tal malacrianza, que hasta rayaba en sacrilegio, según apunto un Canonista dias después. A consecuencia de ello el padre García se recluyó a aprender el español rápidamente y solo dio misa en el templo de San José, que por ser propio de los jesuitas, creyó más tranquilo y seguro.
Fuente: Biblioteca Rodolfo Pérez Pimentel
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