Archivo de juyungo

Adalberto Ortiz

Posted in poetas ecuatorianos with tags , , , on septiembre 23, 2008 by edmolin657

ADALBERTO ORTIZ QUIÑONEZ
ESCRITOR Y POETA.- Nació en Esmeraldas el 9 de Febrero de 1.914 y fueron sus padre Leonidas Ortiz Saa, calígrafo y Secretario de Estudios de Esmeraldas después de la revolución y Dolores Quiñónez Torres, esmeraldeños. Ella era nieta de Simón Torres de la Carrera y por lo tanto sobrina segunda del héroe Luis Vargas Torres.

Su nacimiento coincidió con la revolución conchista que disolvió familias y poblaciones. Su padre se enroló en las tropas del gobierno y combatió en las montañas de Rioverde. El abuelo Mauricio Quiñónez y sus hijos Segundo y Leonardo Quiñónez Torres fueron guerrilleros del gobierno en las selvas del interior. La abuela Amalia Torres Carrasco, sus hijas y el pequeño Adalberto que solo tenia tres meses, viajaron en velero a Guayaquil donde su madre ingresó a un convento.

Su tía Sara Quiñónez Torres pasó de profesora a Naranjito, luego enseñó en Barreiro y en 1.919 volvió a la escuela de Guayaquil y reagrupó a la familia. Por esos viajes el futuro escritor aprendió sus primeras letras en Babahoyo, el 20 fue trasladado a Guayaquil donde otra tía trabajaba de obrera, envolviendo cigarrillos en la Fábrica El Progreso, y fue matriculado en la Escuela Fiscal, entró a dicha Fábrica y allí permaneció dos años grises, de día envolviendo cigarrillos y por las noches leyendo incesantemente los libros que le prestaba el Profesor español Calixto Ramírez que había sido jesuita, compartiendo su tiempo entre su abuela que era seria y estricta y sus buenas tías.


En 1.928, su tía Clemencia Quiñónez Torres, quien también era Preceptora, fue nombrada para la escuela del Recinto Vuelta Larga a la orilla del río Teaone y todos se trasladaron a Esmeraldas. En el trayecto de regreso escribió un cuaderno con sus impresiones, decorado con hermosos dibujos, en 32 págs. guiado por el Profesor Ramírez que les acompañó. Ese primer trabajo suyo aún permanece inédito en Esmeraldas. (1)

Al llegar, su abuela se dedicó durante tres meses a cobrar antiguas deudas a lo largo del río y en compañía de su nieto, también vivieron en Quinindé cosa de un mes. Ese primer encuentro con la naturaleza, tras once años de vida en Guayaquil, le abrió los ojos hacia la selva virgen que describiría tan bien en sus novelas sobre el trópico.

En 1.929 decidió ir a Quito y trabajó como obrero tipógrafo en la imprenta «Prensa Católica» de la Orden Dominicana. La religión le atraía por entonces y pensó en ingresar al convento para agradar a su abuela que era muy religiosa, pero unos tíos y primos anticlericales se opusieron y terminaron por desanimarle.

Entonces intervinieron sus parientes Gustavo Becerra Ortiz y Eduardo Checa Torres que estaban de Diputados y le consiguieron una beca completa para el Normal Juan Montalvo, más su extrema debilidad le impidió matricularse ese año.

El 31, su madre, que había salido del convento para vivir con él, falleció prematuramente. En el Normal destacó por su disciplina y contracción y tuvo de profesores a Justino Cornejo, Oscar Efrén Reyes, Francisco Terán, Aquiles Pérez, etc. durante las vacaciones visitó varias veces su provincia.

(1) Clemencia sirvió de enfermera en la última enfermedad del escritor Joaquin Gallegos Lara (1.946 – 1.947).
En 1.937, tras la huelga del Normal, pudo finalmente obtener el título y regresó a Esmeraldas como Profesor de la escuela Fiscal Juan Montalvo, permaneciendo hasta el 40 en esas funciones.

Mientras tanto, el 38, su amigo el Normalista Kruger Carrión le había facilitado en préstamo el libro «Mapa de la Poesía Negra Americana» del cubano Emilio Ballagas y al terminar su lectura Adalberto exclamó «Yo también he sido poeta», compuso su primera poesía que tituló «Jolgorio» con sones y ritmos negro que siempre había llevado en su interior sin saberlo y desde entonces empezó a escribir sin descanso.

