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Jorge Enrique Adoum

Posted in poetas ecuatorianos with tags , , on octubre 12, 2008 by edmolin657
JORGE ENRIQUE ADOUM
POETA.- Nació en Ambato el 29 de Junio de 1926. Hijo legítimo de Jorge Elías Francisco Adoum, inmigrante libanés venido al Ecuador donde hizo traducciones del árabe, pintó, esculpió, compuso música, practicó la medicina naturista, escribió más de 40 volúmenes sobre ciencias ocultas y masonería firmados con el nombre de Mago Jefa, puso consultorio privado de hipnotismo, magnetismo y sugestión, realizó numerosas curaciones consideradas en su tiempo como milagrosas y en 1945 viajó a Chile, Argentina y Brasil, falleciendo en Río de Janeiro en 1958 cuya biografía puede verse en este diccionario y de Juana Auad Barciona, fallecida en 1953 (I).Inició sus estudios en el pensionado Juan León Mera de Ambato. En 1935 su familia se trasladó a Quito y allí terminó la primaria con un profesor privado, Víctor Félix Toscano. «Cuando, adolescente, comenzó mi vicio por la lectura, encontré en una librería un pequeño volumen de poemas eróticos escrito por mi maestro, lo que me sobrecogió”.

«El director de la escuela fiscal donde estudiaban mis hermanas menores me prestó Cumandá cuando yo tenía unos 12 años. La leí en dos días y no lo creyó, por lo que jamás volvió a prestarme libros. Pero un medio hermano mío, Carlos Olmedo Villamar, mayor que yo, compraba para nosotros los chicos la revista El Peneca y para él Leoplán, que traía una novela en cada número. En vacaciones, yo leía una por día».

(1) Juana Auad Barciona, casó primero con Luis Villamar, con hijos en Machala y viuda caso por segunda vez con Jorge Elias francisco Adoum.

“Por haber entrado a la escuela directamente al segundo grado, puesto que sabía leer, escribir y las operaciones fundamentales, al terminarla sólo tenía 11 años, razón por la que no fui admitido en ningún colegio, debiendo pasar tres años como oyente en el San Gabriel. Eran los años de la guerra civil española y allí nos obligaban a comprar y leer relatos falangistas, pero los amigos viejos del barrio —mecánicos, carpinteros, herreros— me explicaron lo que estaba en juego en ese conflicto. En el colegio habían concursos anuales de literatura – poesía y prosa – que ganaba con cierta frecuencia. Mi primera poesía tituló “Canto a la Dolorosa”, fue una etapa de escritura instintiva todavía tradicional. Cuando tras de los jesuitas fui alumno de Humberto Salvador en el Instituto Nacional Mejía, dicté en el teatro Sucre dos conferencias: una sobre Stefan Zweig que acababa de suicidarse en Brasil por temor a la victoria del nazismo y otra sobre Dostoievsky. Por entonces comencé a escribir ensayos sobre los temas más diversos y que conocía poco. Un día, cuando un amigo de casa expresó una opinión desfavorable sobre algún texto que se me obligó a leer, rompí cuanto había escrito. Esa noche mi padre me dijo: «Si pretendes llegar a ser escritor y ésa es tu reacción, te felicito». Jamás volvió a importarme la crítica, sea favorable o negativa».

«Hacia esa época descubrí con admiración para siempre el psicoanálisis y la filosofía marxista; quise afiliarme al Partido Comunista pero no se me aceptó entonces por ser ¡demasiado joven!. La vida en familia se me había vuelto intolerable, particularmente por la severidad de la disciplina impuesta por mi padre: éramos cinco hermanos y no se nos permitía hablar en la mesa. Un día de 1945 me enteré que un amigo íntimo preparaba viaje a Chile; me fui con él, con mi maleta llena de libros de poesía ecuatoriana. Creo que jamás saqué uno solo de ellos. En Santiago hice de todo: desde mozo de restaurante hasta periodismo. Conocí a Neruda en una cena de despedida que los intelectuales chilenos ofrecían al poeta y embajador argentino Raúl González Tuñón. Meses después, al salir de una conferencia suya «Viaje al norte de Chile», me pidió que «le hiciera de secretario». Aquella fue una experiencia enriquecedora: aprendí que un poeta, inclusive una de los mayores, también debía trabajar sus textos (aunque él corregía relativamente poco) conocí a autores del mundo entero, las ediciones raras e inencontrables. En 1947 Gabriel González Videla puso fuera de la ley a los partidos de izquierda con cuyo apoyo fue elegido Presidente y persiguió a Neruda, entonces Senador de la República, que le había acompañado por todo el país durante la campaña electoral.

