Dolores Sucre

LA POTISA DEL HABLAR DIFICIL
Era Dolores Sucre y Lavayen una hermosísima doncella que desde temprana edad había dado muestras de un talento nada vulgar, de su amor a la poesía y al culto de la belleza artística» cuando aun en Guayaquil, a las llamadas niñas bien, es decir, aquellas que se pertenecían a familias antiguas y conocidas, no se les dejaba aprender a leer y a escribir, por el prudente temor de sus padres a que se carteen con enamorados. Sólo las misas, rosarios, novenarios y demás prácticas religiosas les eran permitidas en sus casas y en iglesias, combinándolas con las granjerias de cocina, que consistían en la preparación y cocción de sabrosísimos platillos y dulces, que engolosinaban el paladar de los parientes y amigos.

¡Tal el estrecho mundo de la mujer hace cien años! Pero nuestra Dolores del cuento nacida en 1837 pobre y noble, esta antinominia a veces se dá en la realidad, sobrina lejana del Gran Mariscal de Ayacucho, se sentía atraída por los gloriosos hechos que oía relatar en su hogar y quiso emularlos conservando su sitial de mujer, por el atajo de la poesía, de las sonoras estrofas que escribía para distraerse “dejando adivinar que en su pecho se agitaba Minerva y presagiando para después una verdadera sacerdotisa consagrada al templo de la Diosa» como expresó un crítico ramplón.

Primero fue discípula del gran poeta español Fernando Velarde que recorrió el continente americano y le enseñó a expresarse en lenguaje castizo y brillante. Aquel bardo le dedicó esta hermosa poesía/ También padeces y también deliras/ sensiblemente, americana hermosa/y en tus insomnios lúgubres suspiras/ por la futura libertad gloriosa!/

Numa Pompilio Liona la quería con amor de hermano. Hermanos de letras eran ambos y cuando ella viajaba al Perú era acogida en los mejores círculos intelectuales con notorio entusiasmo. Ricardo Palma, Teobaldo Corpancho y Carlos Amézaga la cantaron. Clorinda Matto de Turner y Lastenia Larriba de Liona la tuvieron por sus iguales. Con el tiempo Dolores Sucre publicó varios poemarios, con tarjetas postales a amigos y parientes y versos de compromiso. Luego envejeció distinguida como una reliquia de tiempos mejores. Su ciudad la consideraba y apreciaba y los literatos porteños la querían por su don de gentes, por su natural emotividad. Habla colaborado en casi todos los periódicos y revistas de su época. En «La Esperanza» y en «Los Andes» tuvo columna propia dedicada a la mujer. Fue una avanzada del feminismo en el Ecuador.

Gustaba expresarse en difícil, como si con inútiles retruécanos obtuviera algún mágico efluvio que ella admiraba y perseguía. Para pedir un vaso de leche en el desayuno decía: «Mucama. Pasadme el líquido perlático que nos proporciona la consorte del toro». Para que le den un vestido negro. «Mucama. Tomad el acero (la llave) hundidlo en el madero (la cerradura del ropero) y sacadme el de luto vestir». Dicen que un día pasó un carbonero y lo llamó así: «Buen hombre. ¿Cuánto reporta actualmente un saquillo del producto del fuego sobre el madero?». En otra ocasión pidió un huevo duro en el almuerzo con las palabras siguientes: «Por favor, deseo un ovólo gallináceo afectado por el fluído acuoso. Bueno, esto es lo que le sacaban los chuscos, hay que ver si era verdad.

Sus hermanas Carmen y Obdulia, que eran preceptoras y ya le conocían su forma de hablar, dizque le entendían todo, pero no ocurría lo mismo con el común de la gente, que a veces se quedaba en babia, sin saber que contestarle.

El 9 de Octubre de 1904 fue escogida para coronar al poeta Llona en el Teatro Olmedo y al año siguiente se formó un comité de jóvenes intelectuales redactores del «Guayaquil Artístico» que pidieron la apoteosis de la poetisa del hablar difícil» y le entregaron una Lira de Oro y brillantes en una ceremonia triunfal donde tomó la palabra Nicolás Augunto González Tola.

Años después moría en Guayaquil la «insigne poetisa de cabellos blancos. A las 5 y 20 minutos de la tarde del 5 de junio de 1917 y su sepelio fue numeroso, saliendo de la casa del duelo, ubicada en Vélez entre García Aviles y Boyacá, donde la Municipalidad mandó a poner Guardia de Honor. Así terminó la sobrina segunda de un gran hombre y ella misma, gran mujer, adelantada del feminismo guayaquileño de todos los tiempos.

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