Entre 1.938 y el 39 escribió un libro de poesía negra y mulata titulado “Tierra, son y tambor” que el Concejal Luís Garzón presentó a la Municipalidad de Esmeraldas para su auspicio y publicación, pero sus restantes colegas se negaron diciendo que eso no era poesía. Después diría Joaquín Gallegos Lara que son acentos de alta humanidad con novedades técnicas típicamente negras por su eco de tambor, donde sus versos alternantes no rimados terminan en palabras agudas en todas las combinaciones que las vocales del español subministran. El rechazo sufrido en su tierra le hizo comprender que el medio en que se movía le resultaba estrecho «y como ya tenia ideas izquierdistas y hasta era amigo de Pedro Saad el 39 decidí venirme a Guayaquil, en su búsqueda, a ver que pasaba».

Entonces comenzó para Ortiz una nueva vida, Saad le presentó a Gallegos Lara quien se transformó inmediatamente en su mentor y amigo, presentándole en su columna del diario «El Telégrafo» como el nuevo poeta negrista del Ecuador, defensor de su raza y de su poesía. Poco después le llevó a la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes donde Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta se extrañaron de que alguien hiciera poesía negrista en el Ecuador, cosa que jamás había sucedido. Incorporado al grupo de escritores jóvenes de Guayaquil, Ortiz comenzó a trabajar como profesor de una escuela rural de Milagro con ingresos bajísimos, pero en sus ratos de ocio leía incansablemente todo cuanto caía en sus manos. El 41 retornó a Guayaquil de profesor del Correccional de menores y volvió a frecuentar a Gallegos Lara quien le prestó la novela «Batoala» del escritor martiniquense Rene Maran.

Una tarde, cuando Ortiz le mostró su cuento «Los machos no mueren en el colchón», le preguntó ¿Porqué no escribes una novela? y más por hacerle caso «fui atacando varias historias hasta darles la composición de novela. Muchas de ellas son mitos afroesmeraldeños que me había contado la gente del campo, porque anduve por algún tiempo en el campo con mi abuela, que tenía acreencias que cobraba en canoa. Otras cosas me las contó un negro que peleó en la invasión del 41».

Así fue como se originó «Juyungo», historia de un negro, una isla y otros negros, en 278 pags. escrita entre las poblaciones de Milagro y Guayaquil dentro del género del realismo social, que ha sido traducida al alemán, francés, inglés, con ella se incorporó el ambiente negro esmeraldeño al friso social y literario del Ecuador.

La novela nació con suerte pues obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional de Novelas Ecuatorianas de 1.942, en el Latinoamericano de New York, de la editorial Fharrar And Rinehart, compitiendo con las mejores del continente pero no triunfó y permaneció inédita hasta que la Librería Vera de Guayaquil adquirió los derechos de autor y la editó con éxito inusitado en la Colección América Lee de Buenos Aires en 1.943.

En el Ecuador derrotó a «Las cruces sobre el agua» de Gallegos Lara y a «La Isla Virgen» de Aguilera Malta entre otras. En New York compitió con ambas y con «Nuestro Pan» de Enrique Gil Gilbert que obtuvo el Segundo Premio tras de El «Mundo es Ancho y ajeno» del peruano Ciro Alegría. De esta época recuerda Adalberto: escribíamos a toda velocidad porque el tiempo se nos venía corto y con Gallegos nos intercambiábamos los originales.

La librería Gallinard de París la tradujo al francés después de la Guerra y comenzaron las ediciones internacionales que aún no cesan. «Juyungo» es una novela bella, tiene prosa poética con elementos de una trágica realidad social, una obra de arte cuyo argumento es un cuadro de costumbres del negro cauchero o arrancador de tagua. Su protagonista en una persona de aventura, vital y rebosante de fuerza, que se precipita a un final catastrófico ya presentido. Juyungo llegó a ser símbolo del negro costeño ecuatoriano pero siendo un personaje de la clase inferior su presentación es demasiado contemplativa, casi intelectual sin embargo le conquistó a su autor un primer sitial en la nueva narrativa continental de los años 40 al 50.