Aprovechando esa coyuntura interna, el embajador Carlos Guevara Moreno pidió a las autoridades chilenas que expulsaran del país a algunos estudiantes ecuatorianos, vengándose así cobardemente de discrepancias políticas tenidas antes en Ecuador. Estuve tres meses escondido, durante los cuales Neruda me obtuvo un pasaporte y dinero para el viaje. El 8 de enero de 1948 desembarqué en Guayaquil, frustrado, pobre, desocupado: Pedro Jorge Vera y Alfredo Palacio me dieron de comer y de beber. En mayo de ese año fui nombrado prosecretario del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y en octubre vine, con el mismo puesto, a la matriz de Quito». En Noviembre del 47 había fallecido en Guayaquil el gran ideólogo comunista Joaquín Gallegos Lara y su partida comisionó a Adoum para que entrevistara a su madre, a fin de recabar datos y documentos para escribir su gran biografía. Lamentablemente Adoum nunca ha sido biográfico sinó poeta pero no olvido el encargo y con el paso de los años dio a la luz un texto con personajes sobre José Gálves, personaje imaginario aunque muy parecido a Gallegos Lara.

En 1950 ocupó la dirección de la Editorial de la CCE donde se publicaba la revista Letras del Ecuador e hizo derroche de exquisito gusto editorial, desenvolvió su poderosa actitud lírica y tradujo del inglés la poesía difícil pero hermosa de T.S. Elliot, a quien siguió por algún tiempo.

Con César Dávila Andrade, Rafael Díaz Ycaza, Cristóbal Garcés Larrea, Miguel Augusto Egas Orellana, Tomás Pantaleón, Eduardo Ledesma y otros poetas más formó parte del célebre grupo «Madrugada», una antología de los cuales publicó bajo seudónimo de Ricardo Ariel.

En 1948 había contraído matrimonio con Magdalena Jaramillo Cabezas con quien tuvo dos hijas. En 1949 apareció su primer poemario bajo el título de “Ecuador amargo” que significó su revelación como gran poeta reflexivo y maduro a los veintitrés años. Hernán Rodríguez Castelo ha opinado: «Adoum rompió el verso, radicalizó la metáfora y acercó la palabra poética a la voz del habitante de la tierra. Su poemario es un canto inicial a la Patria y desgarrada y honda confesión personal. Visión poética de una realidad hecha de sombras y de gritos, de aconteceres grises, quedando solamente la protesta como vehículo de redención». Neruda le escribió de Chile: ‘Tienes que librarte de un nerudismo que no te hace falta» y Alejandro Carrión, en el Diccionario de la Literatura Latinoamericana – Ecuador, acotó: «Adoum continúo fiel al partido comunista no obstante su sensualidad, su sibaritismo y su innata actitud aristocrática que le hace reacio a toda transacción gregaria».

En 1951 editó otro poemario “Notas del hijo pródigo”, y el 52 inició su serie poético – histórica, que anunció en ocho libros, titulada Los cuadernos de la tierra, con los dos primeros a los que llamó «Los orígenes» – que trata sobre la confederación de tribus anteriores a la conquista de los Incas – y «El enemigo y la mañana», sobre los tiempos del incario.

La crítica saludó unánime a esta nueva voz metálica y obtuvo el primer premio nacional de poesía. Rodríguez Castelo ha escrito que Adoum se anuncia decisivo en su lenguaje lírico, con algo de influencia de Carrera Andrade pero con la novedad de la fuerza de sus expresiones, con sorda y apasionada cólera. El tema es el hombre emergiendo de la tierra como héroe de esos cantos que por eso están poblados de elementos telúricos.

Ese año también publicó «Carta para Alejandra» y en 1953 “Relato del extranjero”. En 1954 Neruda le invitó a Chile junto con numerosos escritores de todo el mundo a celebrar sus 50 años, pero al arribar Adoum al aeropuerto de Santiago fue detenido e interrogado por la policía durante siete horas, al cabo de las cuales fue deportado, pues aun pesaba sobre él el decreto de expulsión pedido por Guevara Moreno. En 1955 tradujo del inglés el libro de la periodista norteamericana Lilo Linke “Viaje por una revolución”, sobre la Bolivia de Víctor Paz Estensoro.

En 1957 dio a luz “Poesía del siglo XX”, recopilación de ensayos sobre diez poetas de este siglo que han influido en la poesía latinoamericana. El 59 editó su tercer Cuaderno llamado “Dios trajo la sombra”, que trata sobre la conquista española. Allí «se liberó de toda influencia anterior para llevar hasta límites estupendos la transmutación lírica y antilírica, épica y antiépica de la crónica y el mito».