Entre 1.942 y el 43 dirigió la escuela fiscal No. 26 «John D. Rockefeller» pero volvió a Esmeraldas donde tenía a los suyos. Después de la revolución del 28 de Mayo de 1.944 fue electo Director Provincial de Educación y como el Presidente Velasco Ibarra le creía comunista y pensaba que por ello podría crearle problemas, lo mandó a llamar al Palacio y le propuso el cargo de Canciller del Consulado en New York. No es un cambalache le dijo varias veces, en forma por demás reiterativa, para que no creyera que quería sacarle de la Dirección.

Adalberto aceptó la propuesta pues estaba joven y pobre y un viaje al exterior le hubiera servido de mucho, pero el atrabiliario Canciller Camilo Ponce se hizo el remolón, creyendo que el color de la piel de Adalberto no iba a gustar en la tierra de los gringos segregacionistas. De todas maneras una nueva intervención de Velasco Ibarra consiguió al fin el tan deseado nombramiento, que salió para el consulado en México.

Allí estuvo entre el 45 y el 48 viviendo entre los intelectuales. El 45 editó su despreciado poemario «Tierra, son y tambor» en 82 págs. con grabados de Galo Caleció, que obtuvo el segundo premio entre los libros editados en México ese año, y a visto nuevas ediciones de gran venta, Después siguió el poemario romántico Afro-Hispoamericano «Camino y puerto de la angustia» en 70 págs.

El 48 fue ascendido a Segundo Secretario de la Embajada en el Paraguay y le correspondió actuar como Encargado de Negocios por falta del titular hasta el 49 que fue cerrada esa legación. En 1.950 vivió en Buenos Aires pero no logró nada. El 51 fue nombrado Secretario del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura, cargo que le sirvió para sumergirse prácticamente en los sucesos culturales del puerto, y allí permaneció 13 años hasta que el 63 fue reorganizado el Núcleo. Se le veía siempre con sus anteojos de marco delgado y con esa parsimonia en el hablar que le daba tono de privacidad a lo conversado.

Tanto tiempo fuera del medio selvático esmeraldeño le transformó en ciudadano del mundo, alejándole de su habitad natural y cambiando su literatura, que de folklórica tomó otro rumbo, menos exitoso por cierto.

En 1 .952 contrajo matrimonio con Violeta Adoum Auad y nació su hija Lorna Ortiz, Ese año editó once relatos de aquí y de allá bajo el título de «La Mala espalda» en 164 págs. El 53 se divorció y casó por segunda vez con Magdalena Ordeñana Puga con dos hijos: Natalia y Fernando Ortiz. Años después también terminaría este vínculo por divorcio.

En 1.954 editó catorce estampas poéticas llamadas «El Vigilante Insepulto» en 32 págs. y comenzó a pintar hermosos óleos primitivos, naif. de compleja composición, rico colorido y gran imaginación, donde la magia se funde con la realidad del paisaje. Entre el 54 y el 56 escribió la novela «El Espejo y la Ventana»; con nueva técnicas narrativas.

El 57 realizó exitosas exposiciones en Quito y Guayaquil pero siendo ajeno a todo interés económico continuo pintando por el placer de hacerlo, como una evanescencia mental, plasmando la mágica realidad de su región nativa con su colorido, magia y símbolo ritual. «Mi pintura es una equivalencia a mi poesía, a mis cuentos, a mis novelas. Siempre con el pretexto de la selva, son las mismas cosas, las mismas vivencias y sensaciones, expresadas en otras formas». El 59 obtuvo la Primera Mención Honorífica en el Salón de Octubre con una visión casi alegre y en todo caso vital, dueña de color y exhuberancia del trópico ecuatoriano.

En 1.961 seleccionó sus poesías y salieron en un tomito llamado «El animal herido» en 158 págs. con los versos de Tierra, son y tambor, Camino y puerto de la angustia, el Vigilante inspulto y otros poemas más.

En 1.963, al subir la dictadura militar que reorganizó la CCE, fue copy writer en la agencia «Publicitas» redactando avisos, cuñas, etc. para periódicos, revistas y radios de Guayaquil, y concluyó «El Espejo y la ventana» en 316 págs. con otra temática que no era la suya, de todas maneras logró el Primer Premio en el Concurso promovido por la Unión Nacional de Periodista de Quito y se editó en 1.967. Allí se cuenta la vida de Mauro Lemos entre la revolución de Esmeraldas y la invasión peruana, años de lucha y sacrificio y de derrota final, al son de una gran bandada de loros migratorios.

En 1.964 fue electo Secretario de la Escuela Politécnica del Litoral hasta el 68. El 69 fue invitado por la Universidad de Burdeos, también dio conferencias en las de Nanterre y París y en la Isla Guadalupe brindó recitales de su poesía negrista. El 70 fue invitado por el gobierno de Alemania Federal. A su regreso fue Director de la Sección Humanidades del Ministerio de Educación. El 71 salió una selección de cuentos con mito, magia y folklore en 208 págs. con el título de «La Enfundada» que es el mejor de esos cuentos. Desde Marzo del 72 hasta el 73 fue Director Nacional de Turismo y de allí pasó a ocupar la secretaría de la Comisión de Política Petrolera donde se mantuvo hasta el 75. Quizá tantas ocupaciones fueron la causa para que su labor literaria se tornara parca.

En Guayaquil, nuevamente, escribió «El retrato de la otra» drama para teatro en un acto y dos cuadros, publicado en 18 págs. y la novela «La envoltura del sueño» en 186 págs. que recién apareció el 88 y recibió una Mención Honorífica en el Concurso promovido por la Editorial Novarro de México entre 450 concursantes de América y España. Esta fue su tercera novela y ha sido calificada de novela de lenguaje y mundo narrativo mucho más exigentes. La ironía y el humor corrosivo son parte del relato. De ella dijo Adalberto que la escribió con humorismo, un poco de risa y otro de burla, desahogándose de sus inquietudes artísticas o personales.

Entre 1.977 y el 78 fue profesor visitante de la Universidad de Howard y su amigo el Canciller Pareja Diez Canseco le llamó nuevamente al servicio diplomático el 79 como consejero Cultural de la Embajada en París.

En Febrero fue ascendido a Embajador en Panamá, entre el 81 y el 82 estuvo con igual calidad en la República Domicana y habiéndose acogido a la jubilación por limite de edad y «por no ser quiteño», tuvo que regresar al Ecuador el 83, fijando su residencia en la Ciudadela Los Ceibos de Guayaquil, donde adquirió un pequeño departamento bajo, acostumbrando desde entonces a disipar sus horas en diversas lecturas y en concurrir diariamente al supermercado vecino, donde era muy popular entre las guapas vendedoras.

Desde 1.995 empezó a sufrir de micro infartos cerebrales que le postraron en el lecho de dolor y falleció a las 5 de la mañana del Sábado 1º de Febrero del 2.003 de casi 81 años, siendo enterrado al día siguiente.

Lúcido, activo, intelectualmente joven, había concluido un nuevo poemario titulado «La Niebla encendida». Conservador de valores más no de estructuras, de ideas avanzadas pero nunca afiliado a partido político alguno, tampoco cartelista. Su carácter suave, estatura mediana ojos y pelo negro y ensortijado, piel canela. Su conversación encantadora, atrayente, encendida, irónica y quizá desencantada por la soledad final en que vivía. Escribía como hablaba, con igual facilidad. El paso de los años dejó profundas huellas en su rostro lo mismo que en su andar pero no era ni hosco ni irritable, considerándose más bien un lobo estepario que escribía poco pero leía mucho y trabajaba para darse un status y mejorar económicamente hablando.

Recordaba que hizo tres exposiciones de sus cuadros, que sin embargo no había podido reunir Una en Guayaquil y dos en Quito. La gente estaba desde las cinco de la tarde esperando por la inauguración. El primero en llegar fue Benjamín Carrión. «Me fue difícil conservarlos porque la gente se los iba llevando allí mismo y luego iban a mi casa por más. Vendí todo, mucho gustaron a los alemanes y norteamericanos y si digo que más dinero he ganado con mi pintura que con la literatura no mentiría. El que me inició en la pintura fue mi amigo Humberto Moré que también era esmeraldeño y llamaba Lalot Rivadeneyra Plata».