 

 

El 60 obtuvo el premio de poesía del primer Concurso latinoamericano de literatura de la Casa de las Américas de Cuba, adquiriendo fama internacional. Mientras tanto había salido de la Casa de la Cultura y trabajaba como editor de literatura médica y de una revista de los Laboratorios Ufe, luego pasó a ser distribuidor de películas de la Columbia Pictures en Quito, pero por haber viajado a La Habana en 1961, a recibir su premio, fue cancelado; ese año salió su cuarto Cuaderno “El dorado y las ocupaciones nocturnas”, sobre el descubrimiento del Amazonas y la colonia, en aliento y tono sostenido, contando esa aventura hacia la muerte, presidida por un sino fatal y luego los días largos, grises y amargos, pictóricos de viejas humillaciones y dolores, que fue el coloniaje. Ese año fue designado Director del Departamento de Cultura del Ministerio de Educación, siendo ministro Gonzalo Abad Grijalva, 63 salieron sus cuatro Cuadernos recopilados en un solo tomo y merced a una beca del Programa Principal de conocimiento de los valores culturales de Oriente y Occidente de la Unesco pudo recorrer durante tres meses en misión cultural varios países de Oriente, entre ellos India y Japón, y al llegar a Jerusalén se enteró de la caída el presidente Arosemena Monroy. El presidente de la Junta Militar, Ramón Castro Jijón, que había sido amigo suyo, le hizo saber que si regresaba al Ecuador «no podría garantizar su integridad física”. Entonces radicó en París y comenzó a escribir un texto con personajes aunque varias veces abandonaría el proyecto por culpa de viajes y compromisos; aunque sin embargo, desde el 73 al 76 pudo terminarlo.

 

Crónicas de Guayaquil

Posted in Author's name, historia with tags , on agosto 19, 2008 by edmolin657

CRONICAS DE GUAYAQUIL
El primer Cronista que dio noticias de Guayaquil fue Cristóbal de Molina quien narró los trabajos de la ciudad para surgir del medio inhóspito que la rodeaba. Molina fue de los segundos conquistadores del Perú, partidario del bando almagrista y sufrió serias persecuciones. En su obra «Conquista y población del Perú» escrita en Lima en 1552, indica que el pueblo de la Culata no durará mucho tiempo y se quedará sin gente porque en sus cercanías hay una montaña formadas por árboles de mangle, muy altos, derechos y tan duros que hacen pedazos las hachas conque se trata de cortarlos y la tierra está llena de surtidores y manglares que tornan difícil la vida.

Después de esta lectura se comprenderá la lentitud con que Guayaquil surgió en sus primeros años pues sus pobladores ni siquiera contaban con instrumentos de labranza adecuados y sus rudimentarias hachas eran ineficaces y se rompían al punto que debió serles muy duro comenzar: sin embargo, el Sochantre Molina, parece que juzgó muy a la ligera, sin considerar la fuerza de carácter y la tenacidad de nuestros mayores y cuan asombrado quedaría hoy si reviviera, viéndonos tan adelantados, cuando nos desahució en su Crónica.

También se habla de Guayaquil en el Capítulo V titulado «Descripción breve de toda la tierra del Perú» que forma parte de la obra «Descripción y población de las Indias», escrita entre 1596 y 1607 por Fray Reginaldo de Lizarraga, sacerdote aventurero y jovial, bautizado como Baltazar, nombre que cambió cuando entró a religión. Lizarraga era un viejo conocedor de estas comarcas a las que había llegado cincuenta años antes con sus padres, recorriéndolas a gusto y antojo y observando todo con atención. Lo que menos le atraía en Guayaquil eran sus casas abiertas, de madera y con techos de hojas de bijao, que permitían la cría de insectos y sabandijas como sapos muy grandes, culebras, víboras venenosas y ratones en cantidad, etc. Cuenta que «estando sentado a la mesa y en casa de personas pudientes, observó con toda la familia a una culebra en el techo corriendo tras un ratón y que casi se desmayó del susto; sin embargo, el anfitrión no se tomó la molestia de comentar el incidente, explicando al final de la reunión que las culebras eran beneficiosas en casa como exterminadores de ratas y que en todos los hogares había alguna en el techo dedicada a ese honorable pasatiempo». ¡Cosas del país!

También protestó por «la cantidad de zancudos y mosquitos, de lo más inoportunos y fastidiosos, que no le permitían descansar en paz ni de noche ni de día, con sus eternos ataques y zumbidos»; opinó desfavorablemente de «la forma y situación de la ciudad, endilgándole frases despectivas por estar en un mal asiento con figura de silla estradiota y para colmos, solo se podía arribar a ella con marea creciente y salir en menguante, por ser mucha la correntada de la ría.»

¡Observó sucesos y cosas beneficiosas anotándolas cuidadosamente para la historia chica. Pintó «sus alrededores con grandes bosques de mucha y muy buena madera que se exporta a la ciudad de los Reyes. «Dice que la carne de puerco es sana, la de aves bonísima y el agua agradable y hasta medicinal porque en las cercanías del cerro crece en forma silvestre el arbusto de la zarzaparrilla, de donde se obtiene una cascarilla con fines depurativos que sirve para curar las enfermedades contagiosas de la piel y sobre todo las venéreas», contando que «para la persona afectada del mal francés o bubas no hay nada mejor en la tierra.»

«Yo vi un hombre enfermo de sífilis en el valle de Riobamba, que ni siquiera podía comer con sus manos y que en hamaca fue traído a Guayaquil. A los seis meses le reconocí en Lima totalmente curado, como si nunca hubiera estado afectado y a otros muchos más he visto volver sanísimos del puerto. Suficientes excelencias éstas para contrarrestar las plagas referidas» -apunta Fray Reginaldo- pero nosotros no estamos de acuerdo con tan distinguido viajero en eso de diagnosticar sífilis al pobre riobambeño, porque pudo adolecer de reumatismo y al llegar a un clima caliente mejoraría con el tiempo y en Lima, que tiene clima seco, curaría totalmente.

«El maíz es muy blanco y aunque no se da el trigo, la gente se conforma consumiendo panes de fruta pan o yuca, que son blancos, suaves y me gustaron más que el de trigo. Las naranjas y limas son sabrosas, pero las badeas realmente superan en gusto a todas las demás frutas de Guayaquil, pues son tan grandes como un melón y de color verde, su interior es blanco y suave, con pepitas unidas entre si por un caldillo y cuando todo esto se come me parece en gusto a las uvas moscatel de España.» ¡Ah goloso! Cuántos “come y bebe” te habrás mandado al buche. Si me parece estar viendo a Fray Reginaldo, gordo y gozador como buen turista, probando la comida y metiendo sus curiosas narices hasta en el techo donde se asustó con las culebras y ratones. Y así, Fray Reginaldo se despidió de Guayaquil y pasamos con él hacia el golfo, para que nos siga relatando sus curiosas aventuras.

«Los caimanes, enormes bichos, son muy dormilones y cuando duermen no hay quién los despierte. Cerca de Panamá ocurrió el caso de tres doncellas que fueron a un estero a bañarse y ya escurridas se sentaron sobre una peña de la orilla como a eso de las siete de la noche, hora en que todo está obscuro por falta de luz. En eso, una de las bañistas se hincó la mano diciendo: ¡Qué peña tan espinosa! Y empezó a palparla tomando la cola del caimán y alzándola para verla mejor; aquí su sorpresa fue grande porque jamás se imaginó estar sentada sobre una bestia y dando voces llamó a sus compañeros que con espadas mataron al saurio, que seguía dormido y ajeno a los sucesos del cuento.! Que rico sueño el de ese caimán! opinó nuestro guía y ¡Qué suerte la de las niñas agregamos nosotros, porque de haberse desvelado el saurio, no habría escapado ninguna de ellas.

«Los caimanes son muy amigos de comer perros y caballos y al distinguirlos en las balsas las siguen mucho trecho en espera de agarrarlos para darse un banquete descomunal, digno de su apetito. Cuando están cebados con carne ya no gustan del pescado y es de ver los esfuerzos que realizan para conseguirla, esperando largas horas en la orilla a ver si agarran en sus mandíbulas algún bicho viviente, llámese pájaro, animal o gente. ¡Así son de caprichosos!»

«Existen tres clases de naturales. Los Huancavilcas son blancos, limpios en sus vestidos, bien dispuestos con el resto de la población y de recto parecer. Se dedican al comercio y usan arcos y flechas así de continuo. Otros indios hay llamados Chonos o Chonanas que habitan en la región de Daule, belicosos, portan arcos y flechas, son de tez curtida, tiene el cabello sujeto en alto y terminando en moño y el cogote nuca trasquilado, por eso los demás los afrentan al grito de Perros Chonos cocotados, que les enfurece enormemente, como es de suponer. Entre ellos se practican vicios nefandos (sodomía) cuyo único castigo es el fuego.»

«Otros indios hay que llaman lampunas pero las gentes les dicen Perros lampunas come – obispo» por haber saboreado la carne de Fray Vicente Valvcrdc, Obispo del Cusco en tiempo del Marques Francisco Pizarro.

«Estos, lampunas son de origen distintos a los Huancavilcas y desde antaño tenían punto tocado con sus vecinos de la ribera opuesta del golfo: los Tumbecinos, a quienes decían traidores por ser parte del Incario y los punaes en cambio se preciaban de mayor antigüedad y ser chimúes. Son grandes marineros y tienen fama de construir las mejores y más livianas balsas de toda la Mar del Sur. Labran chaquiras de oro de finas y retorcidas hebras que las mujeres de España tienen en gran estima y usan como collares para sus gargantas.»

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